Karate, Budo, y el Sueño Olímpico

Guillermo Laich
03/04/2018 16:03

La historia se caracteriza por sentarse a un lado del tablero y permanecer atenta ante lo que acontece entre los contrincantes. Desde una posición neutra y ventajosa, estudia y valora las tácticas y las estrategias utilizadas. Uno será el gandor y el otro el perdedor. Así es como la historia registra, archiva, e interpreta lo sucedido. Ambos dedican años a su preparación, pero el juego permite y admite un único ganador. Si bien ambos tienen tanto para ganar como para perder, las profundas raices tradicional del judo y el karate hacen posible que exista tanto honor en una derrota como en una victoria.

Habrán transcurrido cincuenta y seis años desde el 1964, en que Japón organizo los Juegos Olímpicos de Tokio, hasta el 2020, en que Japón los organice nuevamente. El judo debuto como deporte olímpico en el año 1964. Si bien Japón domino tres de las cuatro categorías de peso - liviano, medio, y pesado - Anton Geesink (1934-2010) de Holanda gano la medalla de oro en la categoría sin limite de peso derrotando al Japonés Akio Kaminaga (1936–1993). 

Al comienzo de los juegos el primer ministro de Japon Eisaku Sato (1901-1975), quien ejerció su cargo entre 1964 y 1972, había declarado que Japón tenia que ganar la medalla de oro en las cuatro categorías “a todo costo.” Su política permitió a su país salir de la crisis en la que estaba envuelto desde finales de la Segunda Guerra Mundial y convertirse en una de las principales potencias económicas mundiales. En el año 1974 Sato recibió el Premio Nobel de la Paz.
 
Según los organizadores de las olimpiadas del 2020 la filosofía conceptual subyacente a todas las actividades descansara sobre tres principios fundamentales diseñados para transformar el mundo: 1.- intentar dar lo mejor de uno mismo (perfeccionar la propia persona); 2.- respetar y aceptar a los demás (unidad dentro de la diversidad); y 3.- establecer una tradición o legado que continúe en el futuro (conexión con los años venideros). 
 
En sincronía con las profundas raíces japonesas del budo, resulta fascinante la gran similitud que poseen los tres principios mencionados con el contenido del Dojo Kun. El Dojo Kun consiste de cinco afirmaciones verbales que son recitadas con orgullo y honor por todos los alumnos del dojo al concluir la sesión.
 
Su finalidad consiste en establecer, independientemente del grado o la experiencia que, el crecimiento personal, en términos de madurez mental, emocional, y espiritual lograda bajo la supervisión de un Sensei, debe extenderse fuera de los confines del dojo y hacia la vida real. Se trata de comprender y aplicar una filosofía de orden tradicional para determinar una forma de vida con base en el honor y el respeto hacia uno mismo y los demás. 
 
El Dojo Kun consiste de cinco frases: 1.- intentar perfeccionar el carácter; 2.- ser correcto, leal, y puntual; 3.- tratar de superarse; 4.- respetar a los demás; y 5.- abstenerse de procederes violentos. 
 
Por si solos, estos cinco principios representan una sólida y muy valida filosofía de vida. No hace mención alguna sobre ganar o perder ante un oponente externo, sino todo lo contrario. El Dojo Kun dirige los valores de sus principios hacia lo mas profundo del ser, hacia su andamiaje moral y espiritual. 
 
Los próximos Juegos Olímpicos del 2020, por primera vez, van a incluir la participación de múltiples estilos de karate en un formato deportivo. Sin duda alguna, existen posibilidades de que la rígida o semi-rígida estructura de tal formato cause la disolución de la filosofía marcial budo, que dio origen al karate, como un puñado de arena entre las manos. 
 
A partir de los Juegos Olímpicos de Tokio del 2020, surgirá una decisión salomónica y global de “aprobación” o “desaprobación” con respecto a la evolución futura del karate. Tal decisión determinara si el karate pasara a ser considerado en el ámbito olímpico como un arte marcial tradicional en base al budo, o como un deporte moderno donde la valoración se realiza mediante puntos, o bien como una conveniente hibridización entre arte y deporte, donde en el núcleo funcional figuren, en mayor o menor grado, la esencia de ambas polaridades. 
 
Sea como sea, un fracaso en la capacidad del karate para convencer sobre su validez universal no es una opción ni una alternativa viable. De hecho es una peligrosa y deshonorable posibilidad que no debe ser tomada a la ligera. En caso de producirse tal fracaso, inmediatamente se alzarían una multitud de banderas rojas a lo largo y ancho del mundo que compone el karate tradicional.
 
Sin lugar a duda, tales banderas tendrían un significado muy triste y negativo para todos aquellos que han dedicado gran parte de sus vidas al aprendizaje, el desarrollo, y el perfeccionamiento de la técnica y los valores inherentes al karate tradicional. 
 
Tal negatividad implicaría que, después de muchos años de practica y enseñanza del karate tradicional, quizás surja una nueva tiranía deportiva de base olímpica, en la cual el principio de “ganar como sea” elimine por completo el sentido de las tres directrices fundamentales para las olimpiadas del año 2020, así como las cinco afirmaciones contenidas en el Dojo Kun. A continuación también desaparecerían la historia, la esencia, y los valores internos inherentes al budo y el karate tradicional. 
 
En el karate tradicional con base en el budo el oponente externo es reducido a su minima expresión o no existe, y donde el mas formidable y peligroso oponente yace en el propio interior. Ganar o perder en la arena del budo no responde a un sistema de puntos cuantitativamente establecido a modo de un partido de futbol, sino a un profundo y silencioso sistema cualitativo de autentica y honesta comunicación interna. Un sistema colmado de honorables valores cuyo fin es crear hombres y mujeres de bien, desde la piel hacia dentro. 
 
Estas son las coordenadas del cuadrante en el cual se liberara el contencioso entre lo cuantitativo (juego deportivo / ganar ante un adversario externo, incluso a todo costo), y lo cualitativo (filosofía budo / ganar ante un adversario interno mediante principios, pero no a todo costo), para lograr la victoria. 
 
Resultara difícil, pero no imposible, encontrar una adaptación y/o solución inteligente y ecuánime que sea del agrado de todos. No obstante, y gracias a las profundas raíces tradicionales de Japón, existe luz al final del oscuro túnel. Solo es cuestión de reconocerla e implementarla correctamente como solo el pueblo japonés sabe hacerlo. 
 
Ruego observen detenidamente el video del combate entre Anton Geesink de Holanda y Akio Kamaniga de Japón en la final de judo (categoría de peso libre) en los Juegos Olímpicos de Tokio del año 1964. Ahí podrán observar como el judo, en una competición deportiva, logra conservar sus profundas raíces tradicionales basadas en el budo por parte de ambos competidores. (Internet: “First Judo Open Champion - Anton Gessink I Tokyo 1964 Olympics”).
 
El combate duro nueve minutos y treinta y tres segundos, y el vencedor fue Anton Geesink. El video muestra como al finalizar el combate, entrenadores y compañeros de Geesink intentan entrar en el tatami para felicitarle. Geesink inmediatamente elevo un brazo en alto y abrió su mano para detenerlos hasta haber concluido su protocolario y respetuoso saludo a Kamaniga, y también al pueblo japonés. (ver foto al comienzo del articulo). 
 
Tal perdida de honor en la categoría reina del judo causo que el publico japonés presente en el Budokan - de 15 mil personas - permaneciese sentado y en silencio, para luego levantarse y aplaudir brevemente, y a continuación sentarse nuevamente en silencio. El pueblo japonés no podía creer lo que acababa de suceder. Un occidental había ganado la categoría reina del judo olímpico, nada menos que en Japón.
 
En consecuencia al día siguiente todas las banderas japonesas fueron izadas a media asta en señal de duelo y luto. No obstante, y si bien el pueblo japonés había sido profundamente humillado, la actitud con base en el budo de Anton Geesink hizo que tal humillación fuese respetada y recompensada con el máximo de respeto, humildad, dignidad, y honorabilidad.
 
En esos momentos yo era un joven de 17 años y pude ver la competición en directo por la televisión de mi casa en San Francisco, California. En aquellos tiempos mi mente no estaba lo suficientemente desarrollada como para concebir y abarcar el budo tradicional en su debida dimensión. De hecho no comprendí la crucial actitud de Geesink hasta pasados mas de diez años.  Desde entonces mi mente ha conseguido madurar hasta llegar a un nivel mas avanzado.
 
Era el año 1977 durante una exhibición conjunta de judo y karate realizada en las instalaciones del INEF de Madrid, cuando tuve el honor de conocer personalmente y sentarme al lado de Anton Geesink durante todo el evento. Al estar varias horas junto a Geesink aproveche para preguntarle como logro derrotar a Kaminaga en el año 1964. Geesink bajo los ojos y miro hacia el suelo en señal de respeto, y luego permaneció en silencio durante unos segundos. En voz baja y clara, y en tono respetuoso, me respondió:
 
“He pasado mas de diez años entrenando Judo en el Japón y considero que Kaminaga era el mejor de los dos. Mientras cada uno buscaba una debilidad y/o ventaja, de repente Kamaniga comenzó a prestar mas atención a lo que le decía su coach o entrenador fuera del tatami que a mi. En un momento determinado, Kamaniga perdió su concentración, y ahí apareció la oportunidad que necesitaba.” 
 
“Kamaniga se giro rápidamente para intentar un lanzamiento pero logre neutralizar su técnica. A continuación se desequilibro y tome una de sus piernas para llevarlo al suelo. A continuacion pude aplicar kesa-gatame que es una técnica de control durante treinta segundos."
 
"Si el referee no hubiese parado el combate a los treinta segundos reglamentarios de inmovilización Kamaniga hubiese dejado su vida en el tatami. En semejanza a un samurai, Kaminaga estaba dispuesto a sacrificar honorablemente su vida antes de sufrir una deshonorable derrota ante Japón y el mundo entero” 
 
En ese momento comprendí el significado del budo en su totalidad. 
 
Todo lo sucedido apuntaba a que en las competiciones deportivas olímpicas, sean de judo o karate, existe la posibilidad de conservar los conceptos y valores centrales del budo. En tal caso, el enorme peso inherente a tales valores pesan considerablemente mas que cualquier titulo y/o medalla. 
 
Es mi mas sincero deseo, y quizás también el de muchas personas mas que, el karate deportivo olímpico continúe aplicando las profundas y honorables líneas que definen la historia, el carácter, la actitud, la conducta, la humildad, la introspección, la tendencia a la mejoría personal, y los extraordinarios logros deportivos japoneses.
 
No obstante, si en el verano del año 2020 semejante proeza fracasa, si los tres y los cinco principios fundamentales inherentes a los juegos y el Dojo Kun, respectivamente, no son respetados y si las competiciones se convierten en un “ganar como sea,” - sin mas - entonces me temo que tal vez el karate debería haber permanecido sentado a un lado del tablero – en estado de respetuosa y pasiva expectación – antes de decidir perseguir el sueño olímpico. 
 
 
 

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