Dignidad y Honor

Guillermo Laich
24/06/2021 12:05

 

Todo aquello que tiene precio o costo se compra mediante un trueque monetario; todo aquello que posee dignidad y valor se consigue mediante el valor del merito merecido y el sostenido esfuerzo de una conquista. Esta máxima es aplicable a todas las esferas de la vida humana.

 

Tanto la dignidad como el honor del ser humano constituyen elementos fundamentales de nuestro carácter que permiten vivir y convivir en paz con nosotros mismos y nuestros congéneres. En el momento actual, ambos factores se encuentran en un proceso involutivo encaminado hacia su decadencia. La actual y global carencia de valores es de tal gravedad que existe la posibilidad de que tanto la dignidad como el honor eventualmente desaparezcan y sean cosa del pasado.

La palabra “dignidad” proviene del latín “dignitas,” o sea cualidad de lo que es “dignus.” A su vez, “dignitus” significa digno o merecedor. El termino asociado “decet” significa “conviene o conveniente.” Por lo tanto, poseer dignidad hace referencia a poseer excelencia, palabra, responsabilidad, respeto, nobleza, seriedad, grandeza, prestancia, majestad, o valor. 
 
Por todo ello, lo “digno” posee un determinado valor y, por tanto, merece el respeto que le corresponde. Tal respecto será mayor cuanto mas digna sea la persona. Por extensión, los términos dignatario, dignificación, indignar, e indignante poseen la misma raíz latina. En sentido abstracto, el termino “dignidad” se refiere a un carácter o cualidad del que es, y por analogía de lo que es digno. Es decir, como conviene, y que, por consiguiente, merece aprobación o incluso deferencia y respeto. En esencia, podríamos decir que la dignidad corresponde a la actitud que expresa tal carácter.
 
El origen del termino se remonta a los tiempos del filósofo y humanista Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494). En el siglo XV Mirandola escribió el tratado "Oratio de hominis dignitate," que se traduce como "Discurso sobre la dignidad del hombre." El tratado fue considerado como “un Manifiesto del Renacimiento” y en su planteamiento sostuvo que la dignidad no provenía de Dios sino de la esencia del propio ser humano. Tal escrito constituyo un texto fundamental del humanismo renacentista.
 
No cabe duda que la dignidad y el honor se encuentran estrechamente relacionados. El honor se define como la cualidad moral que impulsa a una persona a actuar correctamente, siendo consecuente de sus actos, y cumpliendo su deber de acuerdo con la moral. Como hemos visto anteriormente, la dignidad corresponde a la cualidad personal de ser digno de valor. De esta manera nos resulta muy difícil, sino imposible, separar la dignidad del honor. 
 
Un ejemplo de dignidad podría ser el respeto que un alumno de las artes marciales manifiesta hacia el Sensei. En tal caso, el Sensei merece la calificación de persona digna de recibir respeto, alta estima, y honor. Profundizando aun mas en el termino, la dignidad corresponde al carácter de lo que tiene valor de fin en si, y no solamente a modo de medio para lograr un fin. De ahí que resulte de mayor importancia no confundir el concepto de “precio o costo” con el de “dignidad o valor.” La diferencia, como verán, es abismal.
 
Una cosa determinada tiene precio o costo cuando puede ser reemplazada por otra equivalente, como puede ser el dinero. Pero aquello que no tiene precio, ni un equivalente de reemplazo monetario, posee el valor de la dignidad y, por lo tanto, se sitúa mas allá de cualquier concepto relacionado con el precio, costo, o trueque. Únicamente las personas poseen una dignidad o bien un valor determinado y no están en el mercado ni en venta. Por otro lado, ciertas cosas únicamente poseen un determinado precio o costo y, por lo tanto, si están en el mercado y en venta ante la puja del mejor postor. 
 
De lo expresado anteriormente derivamos la siguiente e implacable conclusión: “todo aquello que tiene precio o costo se compra mediante un trueque monetario; todo aquello que posee dignidad y valor se consigue mediante el valor del merito merecido y el sostenido esfuerzo de una conquista.” Esta máxima es aplicable a todas las esferas de la vida humana.
 
Si nos remontamos hacia atrás en la historia, el concepto de dignidad originalmente estaba basado en el grado de respeto o deferencia que se le otorgaba a una persona en función del cargo social y profesional que ocupaba. Por lo tanto, el grado de respeto que tal persona reclamaba a los demás era directamente proporcional a la medida de su grado de dignidad. En tales épocas, el cargo ostentado por el individuo era lo más importante, y la persona que lo ejercía podía reclamar la dignidad correspondiente al cargo por muy indigno que este fuera. 
 
Por ejemplo, en el caso de los individuos que participaban en una determinada ceremonia ya sea esta de carácter religiosa, militar, política, civil, o de otra índole, adquirían un grado o nivel de dignidad temporal en virtud del cargo que ostentaban. Con el paso del tiempo, nuestra sociedad tiende a ser menos proclive a respetar un determinado cargo publico de forma independiente a la calidad de la persona que lo ocupa. 
 
Con el paso del tiempo, y en lugar de degradar el concepto de dignidad a una escala inferior, simplemente lo hemos liberado o bien independizado del apego al cargo. De echo lo hemos generalizado para que signifique: "persona de valor y honorable, y digna de respeto."
 
Pues bien, todo lo anterior apunta a que el termino “dignidad” sirva para definir el carácter y el actuar de una persona poseedora de un sentido intrínseco de su propia valia y moralidad como ser humano. Tal sentido posee la singularidad de ser generado de manera independiente e interna, y totalmente independiente de cualquier forma o clase de adulación, presión, corrupción, extorsión, y/o pretensión externa. 
 
No obstante, existen sendas dificultades en la implementación de este importante y singular proceso. Tales dificultades estriban en que la persona con un sentido desproporcionadamente elevado y distorsionado de su propia valia puede resultar insensible o arrogante ante los demás. Incluso, y elevando este concepto a la frontera de lo patológico, tal persona puede presentar un trastorno de personalidad narcisista con todo lo que eso implica. 
 
El trastorno de personalidad narcisista es un trastorno mental en el cual la persona tienen un sentido muy especial y desmesurado de su propia importancia, es engreída y pomposa, tiene una necesidad de excesiva grandiosidad y admiración, exhibe superioridad y autoridad, es envidioso y se considera envidiado, posee relaciones sociales conflictivas, es locuaz y explotador, y demuestra una carencia de empatía hacia los pensamientos y sentimientos de los demás mediante todo tipo de manipulaciones pragmáticas. Sin embargo, detrás de esta delgada máscara de seguridad extrema, hay una persona fantasiosa que posee una autoestima tan inmadura como frágil y, que, además, es muy pueril y vulnerable ante la mas leve crítica o desprecio. 
 
Es evidente que todo lo anterior no tiene nada que ver con los conceptos básicos de dignidad y honor. El autentico sentido del valor propio, o sea la dignidad y el honor, así como el grado de autoestima, suelen ser característicamente sencillos, humildes, de fácil trato, y mesuradamente adecuado para ser genuino y creíble.
 
También es evidente que existe algo intangible y misterioso en la mismísima alma de la dignidad. Algo que le exige que se manifieste de forma humilde y silenciosa, careciendo de todo tipo de clamor o efecto cosmético que llame la atención o imponga superioridad. El valor inherente a la dignidad y el honor debe ser generado internamente por el individuo, aunque este no se note ni aprecie de forma obvia o con facilidad desde el exterior. Tal vez tal actitud corresponda a la forma más aceptable y sencilla de manifestar que uno esta cumpliendo correctamente con su merecido y honorable rol  en nuestra sociedad actual. 
 
En la persona digna y honorable, el cumplimiento de tal rol forma parte de la naturaleza fluida del ser humano, y jamás da la impresión de ser antinatural o cuestión de mayor esfuerzo. Si bien esto ultimo también puede ser meritorio de ciertos elogios, estaría muy lejos de poder equipararse a los niveles de excelencia representados por la dignidad y el honor. 
 
Finalmente, podemos decir que existe un muy recomendable y saludable componente derivado directamente de la combinación de una humilde y silenciosa grandeza con la pujanza de la fuerza y la solidez. El resultado de tal mezcla representa la capacidad para estructurar, dentro de una misma personalidad, elevados coeficientes de dignidad y honor. Tal componente también hace que tal persona sea capaz de expresar su deferencia y respeto ante cualquier eventualidad y/o circunstancia de la vida, y jamás temer cualquier acción y/o interacción con sus congéneres … por muy privilegiados, humildes, altaneros, o equivocados que estos sean. 
 
 

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