Beneficios de la Actividad Física Sobre el Autismo

Guillermo Laich
16/11/2025 18:25

 

El espectro autista o TEA presenta síntomas cuya gravedad varía ampliamente entre las personas.

 

La torpeza social y el desinterés por las actividades y relaciones sociales son características principales de varios trastornos psiquiátricos crónicos como la personalidad esquizoide, la esquizofrenia, y el autismo. Tales trastornos hacen que las personas que los padecen sean percibidas como extrañas, muy peculiares, o anormales. Estas personas muestran una excentricidad extrema a través de comportamientos que se alejan considerablemente de la norma general.

En la psiquiatría, el término “anormal” es aplicable cuando se presenta los siguientes síntomas: 1.- desviación de la normalidad en términos de ser diferente, extremo, raro, o bizarro; 2.- disfunción con alteraciones del funcionamiento en términos de autodestrucción, autosabotaje, etc.; 3.- malestar con sensación subjetiva desagradable en términos de estrés y distrés personal; 4.- peligrosidad para los demás y hacia uno mismo; 5.- alteración del juicio y del testeo de realidad; y 6.- deficiencias en el control de impulsos.

Las personas con trastorno de personalidad esquizoide presentan una falta de sentimientos y un desinterés por establecer relaciones con los demás a lo largo de su vida. Pueden desarrollar intereses solitarios y dedicarse a ocupaciones que no requieren interacción con otras personas. Sin embargo, estas personas son capaces de interpretar y comprender las emociones humanas, pero simplemente no les importan y prefieren estar solas. 

En esencia, la personalidad esquizoide se caracteriza por un patrón de distanciamiento social y una expresión emocional restringida que las hace parecer extremadamente extraños o peculiares.

Los síntomas clave del trastorno de personalidad esquizoide son los siguientes: 1.- no desea relaciones cercanas; 2.- prefiere la soledad; 3.- no tiene interés en la actividad sexual con otra persona; 4.- disfruta poco de las actividades grupales; 5.- carece de relaciones cercanas fuera de su familia; 6.- es indiferente a los elogios o las críticas; y 7.- presenta afecto aplanado (expresión emocional reducida o casi total ausente a través de expresiones faciales, tono de voz y lenguaje corporal, incluso cuando la persona experimenta emociones internamente).

En comparación y contraste, Las personas con trastorno del espectro autista tienen serias dificultades para apreciar, sentir, interpretar, o comprender las emociones humanas típicas. Debido a esto, también tienen dificultades para establecer contacto visual, relaciones emocionales cercanas, interactuar, y comunicarse con los demás.

La persona autista, al ser incapaz de comprender las señales emocionales más fundamentales y básicas, experimenta dificultades intrínsecas para comunicarse con los demás, salvo de forma rígida y poco natural. Por lo general, los comportamientos son típicamente ritualistas, inflexiblemente repetitivos, absorbentes, y no están orientados hacia un determinado objetivo.

Los niños autistas parecen ajenos a la presencia o a la atención de sus padres, a quienes a menudo tratan como completos extraños. Los niños con autismo nunca parecen reconocer las propias emociones y/o las ajenas, fenómeno conocido con el nombre de “alexitimia.” Al comenzar a hablar, pueden utilizar palabras inventadas (neologismos) o repetir lo que dicen los demás (ecolalia). Incluso pueden aprender a leer imitando a otros, pero sin comprender el significado de las palabras. En cambio, pueden preferir escuchar música y tararear melodías.

Los síntomas clave del autismo son los siguientes: 1. Déficits en la comunicación e interacción social (dificultades para mantener conversaciones recíprocas, compartir intereses y responder a señales sociales). 2. Déficits en la comunicación no verbal (dificultades con el contacto visual, el lenguaje corporal y la comprensión de gestos, expresiones u otras señales no verbales). 3. Dificultades para desarrollar y mantener relaciones (hacer o conservar amigos, o para jugar con otros jóvenes). 4. Movimientos motores o habla repetitivos (movimientos motores estereotipados o repetitivos (p. ej., aleteo de manos, balanceo); 5. Uso repetitivo de objetos o habla (p. ej., ecolalia, frases idiosincrásicas) e insistencia en la igualdad; 6. Angustia extrema ante pequeños cambios (adherencia inflexible a las rutinas, como tomar la misma ruta a la escuela o comer la misma comida todos los días); 7. Intereses muy restringidos y fijados (enfoque intenso o inusual en temas u objetos específicos); 8. Hiperreactividad o hiporreactividad a la información sensorial (aparente indiferencia al dolor o la temperatura); y 9. Reacciones adversas a sonidos o texturas específicas (tocar u oler objetos en exceso, o fascinación visual con las luces y el movimiento).

Desde que el DSM-5 integro las diferentes formas de autismo en un único espectro, cada día son diagnosticados un creciente número de casos. El autismo, trastorno del espectro autista, o TEA, según el DSM-5, es una condición del neurodesarrollo caracterizada por limitaciones en la interacción social, las habilidades comunicativas, y comportamientos repetitivos. Numerosos estudios han demostrado el impacto positivo de la actividad física y el deporte en personas autistas, así como la forma en que pueden beneficiarse de tal actividad en términos físicos, psicológicos, y sociales. 

Durante años se consideró que el autismo solo afectaba los factores psicológicos y las habilidades sociales, pero estudios recientes han demostrado que también afectan el aprendizaje y el control motor. No existe ninguna contraindicación para la práctica de ningún deporte, tanto acíclico como cíclico, en personas con autismo. No obstante, cada deporte aporta beneficios específicos y requiere ciertas adaptaciones.

El autismo tiene una prevalencia en la población general del 0,3-1,0% y abarca un amplio espectro de trastornos neuropsicológicos que afectan tanto al funcionamiento individual como al social. Tales personas presentan diferencias cualitativas y cuantitativas en la comunicación, la interacción social, los intereses, el procesamiento sensorial, y el desempeño motor.

La persona autista presenta una falta de comprensión del comportamiento de los demás, a modo de dificultades para considerar, interpretar, o reaccionar eficazmente a las señales sociales y afectivas, como la comunicación mediante el contacto visual o las expresiones faciales. 

El lenguaje verbal puede estar ausente, retrasado, o presentar características específicas en su estructura y contenido. Además, pueden existir déficits en el control sensoriomotor, la coordinación motora, así como en los movimientos repetitivos y estereotipados.

La actividad física o los programas deportivos, además de mejorar las habilidades sociales y comunicativas, pueden contribuir a mejorar la calidad de vida de la persona autista. El entrenamiento acuático se ha asociado con una disminución de las estereotipias, estas se presentan como la característica más afectada por la participación deportiva. 

En esencia, el impacto potencial de la participación deportiva es notable, con reducciones en las puntuaciones de autismo de hasta un 25% tras tres meses de actividad física regular.

Una amplia gama de actividades deportivas ha demostrado su eficacia para mejorar las habilidades sociales y comunicativas. Estas incluyen deportes de equipo como el baloncesto, el fútbol, y el balonmano, así como deportes más individuales como la natación, el tenis, la danza, las artes marciales, la equitación, el ciclismo, y el golf. 

Las actividades que implican interacción con animales, como la equitación, han demostrado ser particularmente eficaces para fomentar la interacción social. También se ha observado que los juegos deportivos en familia mejoran las habilidades comunicativas y lingüísticas.

Las personas autistas a menudo tienen dificultades para regular sus emociones, lo que puede manifestarse en respuestas inapropiadas. El autismo también se asocia frecuentemente con la ansiedad, derivada de sentimientos de aislamiento social, lo que, a su vez, puede aumentar el riesgo de depresión. Participar en actividades deportivas puede aliviar los síntomas de ansiedad y depresión. El patinaje y las actividades acuáticas también mejoran la regulación emocional.

La práctica deportiva también puede influir en otros factores psicológicos. Los programas de entrenamiento a corto plazo, por ejemplo, se han relacionado con mejoras en la autoestima. La autoeficacia, definida como la percepción que tiene una persona de su propia competencia, puede potenciarse mediante programas de entrenamiento que permiten regular la intensidad de la actividad.

Estudios recientes indican que el 87% de las personas con autismo presentan dificultades motoras, como problemas de control postural, marcha, destreza manual, o aprendizaje motor. El autismo también se asocia con dificultades en la expresión de la fuerza muscular, tanto en las extremidades superiores como inferiores, así como en la condición física general.

Las funciones ejecutivas de las personas con autismo pueden beneficiarse del deporte y la actividad física en general, si bien en este sentido algunas actividades pueden ser más ventajosas que otras. Los deportes colectivos como el baloncesto, que implican manipulación del balón, cooperación y procesos rápidos de percepción y toma de decisiones, activan procesos cognitivos superiores. 

De forma similar, los deportes de combate como las artes marciales mixtas (MMA), que requieren una rápida toma de decisiones, podrían mejorar la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva y, en menor medida, la inhibición psicomotora.

También se han observado mejoras específicas en las funciones ejecutivas tras entrenamientos centrados en aprender a montar en bicicleta. La adquisición de habilidades motrices tras aprender a montar en bicicleta se correlaciona con mejorías en la comunicación social. El tenis de mesa (ping-pong) también ha demostrado ser eficaz para mejorar las funciones ejecutivas. 

Finalmente, podemos afirmar que el deporte y la actividad física regular son componentes fundamentales en la calidad de vida de las personas autistas y sus familias. Es imprescindible integrar íntimamente la comprensión psiquiátrica del autismo con los principios de la fisiología y biomecánica del ejercicio. Sabiendo que la persona autista piensa en imágenes, el objetivo final consiste en crear un compromiso personal a largo plazo con los beneficios de la práctica deportiva a lo largo de la vida, y también como estilo de vida.

 

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