Tres Caras de la Envidia

Guillermo Laich
10/06/2019 21:56

 

“Del mirar se pasa al admirar, donde no hay pasión, que si la hay, luego degenera; y cuando no puede llegar a la emulación, se convierte en la poquedad de la envidia.”  

 

LA ENVIDIA

Usted se ha quedado de una pieza! La promoción profesional fue concedida a un mediocre sicofante en vez de a quien realmente la merecía – usted! 

La semana pasada se levanto temprano para llegar a las ocho en punto a la empresa, todo con el fin de ser visto trabajando en su oficina por nuevo jefe. Además, ha contribuido con los demás compañeros para comprar al jefe un distinguido regalo, dentro del cual Vd. Inteligentemente coloco una de sus tarjetas profesionales. Los demás compañeros hubiese hecho lo mismo para llamar la atención, pero desde luego no son tan astutos como usted. En resumen, quien diablos desea trabajar para un jefe tan talentoso y agrandado, si usted es mucho mejor e incluso posee mucha mas experiencia. 
 
El día siguiente usted llama a la empresa para decir que se encuentra enfermo y permanecerá en su casa varios días. Utiliza esa táctica para hacer pensar al jefe que sin su presencia existe un vacío en la empresa y que se arrepentirá de no haberle otorgado el ascenso a usted. Además, quien demonios es ese compañero que fue elevado de categoría sin tener en cuenta sus múltiples talentos y conocimientos? La verdad que no le cae bien el ascenso el otro y no se alegra para nada de los logros de su compañero. Es mas, en vez de alegrarse y felicitarlo, se disgusta profundamente a la vez que le desea lo peor. 
 
En tal caso su perfil psicológico se corresponde con el de un reverendo envidioso y, además, seguramente padece un profundo complejo de inferioridad. Una y otra vez es incapaz de alegrarse por los logros y los triunfos de los demás y, en consecuencia, sufre, de forma simultanea y comorbida, tres síndromes que poseen un característico núcleo de corte envidioso.
 
Los tres síndromes, además, tienden a asemejarse mucho entre si y son los siguientes: 1.- El Síndrome de Procusto; 2.- El Síndrome de la Amapola Alta; y 3.- El Síndrome de la Caja de Cangrejos. 
 
En la Antigua Atenas un sicofante o sicofanta era un denunciante profesional. Generalmente cobraba del interesado en denunciar, que no deseaba hacerlo por sí mismo. Eran conocidos y temidos por las personas honradas que siempre podían verse envueltas en una falsa denuncia. Su abrasivo y calumniante mecanismo de acción social era - y aun es - una especie de asesinato social, muy semejante al del vituperio ejercido por ciertos criticos, locutores, escritores, y periodistas que padecen uno o incluso una combinacion de los tres sindromes mencionados.
 
A pesar de las fuertes multas que recaían sobre los falsos delatores, los sicofantos llevaban a menudo, y a igual que en la actualidad mediante la circulacion de falsas noticias, carreras bastante lucrativas. Por extensión, el término sicofante/a designa a un individuo bajo y despreciable, que busca obtener una posición o estatus personal mediante adulación hacia otras personas que comúnmente disponen ya de ciertas influencias y estatus social o tribal. 
 
La envidia es universal porque es ubicua. Ubicuo significa que está presente en todas partes del mundo al mismo tiempo.  En esto es fácil coincidir sin mas interpretaciones y/o argumentos. Pero cuando digo que la envidia es universal, existe el peligro de pensar que la envidia forma una especie de pensamiento, sentimiento, o comportamiento universal que todo ser humano comprende y expresa por igual en cualquier parte del mundo. Lo cual no es cierto. Por eso cuando digo que la envidia es universal, me refiero a que no esta ligada a ningún país en particular o a ningún periodo especifico de la historia o del tiempo. 
 
La envidia es el deseo producido por el sentimiento acuciante de hallarse falto de algo que otro posee. De hecho, y viéndolo desde otra perspectiva, la envidia puede ser considerada por el envidiado como un potente sentimiento de admiración manifestado por el envidioso. 
 
Los japoneses dicen que todas las personas tienen tres caras: la primera es la que se muestra a los demas; la segunda solo se muestra a los seres mas queridos y cercanos; y la tercera no se muestra a nadie mas que a uno mismo. Esa ultima cara pertenece exclusivamente al dominio interno de uno mismo y quizas represente el unico y mas fiel reflejo de quien de uno es de verdad: un celoso, un envidioso, un rabioso, un resentido, etc. Esa tercera cara sera la que determine si su dueño gozara de la mas serena y duradera paz y felicidad , o si liberara una encarnizada y destructiva batalla interna … que incluso le puede costar la vida. 
 
La envidia es tan antigua como la raza humana y constituye una parte integral del ser humano, como el corazón, el hígado, el cerebro, la alegría, y la ira. El mas bruto y analfabeto salvaje de las parte mas desolada de la tierra, que en muchos aspectos llega a ser bastante inferior a los animales que comparten con el su soledad, que ni siquiera sabe construirse un lecho ni comer con cubiertos, ha desarrollado un sentimiento de envidia propio. Jamás ha existido una raza humana que estuviera completamente desprovista de alguna forma de envidia.
 
Esto es precisamente lo que quise decir hace unos momentos, cuando comente que la envidia era universal. Pero casi nadie se siente suficientemente capaz de comprender tales razonamientos. A igual que la moral, la envidia es sencillamente una cuestión geográfica que abarca tanto latitud como longitud. De hecho, resulta sumamente dificil encontrar un ser humano carente de envidia y que autenticamente se alegre de los desarrollos y logros ajenos. 
 
En cuanto a las curiosas clasificaciones y divisiones modernas de la envidia, he de manifestar que no las empleare rigurosamente a fondo ni en su total complejidad – esencialmente porque muchas veces no queda muy claro lo que significan. En este articulo solo admito tres divisiones en el sentir y la manifestación de la envidia: 1.- el Síndrome de Procusto; 2.- el Síndrome de la Amapola Alta; y 3.- el Síndrome de la Caja de Cangrejos. Cada uno de ellos posee sus mayores e ilustres exponentes en tres países distintos y que, con el fin de proteger al inocente, no los mencionare. 
 
El objeto, o mas bien sujeto, envidiado suele ser otra persona o personas cuyo valor como ser humano es claramente superior al del envidioso. En semejanza al pintor holandés Vincent van Gogh (1853-1890), es muy probable que la persona con tal valor posea un don especial o una estatura cultural que haga sombra o eclipse – de una forma u otra, y en mas o en menos - a los demás.
 
Si bien Vincent van Gogh padecía un grave y complejo trastorno mental y Luis van Beethoven se negara a descubrirse delante de un rey, en el momento en que uno de ellos embadurne sus lienzos con sus coloridas pinturas y el otro logre encontrar una idónea secuencia de notas musicales, ambos se elevan hacia un escalón creativo superior, y no conocen ni reconocen otra ley distinta de la que les ordena su propio ser a través de su singular don. 
 
La palabra “envidia” procede del latín “envidia” que significa “mirar hacia” o “mirar mal.” Consiste en un profundo dolor cargado de ira y hostilidad en respuesta a las capacidades o los beneficios obtenidos por otro, incluso si no los no deseamos para nosotros. No obstante, cuando lo que se pretende es su posesión de forma exclusiva, se trata de celos. Es evidente que en los celos existe mucho mas amor propio que amor al prójimo, y ninguna evidencia relacionada con la ausencia de traición logra tranquilizar la furia silenciosa e incontrolable del celoso.
 
Esto hecho se debe a que en el amor, así como en el arte y la ciencia, no existe la prueba negativa. De ahí que el origen de la palabra “celo” se remonta al latín “zelus,” ardor, que a su vez venia del griego “zeo,” hervir. Es así como el celoso “hierve de ira” al sentirse inferior ante el talento o la capacidad de otro que le hace sombra.
 
La envidia es una especie de desesperación por adquirir el bien que vemos ya ocupado por otro, con una fuerte inclinación a odiar al que parece secuestrárnoslo. El deseo de despojar a otro nos hace olvidar el de poseer lo que posee, de suerte que la envidia propiamente reactiva de poseer lo que no se tiene, se convierte en la envidia casi maligna de privar de ello a alguien o no alegrarse cuando lo obtiene. Curiosamente, la peor envidia suele ser la que manifiesta la persona grande, que no tolera en el pequeño la menor sombra de grandeza. 
 
Por "grandeza" nos referimos a un estado de superioridad que afecta a una persona o un objeto en un determinado lugar o área. La grandeza también puede hacer referencia a los individuos que poseen una capacidad natural para ser mejores o llegar mas lejos que todos los demás. La devaluación o negación del otro es a menudo una defensa contra la propia envidia.
 
En tal caso, el yo ideal fantaseado del envidioso compensa sus sentimientos de frustración, rabia, y envidia, mientras que la imagen inaceptable de si mismo es disociada y proyectada hacia el otro – o sea, hacia el envidiado. Metafóricamente hablando, a igual que una polilla roe el tejido de una prenda, la envidia consume desde su interior a aquel que la padece.
 
EL SINDROME DE PROCUSTO
 
La envidia humana da lugar a muchos comportamientos inmaduros e infantiles que dejan mucho que desear. La incapacidad y/o la negación (consciente o inconsciente) para reconocer como válida y/o excelente las ideas y los logros de otro, el temor a ser superado personal y/o profesionalmente, los celos y la envidias creadas por la sensación de techo o limite de las propias limitaciones … todo ello nos puede llevar a reaccionar de forma inmadura e infantil ante las aportaciones y/o ideas de otro cuya habilidad es – indudablemente - mayor. Lo ideal seria admirar y aprender de quienes son mejor que uno, pero tales casos se dan muy esporadicamente. 
 
En tal caso, y mediante un acto objetivo de comparación (relación de semejanza entre dos o más cosas) y contraste (relación de diferencia entre dos o mas cosas), y entre una persona y otra, puede dejar en evidencia la propia mediocridad y sensación de fracaso. Nos estamos refiriendo al Síndrome de Procusto: personas espiritualmente e intelectualmente pequeñas, ademas de profundamente acomplejadas, y a quienes les cae fatal que el otro sea mejor y/o sobresalga mas que el o ella.
 
Según la mitología griega, Procusto era un posadero (propietario o encargado de una posada) cuyo negocio se ubicaba en las colinas de Ática en el sur de Grecia. Era ahí donde Procusto ofrecía posada a los viajeros. Allí los invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras los viajeros dormían, los amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. 
 
Si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, procedía a cortar con una sierra de mano las partes del cuerpo que sobresalían: los pies, las manos, o la cabeza. Si, por el contrario, era de menor longitud que la cama, lo descoyuntaba a martillazos hasta alongarlo. Otras versiones cuentan que nadie coincidía jamás con el tamaño de la cama porque Procusto poseía dos: una era exageradamente larga y la otra era exageradamente corta, o bien una de longitud ajustable. Todo ello para lograr humillar al otro.
 
Con el tiempo se encontró con el héroe Teseo, quien invirtió el juego y retó a Procusto a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama. Cuando el posadero se hubo tumbado, Teseo lo amordazó y ató a la cama y, allí, lo torturó para “ajustarlo” como él hacía con los demás. De hecho, cortó a hachazos los pies y la cabeza de Procusto. 
 
A través de los años, la literatura ha utilizado la figura de Procusto para señalar y definir la intolerancia a la diferencia, especialmente a ser superado o sentirse inferior. También aplica a aquellas almas oscuras de mala vida que, de forma consciente o inconsciente, plagia y/o roban las ideas y sueños de otros, y los adaptan a sus limitaciones mentales para decirles que no se puede, que son unos ilusos, y que nunca alcanzarán las metas que se proponen.
 
Tienen miedo de conocer a personas a las que les va bien, que son activas y proactivas, que poseen más conocimientos, capacidades, experiencias, sensibilidad, o iniciativas que ellos. Si lo encuentran, les invade una inmediata y desagradable sensación de desconfianza y malestar. Enfocan sus energías en limitar las capacidades, creatividad e iniciativa de otros para que no queden en evidencia sus propias carencias; son capaces de modificar su posicionamiento inicial si, con ello, logran deslegitimar y poner en evidencia al otro. Ademas, y suelen buscar la complicidad de otros que padecen el mismo sindrome para que, entre todos, logren acabar con aquel que destaque más que ellos.
 
El síndrome de Procusto define claramente a aquellos que, al verse superados por el talento de otros, deciden menospreciarlos y hacerles el vacio. Incluso poner distancia y deshacerse de ellos. El miedo y la amenaza que siente su fragil ego los lleva a vivir en una continua mediocridad, donde no avanzan ni dejan que otros lo hagan. Si bien los individuos con este sindrome pueden hallarse en cualquier parte del mundo, suelen surgir uno tras otro y concentrarse en algunos países habilmente disfrazados de cultos pero socialmente caóticos donde todo vale con tal de destacar y hundir al otro … especialmente al que sobresale.
 
Podemos encontrar huellas del Síndrome de Procusto en todos los ámbitos, desde la empresa a la política, el deporte o la educación. Está presente en cualquier organización, pública o privada. Son muchos los que ansían el poder, ya sea tratando de alcanzarlo por méritos propios o degradando a los que pueden competir con ellos. Todos conocemos a alguien de nuestro entorno que se comporta de esta manera mezquina y ruin, conscientemente o no. Ahora bien, ¿cómo detectarlos a tiempo? Los siguientes tres grupos de sintomas nos aclaran el panorama:
 
1.- Muestran envidia, inseguridad, y un sentimiento de inferioridad. Este tipo de individuos se ven amenazados por quienes ellos creen que podrían superarlos. Que alguien presente ideas mejores que las suyas podría dejarlos en evidencia frente a un superior. El miedo a perder su posición, sueldo, poder, o jerarquía subyace en estos casos.
 
2.- Están constantemente a la defensiva y regulan hacia abajo. Es posible que se trate de alguien que se siente poco creativo, no tan inteligente, menos talentoso que otros. Cuando se ven frente a una amenaza, una de las soluciones a las que recurren es tratar de adelantarse a su rival. Pero carecen de recursos para superarse a ellos mismos, de modo que en lugar de esforzarse y potenciar sus capacidades, tratan de limitar las de los otros. Piensan que así terminarán siendo todos iguales.
 
3.- Son personas eminentemente egocéntricas que descalifican y acaparan tareas. El nivel de competitividad con el que se trabaja en ciertos entornos implica para algunos querer ganar a toda costa. Más de uno asume proyectos para los que no tiene tiempo ni preparacion con tal de que no se los asignen a un compañero que pueda sorprender haciendo un trabajo de mayor calidad en menos tiempo.
 
En ese culto e histórico país que es Holanda existe un dicho o frase que expresa claramente la esencia del Síndrome de Procusco: “La hoja de hierba que mas rápido crece y mas alta es, será la primera en ser cortada.” Es asi como se manifiesta el Sindrome de Procusto - cortando la cabeza al que sobresale o intenta sobresalir.
 
EL SINDROME DE LA AMAPOLA ALTA
 
Este síndrome se asemeja al anterior en que se aplica cuando uno es despreciado y/o odiado por destacar sobre los demas. Sin referirnos precisamente a la envidia, para algunos es difícil apreciar sinceramente las virtudes de otro, sin sentirnos mal por ello. Este síndrome tiene que ver con lo que se denomina el Síndrome de Alta Exposición o Síndrome de la Amapola Alta.
 
El síndrome hace referencia a que cuando las personas destacan demasiado en algún área estas generan una profunda sensación de odio, desprecio, y rechazo en los demás. Esa sensación está relacionada con el hecho de que el éxito de los demás hace que las propias limitaciones se hagan más visibles. De ahí que al síndrome de alta visibilidad o exposición también se le llame “Síndrome de la Amapola Alta.” Esto es porque la lógica que impera es la de cortar aquellas flores que crezcan más que otras, para que las demás no salgan perdiendo por comparación. La foto que encabeza este articulo expresa claramente este concepto.
 
La tirania politica es un claro ejemplo sobre como se aplica este sindrome. Toda tiranía política jamas permite que surjan figuras destacadas que puedan verse superiores, en algún sentido, a quien detenta el poder absoluto o autocracia. En el ámbito de la política es muy frecuente que busque desprestigiarse a quien desafía el status quo o al establecimiento. Sin embargo, el síndrome de alta exposición no es algo que se limite a los asuntos de gobierno.
 
En el día a día vemos cómo se nos invita a destacar por encima de los demás, pero al mismo tiempo se nos imponen límites y restricciones sumamente precisos. La idea es que uno se adhiera a unos parámetros determinados – tanto en limite como restriccion - de lo que significa ser exitoso. El síndrome genera consecuencias en por lo menos dos dimensiones que veremos a continuacion. 
 
La primera tiene que ver con lo señalado. Hay una tendencia, casi natural, a no permitir que alguien destaque demasiado, ya que genera inseguridades o crea la sensación de amenaza en los demás. Por lo tanto, a quienes destacan, muy frecuentemente se les critica con excesiva severidad, o bien se les exige mucho mas de lo que pueden dar. Todo ello para que se agoten y se quemen (burnout) o autodestruyan (depriman) en el proceso. Todo esto realizado con el único fin de minimizar el valor y la visibilidad tanto de su talento como de sus logros.
 
La segunda consecuencia del síndrome de alta exposición es que le va enseñando al resto de las personas a tener miedo de destacar. Tal condicionamiento tambien se conoce como "miedo o temor al exito." Precisamente por todo lo dicho, las personas aprenden, más implícita que explícitamente, que estar por encima de los demás puede molestar a los demás e incluso ponerlos en riesgo. El resultado final suele ser hacerse pasar por tonto y pretender lo minimo posible para evitar las brutales represalias. 
 
Ahora bien: ¿en riesgo de qué? En riesgo de rechazo, de cuestionamiento, de crítica, de amenazas, de descalificación, de vituperio, de calumnias, de injurias, e incluso de ostracismo.
 
Por lo tanto, muchos asumen la errónea filosofía que lo correcto seria intentar pasar desapercibido y no destacar en ninguna circunstancia. Asumen el “bajo perfil” como una norma y les aterra verse expuestos a los ataques y desaires de los demás. De una u otra manera, terminan siendo adiestrados para no desafiar lo establecido dentro de la mas gris e inerte mediocridad. Todo esto representa una autentica degeneracion de tipo social ya que en tal proceso se pierden o se apagan capacidades, se dejan de lado grandes talentos, se renuncia al éxito mismo, y se fomenta la existencia de una patologica autocracia en base a la mediocridad.
 
EL SINDROME DE LA CAJA DE CANGREJOS
 
¿Cuál seria su primera reacción al enterarse de que a otra persona, amiga o no amiga suya, le esta yendo muy bien en la vida? Seguramente seria una reacción negativa, esencialmente porque el otro paso de tener relativamente poco a tener relativamente mucho, mientras que usted permaneció igual o empeoro miserablemente. Muy pocas personas realmente se alegran de la buena dicha de los demás, y de hecho la mayoría se cuestiona cómo alguien en las mismas circumstancias fue capaz obtener aquello que ellos no tienen. El Síndrome de la Caja de Cangrejos no es un mito, es una realidad de la sociedad actual en ciertos paises.
 
El Síndrome de la Caja de Cangrejos se manifiesta de dos formas distintas: 1.- cuando alguien al no lograr sus objetivos o subir de categoria, culpa a la sociedad de sus fracasos personales, creyendo paranoicamente que todos conspiran contra el; y 2.- cuando alguien destaca claramente sobre los demas y hay que bajarlo nuevamente hacia los confines de la mediocridad.
 
Este concepto en realidad fue desarrollado por Sigmund Freud (1856-1939) cuando observo lo que sucedía en una caja llena de cangrejos. Cuando algún cangrejo intentaba trepar por el costado de la caja con el fin de escapar a la masa mediocre que yacía en el fondo, el resto inmediatamente lo tomaban de las patas traseras – o por donde sea - para introducirlo nuevamente en la caja y luego pisotearlo a modo de castigo. El Síndrome de la Caja de Cangrejos es aplicable en nuestra sociedad actual - y en el día a día - ya que la envidia sigue siendo, y será, un sentimiento humano básico. 
 
CONCLUSION
 
Por lo tanto, las tres caras de la envidia, en forma del Síndrome de Procusco, el Síndrome de la Amapola Alta, y el Síndrome de la Caja de Cangrejos, definen claramente tres características negativas, retrogradas, y fundamentales de una sociedad actual mediocre y enferma. Una sociedad donde la capacidad y la excelencia es mal vista. Una sociedad donde toda persona culta, educada, y competente molesta enormemente a los demas, y de hecho es brutalmente ridiculizada y/o rechazada. Todo ello apunta a un sistema social fallido y característicamente chato, donde todo es lento, pomposo y por recomendación.
 
Miren nuevamente la bonita foto que encabeza este articulo y comprenderán el por que de todo esto que estamos hablando: la persona, la amapola, o el cangrejo que logra crecer o llegar mas rápido y mas alto que los demás … será el primero en ser cortada/o por las tijeras.
 
Admítalo, así somos la gran mayoria de los humanos. En cual de los tres sindromes se ve reflejado usted?, y es mas, que medidas personales va a tomar para corregirlo?  
 
 
 
 
 

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