¿Aguanta el Centro?

Guillermo Laich
26/07/2012 09:56

"El ser humano puede ser considerado como una rueda cuyo eje o centro corresponde a un punto central e invisible. Un punto axial que si bien posee posición, carece totalmente de magnitud. Ese verdadero y autentico centro es quien define y otorga identidad funcional a la rueda. Esa estructura central, critica, estática, invisible, y sin magnitud, no gira de por si. Es la rueda quien gira en su entorno. Si se pierde ese centro, también se pierden la identidad, la coherencia, y la funcionalidad ... de hecho es posible que se pierda todo."

Este artículo está basado sobre un interesante concepto del dramaturgo Irlandés, William Butler Yeats (1865-1939), quien recibió el premio Nobel de literatura en el año 1923. En su poema del año 1920: “The Second Coming” escribe literalmente: “Things fall apart; the centre cannot hold,” o sea, "Todo se deshace; no aguanta el centro."

A lo largo de miles de años, el pensamiento humano ha evolucionado hasta lograr un aparente estado de orden. En consecuencia, y en términos generales, el mundo actual se nos presenta relativamente ordenado y predecible. Pero en ciertas ocasiones el orden se pierde cuando ocurren desastres como terremotos o guerras, en los cuales el orden y la coherencia de las cosas y los eventos tienden a perderse o a desaparecer. En consecuencia se nos presenta un estado de caos amorfo e indefinido caracterizado por la confusión, el desorden, y el miedo.

A lo largo de sus vidas innumerables personas sufren episodios de locura o psicosis (perdida de contacto con la realidad) donde el centro existencial del individuo no aguanta y se abre paso hacia un mundo irreal. Quizá una desagradable experiencia de esta índole, relacionada con la pérdida de su centro, haya motivado al mismo Yeats a escribir su poema. Adicionalmente, y como nos recuerda Rene Descartes (1596-1650), todas las noches cada uno de nosotros caemos en un mundo irreal de ensueño que se nos presenta como una alucinación y a veces incluso peor que la psicosis. Pero soñemos lo que soñemos, todas las mañana nos despertamos e intentamos reducir los efectos de esa experiencia, colmada de incoherencia e irracionalidad, a la esfera de lo irreal. Y nuestras vidas continúan.

¿Pero, qué tiene que ver todo esto con que el centro aguante o no aguante? Además, ¿exactamente que es el centro?

Cuando era un niño vivía con mi familia en la ciudad de Santa Mónica, en Los Ángeles, California. Recuerdo que me encantaba ir con mi padre a un parque de atracciones junto a la playa conocido como Palisades Park. Muchas canciones populares de los años 60 hacen referencia a él.

Allí, una de mis diversiones favoritas era el gigante disco giratorio. Uno se sentaba en el centro de un enorme disco que comenzaba a girar sobre su eje. A medida que aceleraba, solo la persona que se encontraba en el centro o eje central, delimitado por un círculo rojo, estaba segura de no salir despedida hacia el perímetro (fuerza centrípeta, que nos atrae hacia el centro). Todos los demás salían despedidos, al principio un milímetro, luego un centímetro; y de repente, entre gritos e intentos desesperados de mantenerse sobre el disco, eran despedidos en dirección a las blandas colchonetas de seguridad en el perímetro (fuerza centrifuga, que nos aleja del centro). Para un niño era una sensación nueva y divertida.

No obstante, y ahora que soy considerablemente mayor, considero que esa sensación, así como su interpretación, se merecen una enfoque mas profundo y distinto.

A medida que la velocidad de rotación del disco incrementaba, y la fuerza centrifuga aumentaba, la sensación de impotencia era total. Por mayor que era el intento de mantenerme en el centro o bien recuperar el centro perdido, de alguna forma se me escapaba una y otra vez. Parecía como si ese tan codiciado y valorado centro se me escapaba inexorablemente por más que intentase capturarlo durante unos breves segundos. Si no estaba ubicado exactamente en el eje central del disco, el centro no aguantaba, y salía despedido una y otra vez.

Sospecho que el comienzo de cualquier locura o patología psicótica es capaz de provocar sensaciones de impotencia, incoherencia, perdida de control, y caos semejantes a las que acabo de describir, pero también las puede producir el intento de dar dirección y sentido a la vida misma a la vez que crecemos y nos hacemos mayores.

Semejante a lo que sucede con el disco muchos aspectos de la vida tienden a escaparse de nuestro control hasta irse totalmente de nuestras manos. En tales casos el centro no aguanta, y en consecuencia perdemos el centro y salimos volando hacia el caos. Todo esto se hace evidente en las palabras de Friedrich Nietzsche (1844-1900): “cuando filosofamos y buscamos la explicación final de las cosas, a veces nos sentimos como si hubiéramos soltado las amarras de nuestra embarcación vivencial, y en consecuencia quedamos flotando perdidos y sin rumbo en las oscuras y frías aguas más distantes.” Nunca mejor dicho.

Buscar nuestro particular eje central o bien centro exisetencial en la vida, y saber mantenerlo a pesar de las vueltas que esta de, definitivamente no corresponde a una tarea aséptica cuya finalidad es destronar todo lo que es normal y de sentido común. En realidad corresponde a un autentico intento de ver, en su debida perspectiva y abarcándolo todo, lo que esta pasando de verdad dentro de nosotros mismos, así como en todo esto que llamamos “vida.”


Queremos saber si podemos dar sentido a la totalidad de la experiencia que vivimos en el día a día a partir de un punto de referencia central. Un punto de referencia que aguante la rápida rotación así como los violentos altos y bajos de la vida, sus impredecibles cambios, sus azarosas variaciones, y nuestros intentos de adaptación a un entorno incierto y perpetuamente cambiante.

La pregunta: ¿aguanta el centro?, que correspondiente al titulo de este articulo, exige una seria y profunda tarea de investigación y meditación personal respecto si el profundo escrutinio de la experiencia humana nos revela alguna forma o estructura de unidad de carácter central que lo mantiene todo coherente; o bien si tal estructura directamente no existe, y en consecuencia caemos una y otra vez en el mas desordenado estado de caos.

Cada una de las palabras de este artículo tiene como finalidad ayudarnos a responder a esa imponente pregunta: ¿aguanta o no aguanta el centro - nuestro centro? motivándonos a realizar un escrutinio honesto y serio de las diferentes facetas relacionadas con la experiencia vivencial de cada uno de nosotros. Evidentemente, cada uno debe obtener sus propias conclusiones en base a sus propias experiencias, percepciones, sistema de creencias, valores, e inferencias subjetivas.

Por cierto, la conclusión mia, convenientemente condimentada con un cierto grado de escepticismo, con un toque de esa escurridiza mezcla de inocencia y experiencia, es que el centro sí aguanta, pero solo a veces, de forma muy tosca, con una mala definición, y de manera aproximada - y no siempre de manera solida, coherente, precisa, fina, definida, o definitiva.

Considero que en vez de hablarnos en términos de una dualidad lineal extrema e inflexible, y con una claridad binaria/dual de blanco o negro, el centro suele hablarnos en términos curvos y flexibles, y basado en un sinfín de tonalidades de gris. Tonalidades que, bien combinadas, como lo haría un moderno Rembrandt, conforman una obra de arte para quien sabe combinar bien los colores intelectuales y emocionales de su paleta. Por todo esto, y en semejanza a la vida de mi artista favorito, el holandés Rembrandt Harmenszoon van Rin, algunos días el centro tiende a aguantar mejor que otros.

Es ese mismo centro, en la versión más pura y cristalina, quejen sostuvo nuestra evolución hasta eclosionar en la humanidad sin rumbo consciente de hoy en día, fue aquel prisma hecho de sol, de luna, de naturaleza virginal la que impulsó a nuestros ancestros a seguir adelante con firmeza y decisión, y es aquel prisma original y genuino, sin contaminación el que ahora, desmotivado, desdibujado, olvidado y en ocasiones esperanzado, late en todos los centros de nuestro ser.

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