Ingenio Ingenuo

Guillermo Laich
28/01/2020 22:06
 
“Ni una inteligencia sublime, ni una gran imaginación, ni las dos cosas juntas forman el genio; amor, eso es el alma del genio.” 
 
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)

 

 

Wolfang Amadeus Mozart fue un compositor de música clásica que nació en Salzburgo, Austria en la Getriedegasse Nº 9. Niño prodigio en música y matemáticas, con una extraordinaria capacidad para la selección de las mas idóneas notas musicales así como para los complejos patrones numéricos. A los seis años era capaz de leer música y daba conciertos ante reyes y emperadores. Profundamente sensible y religioso, fue objeto de abrasadoras envidias, difamaciones, ninguneos, vituperios, y descalificaciones. Debido a su enorme talento, el Premio Nobel de física Albert Einstein se refería a el como: “huésped del mundo.”

Su padre Leopoldo Mozart (1717-1787), con diferencia el mejor maestro de violín de su época, le enseñaba y exhibía ante la realeza de Europa – y de país en país - cuando solo contaba con seis años de edad. En semejanza a Michelangelo Buonarroti (1475-1564) – también conocido como Miguel Ángel - uno de los más grandes artistas de la historia, Mozart tenia ante si mismo una enorme e imponente piedra bruta sin tallar, que consistía en su propio genio y talento.
 
Después de componer su primera sinfonía enseguida comenzaron a tejerse a su alrededor las intrigas y difamaciones que supura la envidia. El éxito de su opera “La finta semplice” solo sirvió para crear mas envidia y aumentar el numero de sus obsesivos y odiosos enemigos. Estos, como suele suceder, se multiplicaron exponencialmente tras la obtención de una plaza oficial como Maestro de Conciertos. Como somos los seres humanos …
 
Pero ahí no acabo la cosa ya que en breve fue nombrado Caballero de la Orden de la Espuela de Oro por el Papa Clemente XIX. No obstante, y a pesar de su humildad y talento siempre se mantuvo ajeno al servilismo y la adulación. Su dedicación y tesón colisionaban con la típica abulia y pereza de los nobles de esa época. Además, no poseía diplomacia alguna (tenia la diplomacia de una locomotora), pensaba y hablaba claro y directo ante quien sea y donde sea, y manifestaba públicamente su profunda aversión al parasitismo y su pasión por el trabajo bien realizado.
 
Tan extraordinaria fue su evolución como músico y compositor que en el año 1782 pudo comparar sus obras musicales con las de Sebastian Bach (1685-1750) y Friedrich Haendel (1685-1759). No dudaba en lo mas mínimo que su talento solo podía someterse a los dictámenes de su propia inspiración. Era plenamente consciente que cualquier cortapisa mataría su arte. Cuando hablamos de un cortapisa nos referimos  a cualquier condición o problema que limita y dificulta la realización de una cosa.
 
Pero lo mas interesante y misterioso de la personalidad de Mozart era que sus niveles de inmadurez emocional e ingenuidad eran proporcionales a los niveles de su genio y talento. En vista de tal, era totalmente incapaz de enfrentarse a las insidias que siembra la envidia. En consecuencia, los conspiradores envidiosos una y otra vez lograban indisponerlo con sus mecenas, o sea con las personas ricas y poderosas que lo protegían como artista y promovían sus obras.
 
Aquel era el despiadado y mediocre contexto social en el cual Mozart vivía y convivía. Un medio erizado de puñales y navajas sociales, sembrado de puertas cerradas y zancadillas. Puñaladas de la envidia que su noble e inocente alma no sabia ni podía esquivar. En tan inhóspito y desagradable medio, tanto el ingenio como la ingenuidad de Mozart tenían perdida la batalla. 
 
Es muy dificil que una persona integra y genuina logre sobrevivir en un medio donde todo es imagen y el contexto precede al texto o contenido. De hecho, y en ciertos países y ciudades del mundo, tales comportamientos aun existen e incluso van a mas. Suelen persistir incluso con mayor maldad y vehemencia que en la época de Mozart. Algunos de ellos son entornos mas que propicios para que solo el crápula sea capaz de avanzar y proliferar.
 
No hay mas que ver la excelente película “Amadeus” para comprender la profunda y corrosiva envidia que atormentaba la mediocre persona del compositor y director de orquesta italiano, Antonio Salieri (1750-1825). Salieri pasó la mayor parte de su vida en la Corte Imperial de Viena, de la que fue compositor y maestro de capilla. Su filosofía artística se resume en el título de una de sus óperas célebres: “primero la música y luego las palabras.”
 
Poco a poco, y cada vez en mayor escala, el genio, la pasión, el altruismo, la bondad de Mozart, sembraron a sus espaldas el odio de los mediocres. En consecuencia Mozart llego al punto de buscar una isla de bondad y cultura en un mar de odio y envidias. Buscaba una especie de refugio ante la conspiración de los mediocres, los celos, las envidias, y … la soledad que todo eso creaba en su interior.
 
Pero, a pesar de realizar grandes búsquedas y esfuerzos, no la encontró. Con el paso del tiempo, y denostado por la parasitaria nobleza que no toleraba su amor al trabajo bien realizado, envidiado por los músicos, enfermo y afligido por cargar con todo lo anterior, y cargado de un estrés crónico e insoportable, su salud comenzó a deteriorarse con el paso de las horas y los días.
 
Caminando con su mujer de repente sintió un dolor fuerte y opresivo en el pecho, una fuerte sensación de angustia, seguido de una transpiración profusa. “Me han envenenado,” exclamo, posiblemente debido a un cierto grado de paranoia creado por el medio mediocre y colmado de envidias en el cual vivía. 
 
A partir de ahí nunca volvió a levantarse y eventualmente falleció. No obstante, enseguida comenzaron a circular rumores que Mozart había sido envenenado por un músico mediocre rival, envidioso de su talento. Lo cierto es que tal leyenda, aun en los tiempos actuales, carece de una respuesta convincente y definitiva.
 
El talento es como la belleza, se nace o no se nace con el. Pero por mas que se haya intentado matar el imponente talento de un artista tan altamente dotado como Mozart, su talento no podía ser asesinado. Es posible que nunca sepamos con exactitud de que murió Mozart, pero quizás eso sea lo de menos. Lo que permanecerá vivo, y por lo tanto inmortal, será el genio y la figura de Mozart y sus bellísimas e incomparables obras musicales. 
 
Mozart, a través de sus composiciones musicales, nos transmitió la singular e inimitable alma y voz del ingenio ingenuo que lo caracterizaba. Pero las vicisitudes de su vida también pusieron de manifiesto la existencia de una serie de maestros – o bien asesinos sociales – altamente especializados en el arte de conspirar, sabotear, vituperar, y traicionar.
 
Tanto en la época de Mozart como en la vida actual, todos y cada uno de ellos, constantemente ponen de manifiesto lo corrosivo, dañino, incontenible, y letal que pueden ser la mediocridad, el odio, y la envidia. De ahi que, tanto en la vida misma como en la medicina, muy a menudo son los microbios quienes ganan la partida.
 

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