Caos en la Fabrica de Ladrillos

Guillermo Laich
26/07/2012 09:55

"Un edificio es mucho más que una pila de ladrillos."

Este artículo esta basado en el contenido de una carta titulada “Chaos in the Brickyard,” – o sea: “Caos en la fabrica de ladrillos” - que fue publicada en la prestigiosa revista científica “Science” en el año 1963 por el investigador Bernard K. Forscher, de la Clínica Mayo en Rochester Minnesotta, EE.UU. La carta hace referencia a la importancia de la honestidad, la integridad, y la alta calidad en la investigación científica básica, ya que esta constituye la base estructural de la ciencia aplicada que luego se construirá sobre ella. De manera analoga, virtualmente lo mismo suele ocurrir con respecto al nivel y/o calidad de la educacion universitaria pregrado y postgrado, asi como con la formación de cualquier profesional competente donde: “la estatura de un profesional es mucho mas que una pila de datos cuestionables.”

Si bien el artículo esta posicionado hacia la mejoria de la enseñanza y el aprendizaje del Arte del Kárate, su contenido es directamente aplicable a cualquier actividad humana. Agradezco al Dr. Forscher por permitirme utilizar el contenido de su carta. 

… Erase una vez, un grupo de personas que respondían al nombre de seres humanos. Un grupo selecto de ellos se distinguían por poseer un alto grado de disciplina y pasión por las actividades que realizaban. Estas personas practicaban una noble actividad con raíces técnicas y filosóficas muy profundas. A tal actividad se le conocía como la practica del Kárate, sus practicantes eran conocidos como Karatekas, y quienes instruían o enseñaban se conocían como instructores o maestros de Kárate.

En realidad, los Instructores y maestros eran constructores que construían edificios a modo de personas de bien, cuyas bases filosóficas no radicaban en la victoria o en la derrota, sino en el perfeccionamiento de su carácter. Esto se lograba mediante el ensamblaje de ladrillos cuyos componentes constitutivos eran de una sólida instrucción técnica, una educación formal y respetuosa, así como muchos años de clases y la asistencia a cursos de perfeccionamiento.

Cuando los ladrillos eran sólidos y estaban bien ensamblados, el edificio resultante poseía una gran utilidad y durabilidad, y a menudo proporcionaba gran placer y reconocimiento a su constructor. Pero si los ladrillos eran defectuosos, o si se habían ensamblado incorrectamente, el edificio se derrumbaba, poniendo en peligro el aprendizaje y la evolución de los inocentes usuarios, así como la del propio constructor. En ocasiones el constructor y su equivocado y/o fallido programa de instrucción o enseñanza eran destruidos por tal derrumbe.

Debido a que la calidad de los ladrillos era tan importante para el éxito del edificio, y también debido a que los ladrillos eran tan escasos en esos días, los constructores acabaron fabricando sus propios ladrillos. La fabricación de ladrillos era una empresa sumamente difícil y de progresión lenta y metódica. Fue así como los constructores inteligentes intentaban evitar las adaptaciones incorrectas e innecesarias fabricando ladrillos de forma, tamaño, y función, de acuerdo a las normas y necesidades inherentes.

El constructor era guiado en el ensamblaje de los ladrillos por una metodología o modelo pedagógico secuencial tradicional de enseñanza que había sido comprobado a lo largo de largos años de implementación y aplicación.

Con el pasar del tiempo los constructores se dieron cuenta de que estaban siendo perjudicados en sus construcciones por los retrasos en la obtención de ladrillos. De esta manera surgió un nuevo oficio conocido como la fabricación de ladrillos.


Estos nuevos fabricantes de ladrillos eran más artesanos y folklóricos que los verdaderos instructores o maestros. No obstante lograron rescatar una mínima sensación de orgullo en el ejercicio de su profesión. Esta nueva disposición continuó siendo relativamente eficaz y la construcción de edificios procedió con celeridad. A veces, algunos de los fabricantes de ladrillos lograban inspirarse, y así avanzaban a la categoría superior de constructores de forma rápida, pero incompleta.

A pesar de la separación de funciones, los ladrillos aún eran de una calidad respetable y se fabricaban con cierto cuidado. Por lo general continuaban produciéndose a medida, en función de ciertos requerimientos. De vez en cuando un fabricante de ladrillos creativo y emprendedor era capaz de preveer las necesidades de la demanda en el mercado y preparaba un stock de ladrillos antes de tiempo. Pero por lo general la fabricación de ladrillos aun se llevaba a cabo de forma especifica y personalizada, ya que seguía siendo un proceso duro, prolongado, lento, y difícil.

Aconteció que un malentendido comenzó a extenderse entre los fabricantes de ladrillos (algunos dicen que este malentendido se desarrolló como resultado de una serie de negligencias, descuidos, y acomodos en la formación de una nueva generación de fabricantes de ladrillos). Los ladrilleros se obsesionaron con el concepto de cantidad a expensas de la calidad en la fabricación de ladrillos. Cuando se les recordó que el objetivo final era la construcción de buenos edificios, estos respondieron que si había suficientes ladrillos disponibles, los constructores serían capaces de seleccionar aquellos que les eran necesarios, y así continuar construyendo edificios.

Los defectos en este argumento no fueron inmediatamente evidentes, pero claramente existían. Y con la ayuda de algunos practicantes que esperaban para utilizar los edificios aún por construir, algunos hechos asombrosos comenzaron a suceder.

Los criterios inherentes a la fabricación de ladrillos de alta calidad se convirtieron en un factor de menor importancia debido a la implementación de una cierta serie de facilidades: el tiempo y esfuerzo involucrados en la fabricación de ladrillos se redujo mediante el empleo de un ingenioso mecanismo que consistía en hacer lo mínimo y avanzar lo máximo, y las filas de constructores de ladrillos se saturaron de más y más métodos de formación de dudosa validez, así como de programas paralelos de reclutamiento intensivo para intentar incrementar el número de practicantes de manera indiscriminada.

Incluso, y de manera delirante, se sugirió que la producción de un mayor numero de ladrillos (incluso de ladrillos defectuosos) era equivalente a la construcción de un edificio, y que por lo tanto, este hecho debería otorgar al fabricante de ladrillos el derecho de asumir el título o grado superior de constructor, y con el título y el grado, la autoridad.

Y así fue que toda la región se inundó de ladrillos de segunda o tercera categoría. Se hizo necesario organizar cada vez más y más lugares de almacenamiento llamados Dojos y gimnasios colmados de personas incompletamente formadas en el arte del Kárate.

A pesar de todo esto los fabricantes de ladrillos mantuvieron su orgullo y su habilidad, y los ladrillos que producían mantenían una cierta calidad – pero definitivamente no se correspondían con el nivel de calidad deseada y/o aceptable por algunos íntegros y tradicionales miembros de tribunales de examinación de grados.

Con el paso del tiempo el volumen correspondiente a la producción de ladrillos se fue adelantando al volumen representado por la demanda. De esta manera se cometió el grave error en el cual los ladrillos dejaron de fabricarse a medida según los requisitos específicos de la necesidad o demanda. Ahora, tanto el tamaño como la forma de los ladrillos eran dictados exclusivamente por los caprichos individuales para lograr un cinturón de determinado color o una graduación avanzada de Dan. La impaciencia de algunos Karatekas para avanzar rápidamente, y sin el correspondiente tiempo de práctica o mérito hacia un grado superior, comenzó a crear ciertos agujeros y problemas en la base del sistema.

Para poder competir con éxito con los demás fabricantes de ladrillos, el criterio de producción acabo basándose exclusivamente en la producción de ladrillos de rápida y fácil fabricación, y sólo en raras ocasiones un fabricante de ladrillos aventurado intentaba un diseño autentico y de elevada calidad tradicional. En todo este proceso, la influencia de los métodos tradicionales de producción perdieron su valor, dando lugar a otros criterios considerablemente mas laxos.

Como era de esperar, y desafortunadamente, los constructores casi acaban por ser destruidos. Se hizo difícil encontrar los ladrillos adecuados para una tarea refinada y especifica, ya que había que buscar entre muchos distintos, y donde gran parte de ellos eran defectuosos. Se hizo difícil para los constructores poder construir y completar un edificio cuya distinción fuese la educación, la humildad, la clase, y el estilo, y que además fuese sólido, útil, y duradero. La pirámide de valores estaba invertida y se tendía hacia lo bajo y ordinario en vez de hacia lo elevado y extraordinario.


Esto se debía a que tan pronto eran visibles o se manifestaban los defectos, grietas, y agujeros en las estructuras técnicas y educativas básicas de sustento, los constructores quedaban deshonrados y vergonzosamente sepultados debajo de una avalancha de ladrillos defectuosos.

Y finalmente, a pesar de los esfuerzos de todos aquellos que habían dedicado sus vidas al Kárate, lo más triste de todo fue que no se realizaba ningún esfuerzo para establecer una clara distinción entre una pila de ladrillos y un edificio de verdad.

El cuento que acaban de leer es ficción, por supuesto. Corresponde a una alegoría, que en si es una figura literaria o tema artístico que pretende representar una idea valiéndose de formas humanas, animales, o de objetos cotidianos. La alegoría pretende dar una imagen a lo que no tiene imagen para que pueda ser mejor entendido. Su objetivo es dibujar lo abstracto y hacer visible lo que solo es conceptual, y obedece a una intención puramente didáctica.

En esencia, la breve alegoría de los ladillos corresponde a una forma de considerar el Kárate, estableciendo un enfoque especial sobre la teoría, la práctica, y la relación que existe entre ambos. Por esto, este articulo va dirigido a la persona que desea aprender sobre como “pensar el Kárate.” Por “pensar el Kárate,” me refiero al intento de fabricar buenos ladrillos para luego proceder al intento de construir verdaderos edificios.

Como podrán apreciar, nuestra alegoría de los ladrillos se adapta perfectamente al concepto de “aquel que comienza a construir su casa por el tejado.” Una inversión procesal imposible y/o catastrófica para cualquier procedimiento didáctico-educativo. Sin buenos ladrillos (hechos bien investigados, comprobados, y referenciados), resulta imposible formular teorías o hipótesis de cualquier tipo, ya que la construcción de teorías e hipótesis jamás puede preceder a los hechos.

Este camino inverso simplemente no funciona ni funcionará jamás. El aprendizaje y la enseñanza de técnicas básicas (ladrillos), y la realización o ejecución de técnicas complejas y/o katas avanzadas (edificios) debe seguir un proceso metódico y bien configurado. Al avanzar en su nivel técnico el karateca simultáneamente avanza hacia el interior de sí mismo en términos de autorrespeto, introspección, perfeccionamiento de su carácter, y respeto hacia los demás.

En otras palabras, no se puede pasar en un breve periodo de tiempo desde el humilde grado de cinturón verde (6º Kyu), con un superficial conocimiento de las cinco Katas Heian, a un grado superior de tercer Dan, siendo capaz de realizar correctamente una kata de la dificultad de Sochin. O peor aun, intentar realizar la kata Sochin antes de haber aprendido las cinco katas Heian. Además de imposible, el resultado seria absurdo, y el estudiante o edificio en construcción, se colapsaría sobre si mismo así también como sobre la persona del instructor.

Por lo tanto, y a medida que vayan aprendiendo cada vez más sobre Kárate, procuren desarrollar un mayor grado de paciencia, tolerancia, e independencia intelectual. Sean rápidos, pero no se apuren. Busquen incesantemente la verdad detrás de los hechos o de las técnicas hasta que la encuentren. Comparen y contrasten sus experiencias personales con otros alumnos, Instructores, y maestros cuyas reflexiones y puntualizaciones les sirvan de referencia. En todos los casos, la mejor forma de desterrar tabúes, mitos, falsedades, y bulos es la formación y la información bien fundamentada y bien referenciada.

Con el paso del tiempo se darán cuenta que hay muchas más cosas por aprender y descubrir dentro del Kárate. El Kárate es un oficio, una profesión, y una forma de vida en sí. No teman continuar hasta el infinito con vuestro perfeccionamiento personal. Practiquen y vivan el Dojo Kun.

Después de más de 45 años de practica del Kárate les puedo asegurar que todo lo que ustedes den al Kárate – tanto físico como espiritual - les será devuelto con creces. Den todo lo que tienen en cada pensamiento, en cada sentimiento, en cada técnica, en cada kime, en cada sanshin, en cada entrenamiento – y continúen mejorando y dando cada vez más y más.

Dedíquense en alma y cuerpo a su labor. Investiguen, verifiquen, y no teman a los errores propios o a los ajenos. Todos somos humanos. Pero ante todo no teman a la crítica propia o a la externa al transitar por el tortuoso camino que los aproximará hacia la verdad.

En realidad, y a pesar del paso de los años, nada ha cambiado. Cada vez se necesitan más y más dedicados alumnos, buenos instructores, y excelentes maestros – todos ellos con ganas, deseo, pasión, conocimiento, y visión para descubrir y enseñar el Do. Personas de altísima calidad, todas ellas, que desde su interior irradian ese raro, elusivo, exuberante, y contagioso don del ingenio ingenuo.

De esta manera, con buenos ladrillos, y la aplicación de una comprobada metodología de enseñanza, continuaremos puliendo y perfeccionando los dictámenes del Kárate tradicional a través de los mas nobles valores humanos y espíritu de superación.


Lo importante de todo esto es que a nosotros, los responsables de vuestra formación, nos importa enormemente vuestra construcción como buenos karatekas y personas de bien. Por esto, y a través de nuestras correspondientes posiciones, grados, y cargos, siempre realizaremos el mayor de los esfuerzos para ayudaros a discernir en esa distinción entre una pila de ladrillos y un edificio de verdad.
 

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