Neurociencia y Psiquiatría Deportiva

Guillermo Laich
27/07/2012 19:06

Conceptos básicos para entender la mente humana.

Aunque nuestro encabezamiento suene como algo muy complejo, en realidad no lo es. Las palabras “neurociencia” y “psiquiatría” solo sirven para definir con claridad dos áreas de interés medico y científico. La neurociencia estudia la estructura, función, desarrollo, química, farmacología, y patología del sistema nervioso. La psiquiatría es la parte de la neurociencia que estudia la salud mental desde un punto de vista medico, ocupándose de las manifestaciones mas serias conocidas como trastornos mentales.

Estos últimos son colecciones de síntomas que se agrupan para conformar síndromes, pudiendo estos ser mentales, de conducta o de relación, y que causan malestar, disfunción, o el riesgo de sufrir dolor, inutilidad, muerte, o perdida de la libertad. La mayoría de los trastornos mentales se manifiestan en la esferas de lo emocional y lo conductual, mientras una minoría afectan a los mecanismos del pensamiento. A menudo la psiquiatría se confunde con la psicología. Esta ultima estudia la mente y el comportamiento desde un punto de vista humanístico, mientras que la psicología médica lo hace desde una perspectiva medica.

Por salud mental entendemos la capacidad del individuo, el grupo, y el medio para interactuar entre si de manera que se promueva la sensación subjetiva de bienestar, la utilización y el desarrollo de las habilidades mentales, conductuales, y de relación, permitiendo a su vez el logro de objetivos individuales y colectivos en condiciones de igualdad y justicia.

Los trastornos mentales se pueden abordar desde varios puntos de vista. Primero, los síntomas deben de consistir en algo más que una reacción normal ante un evento cotidiano; y segundo, no se pueden considerar como trastornos mentales a todas esas conductas que reflejan conflictos entre el individuo y la sociedad en términos de ideologías religiosas o políticas. Además, se caracterizan por el hecho de tratarse de procesos y no de personas donde a menudo no existen limites bien definidos entre la enfermedad y la normalidad, y donde por regla general no existen diferencias con otras enfermedades medicas tipo hepatitis o nefritis, ya que todas ellas poseen una base biológica.

Por lo general, para que una conducta sea considerada anormal deben de estar presentes los siguientes factores: desviación, disfunción, malestar, y peligrosidad. Por desviación entendemos la existencia de un claro desvío de la normalidad. La disfunción se refiere a la presencia de una o varias alteraciones del funcionamiento. El malestar consiste en una sensación subjetiva desagradable. Finalmente la peligrosidad consiste en la existencia de una agresividad descontrolada hacia otros y hacia uno mismo.

La normalidad es un concepto de difícil definición. En muchas ocasiones lo normal representa un termino medio donde se encuentra la mayoría. Tal definición no es del todo apropiada ya que una persona de la talla de Albert Einstein se encontraba lejos de la normalidad, incluso aparentaba manifestar ciertos desvíos extraños en su personalidad, pero no se le podía considerar como un enfermo mental. En cierta manera, su superioridad intelectual le convertía en una persona anormal, pero esa misma anormalidad era aceptable y beneficiosa por y para la humanidad. Otro sentido que se le otorga al termino normal consiste en representar un estado ideal. En tal caso la persona normal seria la que funciona y actúa de manera optima según sus capacidades. No obstante utilizar este termino resulta excesivo, ya que pocos somos capaces de lograr un optimo desarrollo y equilibrio intelectual y emocional en todas nuestras acciones y relaciones de manera consistente.

En psiquiatría el concepto de normalidad se refiere esencialmente a la capacidad o incapacidad de actuar, según las exigencias adaptativas de la vida. Sigmund Freud quizá sea quien mejor ha definido el concepto de salud mental. Nos referimos al concepto de “lieben und arbeiten,” o sea “amar y trabajar.”

Puede que una persona sea muy inteligente o que acuse un leve retraso intelectual, puede que sea gregaria y extrovertida o bien tímida e introvertida, puede que lleve una vida típica y sin sobresaltos o una vida bohemia y poco convencional. No obstante, todo lo anterior no significa que la persona padezca una enfermedad mental.

Según todo lo anterior un ser humano posee salud mental si aprendió a amar y a ser amado por otro ser humano, si ha logrado adaptarse a la vida y a sus congéneres, y si es capaz de trabajar con respeto y productividad en una profesión que le satisface. Únicamente cuando se es incapaz de adaptarse y funcionar a un nivel aceptable según sus habilidades intelectuales, emocionales, y sociales - tanto en el ámbito personal como en el laboral - podemos considerar la presencia de una desviación de la normalidad y por lo tanto la presencia de una enfermedad mental.

A pesar de lo expuesto la psiquiatría y el tratamiento de las enfermedades mentales pueden prestarse a serios errores conceptuales. Quizá usted este leyendo este articulo porque algún amigo, pariente, o quizá usted mismo ha padecido una enfermedad psiquiátrica. Siendo así, es posible que se plantee una serie de preguntas: ¿por qué ha sucedido esto? ¿qué he hecho para merecer tal cosa? ¿es mi enfermedad de orden genético? ¿lograre recuperarme? ¿cómo explico esto a mis familiares y amigos?

Para comprender la esencia de la enfermedad mental debemos considerarla como lo que es – una enfermedad como cualquier otra. En tal caso estamos ante una enfermedad que afecta al sistema nervioso y donde consecuentemente se afectan el pensamiento, las emociones, el comportamiento, en vez de cualquier otro órgano. Tales personas, en virtud de su enfermedad, merecen comprensión, tolerancia, compasión, paciencia, y un tratamiento medico ya que la enfermedad es causada por la existencia de una aberración neuroanatómica, neurofisiológica, o neuroquímica, y no por errores éticos o morales, o por deseos de ser una persona cruel y difícil. En realidad, los familiares de un enfermo psiquiátrico no tienen mas razón para sentir culpa y vergüenza que los familiares de un diabético.

Si bien la neurociencia deportiva es una ciencia de reciente aparición en el mundo del deporte la psiquiatría deportiva también lo es. Teniendo en cuenta que los deportistas pueden presentar trastornos psiquiátricos mas o menos con la misma frecuencia que la población general, ambas disciplinas aplican las ciencias médicas de la psiquiatría y la psicología médica al mundo del deporte mediante la utilización de un modelo biopsicosocial.

A continuación se detallan algunos de los objetivos de la psiquiatría y la psicología medica deportiva: prestar servicios en cuanto al rendimiento de deportistas individuales y equipos; tratamiento de los trastornos psiquiátricos de estos; lograr una máxima cohesión de equipo sin sacrificar los valores individuales; optimizar el proceso de recuperación psicológica post-lesiones; readaptar y reinsertar psicosocialmente al deportista después de una dilatada carrera profesional; adaptarle al estrés de los entrenamientos en pre, intra, y post temporada; optimizar la motivación individual y colectiva; tratar los trastornos de la alimentación creados por las exigencias de dar un peso competitivo determinado; tratar las actitudes obsesivas-compulsivas respecto al adelgazamiento y el ejercicio; y adaptar al deportista a las exigencias del alto rendimiento en todas sus modalidades. Cómo se puede apreciar el tema es tan interesante como amplio y profundo.

En esencia se trata de poder responder a las inquietudes y preguntas de los lectores, desnudando los secretos más íntimos de nuestra mente. Desde el alba de nuestra especie, el ser humano se ha enfrentado en todos los tiempos y lugares a un núcleo de pensamientos, emociones y pulsiones ingobernables que a menudo actúan de manera espontánea, imprevisible, y confusa. Desgraciadamente la ciencia ha sido incapaz de ayudarles. Pero una cosa si sabemos y con suma claridad, que son las emociones espontáneas e irracionales las que motivan al atleta para jugar y competir al máximo de sus posibilidades ante un adversario formidable, no tanto sus pensamientos racionales. Sin emoción no hay pasión, y sin pasión no hay deseo ni motivación. Y es justamente ahí, en las profundidades del cerebro emocional y en las emociones, donde comienza nuestro estudio de la mente de los deportistas.
Hipócrates, el primer medico del mundo occidental, planteo en el año 450 a. De C., que las emociones emanan del cerebro. Tenia razón, pero pasaron dos mil quinientos años sin que la medicina ofreciese nada sobre los detalles íntimos de la vida emocional humana. Los asuntos del corazón eran temas exclusivos de la creatividad y el arte: la literatura, la música, las canciones, la poesía, la pintura, la escultura, la danza ... hasta hoy.

Durante los últimos veinte años se ha asistido a una explosión de descubrimientos científicos acerca de la evolución y las funciones del cerebro; la punta de una afilada lanza de una revolución que promete cambiar la forma en que pensamos y sentimos sobre nosotros mismos y los demás, nuestras relaciones, nuestros hijos, nuestra sociedad, y también sobre nuestros actos deportivos.

Por fin, la ciencia puede dirigir su penetrante mirada a modo de un láser hacia las preguntas mas antiguas de la humanidad y dar respuestas validas. Sus revelaciones están a punto de echar por tierra mas de un supuesto moderno acerca del funcionamiento interno de las emociones y también sobre nuestro funcionamiento psíquico global.

Las versiones tradicionales de la mente sostienen que la pasión es una reminiscencia molesta del pasado salvaje de la humanidad, y la subyugación intelectual de la emoción es el triunfo de la civilización. Siguen a esto lógicas aunque dudosas derivaciones: la madurez emocional es sinónimo del control emocional. A menudo las escuelas pueden enseñar a los niños a perder habilidades emocionales del mismo modo que les imparten clases de geometría o historia. Para sentirte mejor, debes superar con el pensamiento a tu obstinado y recalcitrante corazón. Eso dice la convención. En ausencia de emoción y pasión no hay dirección ni sentido vivencial alguno y por lo tanto tampoco un rendimiento personal o competitivo.

Donde chocan intelecto y emoción, el corazón a menudo muestra la mayor sabiduría. En un interesante y agradable giro en redondo, la ciencia – la mano derecha de la Razón – lo esta demostrando. La antigua arquitectura emocional del cerebro no es un pesado estorbo animal que nos mina el rendimiento. Al contrario: es nada menos que la clave de nuestro éxito personal y colectivo – la mismísima clave de nuestras vidas. Como se puede apreciar, dos cosas fundamentales se unen aquí, la pasión contemplativa del filosofo y el rigor intelectual explicativo de la ciencia para organizar la realidad.

Vivimos inmersos en fuerzas invisibles y mensajes silenciosos que conforman nuestros pensamientos, decisiones, acciones, y destino. Como individuos y como cultura, nuestras posibilidades de felicidad y éxito dependen de la capacidad que tengamos para descifrar un mundo oculto que gira – invisible, improbable, inexorablemente - alrededor de nuestras emociones y pasiones. Del nacimiento a la muerte, las emociones no son solo el foco de experiencia humana si no también la fuerza vital de la mente.

Los más valientes y los que más coraje poseen no son los que más odian si no los que mejor interpretan sus emociones mediante el establecimiento de una intima relación de amor entre lo que creen, representan y defienden, Las emociones determinan nuestro estado se animo, estabilizan los ritmos corporales, y cambian la estructura cerebral. La fisiología corporal garantiza que las relaciones determinen y fijen nuestra identidad. Las emociones nos hacen lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Las buenas emociones nos puede convertir en un mejor ser humano, en el competidor mas formidable y temible, o en la persona mas despreciable, perdedora, y cobarde. En la mayoría de los casos las buenas emociones suelen ser el mejor remedio o tratamiento.

Durante los largos siglos en que la ciencia estuvo inactiva, la humanidad se apoyó en la filosofía y las artes para explicar los misteriosos e indescifrables caminos de la emoción y los sentimientos. Si bien ahondamos en el terreno de la ciencia, no por ello nos alejamos del humanismo, lo cual aporta significado a este viaje personal. A menudo las ideas de los investigadores y los empiricistas se unen a las de los artistas, poetas y filósofos. Sus puntos de partida respectivos pueden ser dispares, pero las voces y los conceptos se alzan y convergen hacia un objetivo común – la adaptación y optimización de la mente humana en su actividad vital, incluida la deportiva. 

Añadir un comentario:

Nombre:

E-Mail: (no será público)

Comentario:

Enviar >>