Punto de Partida de la Filosofia del Karate Tradicional

Guillermo Laich
29/04/2018 20:29
 
Al Khwarizmi (780 - 850)
 
En una ocasión le preguntaron al filosofo, matemático, y astrónomo Al Khwarizmi sobre el valor del ser humano, y este respondió: "Si tiene ética, su valor es 1; si además es inteligente, agregamos un cero y tenemos 10; si también es rico, sumamos otro cero y tenemos 100; si incluso es una bella persona, agregamos otro cero y su valor es 1000. Pero si pierde el 1, que corresponde a la ética, perderá todo su valor ya que solo queda una hilera de ceros. Sin valores filosóficos sólidos como la ética y la moralidad no queda absolutamente nada. Solo delincuentes, corruptos, falsos, y personas deshonorables."

 

 

La enseñanza del karate tradicional pretende formar personas integras y honorables.

Cuando una persona decide comenzar la practica de karate en un dojo, el Sensei tiene muy claro cual debe ser el punto de partida. Ese punto de partida consiste en introducir al nuevo alumno a los elementos mas simples y básicos de técnica básica (kihon), combate básico (kihon kumite), y formas básicas (kihon kata). 

El método de enseñanza se caracteriza por ser eminentemente metódico y progresivo, o sea que avanza lenta y progresivamente desde lo mas simple hacia lo complejo. Tal metodología se aplica tanto a los aspectos técnicos como filosóficos. 

Una filosofía representa un sistema integrado de existencia basado en el estudio de los aspectos fundamentales de la naturaleza de la existencia. Es decir, esos aspectos fundamentales del universo relacionados con todo lo que existe, así como la naturaleza fundamental de la existencia del hombre y la relación fundamental del hombre con la existencia. 

La labor de la filosofía consiste en proveer una visión racional y comprensiva de la vida. Tal visión sirve a modo de base o punto de referencia para guiar todas las acciones físicas, mentales, psicológicas, éticas, morales, o existenciales. Así como los fundamentos de cualquier cultura, los elementos responsables de todas sus manifestaciones son de naturaleza filosófica, la filosofía del karate cumple una función semejante.

Filosóficamente hablando, en el karate se establece una diferencia entre la práctica externa meramente técnica y la referente al crecimiento interior del practicante, utilizando para ello la palabra "Dō" (camino o búsqueda espiritual). En las tradiciones chinas y japonesas el Do se utiliza para señalar aquellas actividades que se practican con la intención de efectuar un crecimiento personal sincero y en profundidad, en contraste con una práctica meramente técnica.

Gichin Funakoshi, fundador del estilo Shotokan plasmó su filosofía del karate en su obra autobiográfica: "Karate-Dō: mi forma de vida.” Funakoshi entendió tal filosofía como la capacidad para eliminar todo pensamiento basado en la negatividad, la agresión, la confusión, la duda, la falta de integridad y honor, y el egocentrismo. 

Siguiendo tal línea, la breve frase “karate ni senté nashi” – “en el karate no existe el primer ataque“ - significa que el karate no es un sistema de ataque o agresión sino esencialmente un sistema de defensa en el cual el primer ataque o agresión es inexistente. Un practicante de karate jamás debe albergar o mostrar una actitud arrogante y/o violenta. 

El karate debe ser considerado como un medio para lograr una evolución personal continua a través de un tipo específico de entrenamiento técnico y la adquisición de pensamientos, emociones, y comportamientos humildes y de respeto hacia el otro así como hacia uno mismo.

Funakoshi, creía que uno karateca debe ser tanto interior como exteriormente humilde – pero jamás servil. Actitud fundamental que permite escuchar con atención, y ser altamente receptivo y constructivo ante la crítica. De ahí que, a juicio de Funakoshi, la cortesía mutua ocupaba un lugar de primordial importancia. 

Asimismo, el maestro Funakoshi promovió la convicción personal y también el pensamiento de que, en tiempos de graves crisis pública, hay que tener el coraje para hacer frente a cualquier rival o eventualidad que presente la vida. Enseñando, además, que la indecisión es una clara expresión de debilidad.

Existe una breve historia escrita por Funakoshi, que refleja la filosofía fundamental del karate. Consiste de una parábola acerca del Dō  o camino y un hombre insignificante:

El Karateka pregunta al Sensei: ¿Cuál es la diferencia entre un hombre del Do y un hombre insignificante?

El Sensei responde: Cuando el hombre insignificante recibe el cinturón negro primer Dan, corre rápidamente a su casa presumiendo a toda voz; después de recibir su segundo Dan, escala el techo de su casa, y lo grita aun mas fuerte; al obtener el tercer Dan, recorrerá la ciudad contándoselo a cuantas personas encuentre.

El Sensei continua: Un hombre del Do que recibe su primer Dan, inclinará su cabeza humildemente en señal de gratitud; después de recibir su segundo Dan, inclinará su cabeza y sus hombros mas aun; y al llegar al tercer Dan, se inclinará hasta la cintura, y en la calle, caminará junto a la pared, para intentar pasar desapercibido. Cuanto más grande sea la experiencia, habilidad y potencia, mayor será también su prudencia y humildad. 

Según Gichin Funakoshi: “El bambú (la persona), cuanto mas alto (a mayor valor y honor físico y mental), mas se inclina (mas sencillo y humilde es).” Es ahí, precisamente, en esas escasas palabras, donde radica la esencia de la filosofía del karate. Su ética deriva de las filosofías del confucianismo y del budismo Zen, aplicados al Karate-Dō. 

Estos principios fundamentales están basados en el código de los guerreros medievales japoneses o samurai, llamado Código de Bushidō, que serian los siguientes: cortesía, rectitud, justicia, objetividad, coraje, bondad, desprendimiento, ausencia de egoísmo, ausencia de agresividad, bondad, paciente, tolerante, honestidad, sinceridad, honor, dignidad, lealtad, integridad, modestia, autodominio, serenidad, maestría sobre uno mismo, generosidad, imparcialidad, tolerancia, y paciencia. 

Si bien los pequeños detalles que componen tal Código son sencillos de comprender, su estructuración e implementación general resulta ser sumamente compleja.

Ahora bien, donde se comienza a filosofar sobre el karate – o sea, donde comienza o cual es el punto de partida de tal o cualquier filosofía?: ¿comenzamos a partir de la primera reflexión sobre los datos de los sentidos y de la ciencia, o sea en la primera critica de las indicaciones inmediatas de la consciencia y de las hipótesis espontáneas de la razón?; o bien la filosofía constituye una disciplina técnica a la que solo se accede mediante un método preciso, o sea a partir de una línea de demarcación estricta y colocándonos para abarcar el conjunto de todas sus cuestiones en un punto de vista exactamente definido?

Al considerar las diversas doctrinas del pasado o del presente, tales dudas aparecen, de hecho, justificadas y aun, de derecho, perfectamente legitimas.

Ahondando aun mas en esta cuestión: ¿existe algún conocimiento que merezca el titulo de conocimiento filosófico?; y si existe: ¿cómo es su proceder, según la prospección (exploración de posibilidades futuras basada en indicios presentes) o según la reflexión o meditación (proceso que permite pensar detenidamente en algo con la finalidad de sacar conclusiones)? 

O sea, el proceso de filosofar partirá de la primera (prospección) o de la segunda (reflexión)? 

Aun mas, el proceso partirá desde la primera a través de la segunda, que a su vez será considerada como su prolongación o complemento?; de una frente a la otra, que en tal caso será considerada como la paralela, o la original?; y finalmente, y con respecto al proceso filosófico después de establecer sus relaciones: ¿será distinto este, tanto de una forma como de la otra? 

A la penetrante mirada del historiador, parece indiscutible que la filosofía ha vivido largo tiempo a base de la inmensa confusión creada en base a estas dos formas fundamentales de conocimiento. A continuación intentaremos esclarecer el panorama … pero antes algunas preguntas mas.

¿Es posible que la filosofía proceda exclusivamente de la reflexión?; ¿no es acaso el reflexionar el instinto primario y la función tradicional de la filosofía? Mientras sea legitimo emplear la reflexión, ya que esta no es tan natural como la prospección, seria artificial confundir la relación de la reflexión con la autentica realidad. Ahora bien, ¿será este el camino por el cual la filosofía iniciara su proceder? 

La respuesta es un rotundo NO. 

Y lo es porque a medida que se avanza por los caminos de la mas pura abstracción, mas nos alejamos de la autentica realidad original. En tal caso, el proceso en si será capaz de lograr estructurar generalidades y nociones  ideales – pero jamás realidades tangibles. 

La reflexión, por definición, cambia todo acto en un hecho, y el hecho no es mas que un cuadro y un esquema abstracto - o sea un representante abstracto de la realidad – pero definitivamente no es la realidad. 

Por todo ello la filosofía no puede legítimamente proceder exclusivamente a partir de la reflexión. Y no puede porque por tal camino – el del análisis abstracto - solo trata con lo artificial y nunca tendrá un punto de partida concreto anclado en el terreno de lo real. 

Tampoco la filosofía puede proceder a partir del conocimiento practico o de la prospección. Y no puede porque es facticio y, de hecho, imposible que aislemos este conocimiento. En caso de hacerlo este se deformara de inmediato y transformara en una especie de reflexión solitaria donde el punto de llegada destruiría el mismo punto de partida. 

Tampoco la filosofía puede proponerse como problema inicial la relación entre la prospección y la reflexión, entre el pensar como acción y el pensamiento como objeto. En tal caso eso seria una nueva manera de realizar abstracciones, o sea de transformar la acción en objeto.

¿No parece, acaso que todos los caminos se encuentran cerrados ante nosotros? ¿Por donde saldremos de estos callejones sin salida? Como definiremos el punto de partida de la filosofía de manera que la primera orientación de la búsqueda de la verdad no comprometa su valor intelectual, ni su alcance real, ni su eficacia practica? Como seguirá siendo a la vez filosofía y vida real? ¿Como puede la filosofía constituir una disciplina técnica y, sin embargo, insertarse en la obra común de la humanidad? ¿Qué condición debe observarse para entrar en ella y como, a pesar o a causa de este carácter, permanece y mantiene un carácter universal comulgando con la vida general que intenta esclarecer, comprender, y promover?

Miles de años de pensamientos y experiencias filosóficas realizadas por mentes brillantes apuntan directamente hacia la siguiente, y quizás mas acertada, respuesta. 

La reflexión se hace estrictamente filosófica solo cuando inicialmente se propone como tarea de elucidación de la síntesis integral de la prospección. La prospección resulta estrictamente filosófica solo cuando se propone como tarea inicial la reintegración en ella de todas las conquistas fragmentarias de la reflexión. En realidad estamos ante dos tesis opuestas pero sumamente complementarias.

Pero inmediatamente, y de forma reiterativa, surge una importante objeción: ¿de verdad cómo podremos iniciar tal proceso filosófico?, ¿cuál es el autentico punto de partida?, y finalmente, ¿no nos encontramos como sobre un banco de arenas movedizas en cuanto intentamos dar un paso por esta vía? En fin, es posible comenzar un proceso filosófico en ausencia de un punto de apoyo inicial y fijo?

Si no se puede tomar como dato inicial el conocimiento concreto, y si la reflexión – sin la cual la filosofía es inconcebible – esta obligada a proceder exclusivamente mediante abstracciones, ¿no habrá que contentarse al comienzo con conceptos aproximativos y artificialmente construidos, pero definidos y firmes? No olvidemos que la reflexión nunca agota la prospección ni se agota a si misma.

Así, de esta forma, va tomando cuerpo la verdad que parecía tal vez oscura, escurridiza, e imposible de aprehender. La verdad es que desde su inicial punto de partida, la filosofía tiende al movimiento perpetuo y busca la fijeza solo en la orientación de su marcha. Como que siempre hay algo cambiante y nuevo en el mundo. 

Todo es dinámico, no se puede captar el ser en reposo, en una definición puramente estática, a no ser que se haga con una mirada fragmentaria, tan insuficiente como la fotografía instantánea en un punto determinado de una kata superior. 

Es preciso pues determinar la ley del desarrollo para que logremos conocer la ley misma y la naturaleza del ser. Nuestra realidad no es la que somos en este momento sino un flujo constante desde que nacemos hasta que morimos. Es la serie misma de todas las posiciones de este móvil en el tiempo y espacio que soy, reducida a la unidad de una intuición, bajo la ley que se impone a mi progreso y que juzga mi vida.

Este proceso, para culminar y ser real, requiere una enumeración integrativa que totalice los detalles sucesivamente estudiados racionalmente y los reduzca a la simplicidad de una intuición pura e inmediata que identifique el conocimiento a lo conocido. 

Debemos completar la facultad de la memoria con un continuo ejercicio del pensamiento .., nada puedo inferir con exactitud de las relaciones conocidas, si mi memoria no me las representa todas en forma de un todo único e indiviso. 

Por tanto recorreré la serie … hasta que pueda ir desde el primero al ultimo con tal rapidez que, casi sin la ayuda de la memoria, capte el conjunto con un solo golpe de mirada.

De esta manera el autentico punto de partida de la filosofía, o bien del proceso de filosofar, adopta una disciplina basada en el respeto hacia las complejidades dinámicas mismas de la vida. Desde su punto de partida, el pensamiento filosófico se distingue de la experiencia común porque la filosofía no comienza con el estudio analítico de un objeto en particular, sino con una manera total de considerar el problema del destino y la pregunta por el ser. 

La dificultad permanente que debe vencer consiste precisamente en desarrollar su proceso sin el apoyo de entidades imaginadas ontológicamente, sin el cebo de una aprehensión inmediata y saturante de la realidad. En realidad, hacer filosofía es saber pensar en cámara lenta, y de forma metódica y racional, sobre la totalidad de la existencia y el ser. 

A la cuestión inicial que nos hemos planteado es, pues, legitimo responder que la filosofía es la integración – especial y técnica por su forma, universal y popular por su materia – de los esfuerzos jerarquizados de la vida humana para “realizar nuestro ser realizando los seres y el ser en nosotros,” es decir, conociéndolos, adaptándonos a ellos, y asimilándolos. 

No solo manifiesta siempre mas distintamente la compleja unidad de ese esfuerzo espontáneo, sino que también lo orienta y lo prolonga deliberadamente: no solo una imagen, un proyecto de la vida, sino que también contribuye a conducirla a su termino y a descubrir, a acrecentar sus riquezas, responsabilidades, y sanciones. 

Tal vez no siempre logra desde el primer momento hacer explicito todo lo implícito que hay en su proceder, ya que esa es la tarea que tiene por delante. Si es así, todo ello sucede porque solo estamos en el camino de la vida y no en el reposo de la visión estática y puntual.

La filosofía es el aprendizaje de la vida y de la muerte, de ser y no ser; es decir, la anticipación de la verdadera vida, de la vida que para nosotros es indivisiblemente conocimiento, pensamiento, emoción, y acción. La filosofía parte de esta solución de hecho para descubrir la incógnita determinando el movimiento y las profundas y misteriosas fuerzas que nos arrastran o el de las múltiples exigencias espontáneas que solicitan nuestra voluntad.

Ese es, precisamente, el punto de partida de la filosofía del karate tal cual lo enseñamos a nuestros alumnos en nuestros dojos desde hace muchos años. Se trata de formar gente de bien con independencia intelectual y emocional.

 

 

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