Muy Contento y Muy Triste

Guillermo Laich
30/07/2012 15:32

 

Para entender el presente hay que comprender el pasado. La tendencia innata a acercarnos a las recompensas y alejarnos de los castigos que nos ha deparado la evolución ha servido para determinar lo que en la actualidad somos cómo personas.

La famosa y bellisima actriz britanica, Vivian Leigh (1913-1967), en cuyo nombre se inspiro mi madre para darle el nombre "Vivian" a mi hermana pequeña, interpreto el papel de Scarlet O´Hara en la extraordinaria pelicula, "Lo que el viento se llevo." En dos ocasiones Vivian Leigh fue galardonada en Hollywood con un prestigioso Oscar, siendo recordada principalmente por sus actuaciones en dos grandes peliculas: 1.- en el papel de Scarlet O´Hara en "Lo que el viento se llevo" (1939); y 2.- en el de Blanche Du Bois en "Un tranvia llamado deseo" (1951).

Leigh comenzo a sufrir episodios maniacos terribles e incontrolables a raiz de un aborto espontaneo que sufrio cuando tuvo un acidente y se cayo en los confines de uno de los estudios cinematograficos en el año 1944. Parece ser que el elevadisimo e insoportable estrés que sufrio por la perdida de su hijo fue el detonante de sus crisis bipolares maniaco-depresivas. Su marido, el tambien conocido actor britanico Sir Laurence Olivier, intento comprender y ayudar a la Sra. Leigh durante largos y dificiles años de una tormentosa convivencia.

Con el paso del tiempo la situacion empeoro y se torno insostenible, y el matrimonio acabó por disolverse en el año 1960. Por las noches, el Sr. Olivier a menudo permanecia despierto, ya que la mania y el insomnia de la Sra. Leigh no le permitian dormir en la misma habitacion.

En el seno de sus cada vez mas frecuentes episodios maniacos, y como es de costumbre en el curso de tal trastorno, Leigh requeria muy poco o ningun sueño por la noche. Eventualmente, y debido a los efectos autodestructivos del trastorno bipolar sobre la salud de la señora Leigh, su fallecimiento sucedio a la temprana edad de 53 años. 

El trastorno bipolar, también conocido como enfermedad maniaco-depresiva se caracteriza por cambios de animo que van de la manía a la depresión y luego a la manía nuevamente de manera repetitiva y cíclica. En ocasiones se intercalan periodos de normalidad entre ambas fases. Quizás porque grandes volúmenes de trabajo pueden ser realizados estando en la fase maniaca, un gran numero de artistas y músicos han sufrido de un trastorno bipolar.

Existen abundantes listas, y muy bien documentadas por cierto, de tales personas: Victor Hugo, Pyotr Ilyich Tchaikovsky, Leon Tolstoy, Samuel Taylor Coleridge, Virginia Woolf, Robert Lowell, Henry James, Ernest Hemingway, Lord Byron, William Blake, Honoré de Balzac, Johann Wolfgang von Goethe, Paul Gaugin, Maximo Gorky, Georg Friedrich Handel, Robert Schumann, Charles Dickens, Ludwig van Beethoven, entre muchos otros.

Entre las celebridades actuales se incluyen personajes tales como: Robert Downey Jr., Patty Duke, Ben Stiller, Ted Turner, y el golfista John Daly, entre otros. No obstante, no existe evidencia científica que el trastorno bipolar incremente la calidad de la creatividad, solo la capacidad de trabajo en términos de volumen. 

A lo largo de millones de años este sistema afectivo binario que combina alegria y tristeza de forma ciclica o bien mixta (simultanea), continúa actuando e influyendo sobre nuestra capacidad de aproximarnos a lo que nos hace sentir bien, y alejarnos de lo que nos hace sentir mal. Analizandolo friamente, el mecanismo de base es muy simple y efectivo, y está especificamente diseñado por las fuerzas evolutivas para lograr la supervivencia del organismo.
 

No obstante, y en ciertas ocasiones, tal mecanismo sufre desperfectos en un sentido o en otro de los dos polos que lo constituyen y definen. En apretado sintesis, lo que conocemos por “manía” representa un fallo en el sistema de aproximación y recompensa, mientras que denominamos “depresión” representa un fallo en el sistema de evitación y castigo.

En semejanza a los dos polos - norte y sur - de nuestro planeta, nuestras emociones evolucionaron en dos sentidos diametralmente opuestos: 1.- uno alegre y activo, y relacionado con la aproximación a una recompensa real o imaginada; y 2.- el otro triste y retraído, relacionado con la evitación de un castigo real o imaginado.

Se piensa que ambos polos afectivos se desarrollaron evolutivamente para mejorar la comunicación con los demás congeneres, y especialmente con nosotros mismos. Nuestra capacidad para sentir alegría, felicidad, tristeza, miedo, ansiedad, frustracion, ira, rabia, o desesperación nos aporta una información sumamente valiosa y necesaria acerca de lo que nos rodea, asi como las medidas que debemos tomar para adaptarnos al medio y lograr sobrevivir.

Por lo general, las emociones humanas suelen fluctuar dentro de un rango que se considera "normal." El termino "normal" aqui empleado es sumamente resbaladizo y de dificil aplicacion y definicion. Pero a veces tales emociones se salen totalmente del rango que se considera normal para ingresar en lo que se considera anormal o patologico.

De esta manera, en el caso de la manía, se pierde el control sobre las emociones de alegría y aproximación, y el cerebro se convierte en una especie de maquina hiperactiva que incansablemente exporta estados de ánimo excesivamente enérgicos y alegres de manera impredecible. El maniático no puede parar.

¿Exactamente qué sensaciones produce la manía? La vida tiene momentos muy especiales como cuando uno recibe un premio, gana la lotería, conoce al amor de su vida, comienza las vacaciones de verano, o su equipo de futbol hace un oportuno gol. La intensa sensación de alegría que se produce nos dura unos segundos, quizá unos minutos, o como mucho se va disipando poco a poco durante algunas horas.

Ahora bien: ¿si esta extraordinaria sensacion de alegría es manía, francamente que tiene de malo? ¿A quién no le agradaria prolongar ese estado de ánimo todo el tiempo que le sea posible? Le aseguro que a Vd. NO !!!

Imagínese en su casa, delante de su televisión, y sentado en un comfortable sillon viendo un partido de futbol con sus amigos. De repente, usted, lleno de alegría, se despega del sillon y da un enorme salto en el aire, a la vez que grita, “GOOOOOOOOOOL ... L... L ... L ......” durante unos diez segundos. Que alegria, su equipo a metido un gol y hay que celebrarlo por todo lo alto - con una efusiva explosion de alegria - que menos ... de eso justamente trata el futbol - de emociones fuertes. 

Imagínese nuevamente en esa misma situacion y en el mismo estado de ánimo explosivo y descontrolado durante treinta minutos adicionales ... sin parar. Ahora bien, imagínese en ese mismo estado ánimico, lleno de energía y alegría de manera continua durante semanas o meses, día y noche sin cesar. ¿A que ya no tiene tanta gracia?

Imagínese despierto en su cama por la noche con los ojos abiertos como dos platos y su mente “enchufada” y girando como una lavadora, como si estuviese celebrando el mismo gol y a la misma intensidad a las dos, tres, cuatro, cinco, y seis de la madrugada para tener que levantarse a las siete e ir a trabajar – todos los días– durante meses.

Eso, en esencia, constituye un episodio maniaco, y para quienes lo padecen, de alegre, gracioso, y agradable no tiene absolutamente nada. Créanme, es una enfermedad muy pero muy seria. Si bien la madre naturaleza equipó a nuestros sofisticados cerebros con una maquinaria emocional capaz de hacernos disfrutar de los eventos que nos hacen sentir bien, es muy improbable que su finalidad haya sido la de diseñar y crear un infierno afectivo y emocional semejante a la manía.

El proceso maniaco va aun mucho mas alla que el exceso de alegria. Lo que comienza como una excesiva confianza en uno mismo va creciendo hasta crear la plena convicción de que uno es capaz de comunicarse con Dios, controlar el clima, leer la mente de los demás, poseer poderes extrasensoriales, viajar en el tiempo, o predecir los movimientos de la bolsa de comercio, entre muchos otros, por ejemplo.

El maniaco es capaz de realizar incontables llamadas telefónicas a diario y enviar reiterados Emails o SMS a todos sus amigos hasta hartarlos. Es verborréico y salta de un tema a otro tan rápido como puede, y es casi imposible hacerle guardar silencio.

Efectúa compras innecesarias y al poco tiempo su tarjeta de crédito se encuentra en números rojos, y muy probablemente la de su pareja también. Siente tanta energía que pasa los días y las noches sin comer (o comiendo poco ), o sin dormir (o durmiendo poco).

Realiza fuertes y alocadas apuestas en los juegos de azar, efectua inversiones incoherentes y fantasiosas, conduce temerariamente y quizas ni tenga carnet de conducir, en el gimnasio entrena demasiado tiempo y a un ritmo alocado demasiado apresurado, incluso puede llegar a tener multiples relaciones sexuales de alto riesgo sin criterio ni protección higienica alguna.

Y luego qué? Luego viene el otro lado de la moneda, la depresión.

El cerebro es incapaz de mantener tan elevado estado de ánimo de manera indefinida, y a menudo el episodio maniaco es precedido o seguido por un estado de ánimo depresivo. Este proceso de pasar del exceso de alegría al exceso de tristeza, y viceversa, es ciclico y se conoce como trastorno bipolar o enfermedad maniaco-depresiva.

Por lo general las fases maniacas son menos frecuentes que las depresivas. No obstante, cuando estas mismas subidas y bajadas del estado de ánimo son más leves o menos intensas y mas breves el trastorno se conoce como ciclotimia.

Cuanto más tiempo permanece el cerebro en estado maníaco, mas se desestabiliza la bioquimica neuronal y en consecuencia es capaz de reproducir nuevos episodios maniacos con más facilidad en el futuro. Para otros, quizá más desafortunados, conocidos como cicladores rápidos, este proceso se repite un mínimo de cuatro veces al año.

Estos, en algunos casos, incluso alternan entre los estados de manía y depresión varias veces al día. Lo peor de este proceso es que estos suelen ir de un extremo al otro del espectro bipolar sin intercalar periodos de normalidad o eutimia.

Incluso existen otros presentaciones clinicas de mayor complejidad diagnostica, conocidos como estados mixtos, en los que coinciden la manía y la depresión de manera simultánea y superpuesta, creándose así un estado de ánimo distimico sumamente contradictorio, ambivalente, y desagradable que confunde y despista a quien lo padece. Por lo general, la mayoria de las presentaciones son de este tipo.

Podemos recordar los sintomas de un estado maniaco mediante la simple nemotecnica: BIPOLAR, donde siguiendo las letras mayusculas tenemos: 1.- Bestial e incontrolado comportamiento referente al comportamiento (compras reiteradas, indiscresion sexual, actividades temerarias); 2.- Insomnio con exceso de energia (que dificulta conciliar el sueño); 3.- Presion del habla a modo de rapidez y cantidad (dificil o imposible de interrumpir); 4.- Omnipotencia (con sentimientos de grandiosidad, invincibilidad, y poderio); 5.- Labilidad o dificultad en el enfoque de la atencion (con pobre concentracion y alta tendencia a la distraccion); 6.- Actividad azarosa e ineplicable (con rafagas inmotivadas de gran energia); y 7.- Rapidez y descontrol de los pensamientos (que van y vienen de manera furiosa y continua).

Situado entre la normalidad y la manía se da la hipomanía. Esta es una versión más atenuada y benigna de la manía que se suele confundir con un estado de alegría intensa. No es fácil definir la línea que diferencia un estado muy alegre de la hipomanía ya que esta última corresponde a un estado de ánimo elevado pero benigno, y no suele ser causa de comportamientos negativos y destructivos como lo es la manía.

No obstante, el estado de ánimo hipomaniaco es caracteristicamente distinto al de una alegría normal pero elevada. De hecho, es bastante más que eso. La hipomanía es capaz de transformar a la persona de tal manera que sus amigos perciben que su nivel de alegría es muy excesiva para la situación por la cual está pasando.

Cuando una persona relativamente pausada y reservada, y que normalmente duerme ocho horas, de repente se transforma en una persona excesivamente alegre dentro de su entorno social, sin motivos reales que lo avalen, y que requiere solo tres horas de sueño por noche, por ejemplo, ahí tenemos la diferencia entre la alegría y la hipomanía.

Saber distinguir entre un estado de ánimo alegre y un estado hipomaniaco se hace difícil si la persona ha padecido una depresión de larga duración. En tal caso la mayoría de los días son “malos” y no va a ser fácil determinar cuál es el estado habitual no depresivo. Cualquier día normal puede parecer un día “bueno” cuando se está acostunbrado a sentirse deprimido. No obstante, para un hipomaniaco los días buenos son algo más que días neutros, están llenos de energía, radiantes y resplandecientes.

Curiosamente, y a pesar de su elevada gravedad, la mayoría de los trastornos mentales que sufren los grandes deportistas suelen permanecer escondidos, sin diagnostico, y sin un tratamiento médico adecuado. Esto es debido a que existe una fuerte resistencia, acompañada de un temor generalizado, a tener que admitir la existencia de dificultades emocionales y a ser considerados autenticos enfermos mentales.

Todo lo anterior conlleva serias amenazas contra la propia autoestima y la perdida del estatus profesional y social. Debido a la mala prensa que tienen las enfermedades mentales, pueden incluso llegar a ser criticados, ridiculizados, y descalificados públicamente a nivel nacional e internacional.

Esto último puede acentuar más el trastorno emocional y posiblemente acabar por completo con la carrera deportiva de la persona implicada. Es por todo esto que la mayoría de los deportistas de elite prefieren mantener y padecer su trastorno mental en secreto, y dentro de un hermético silencio. Cabe mencionar que, por lo general, los deportistas son más susceptibles a los trastornos depresivos que a los trastornos bipolares maniaco-depresivos.

Quizá las elevadas exigencias físicas y psíquicas, y el grado de disciplina y organización mental requeridos por la alta competición actúen como un filtro que elimina a los no aptos. Diversas publicaciones científicas han demostrado que solo algunos deportistas logran admitir su situación mental y ponen los medios necesarios para su curación por la via profesional. Con gran diferencia, esos son los más valientes, y también los que a pesar de todo, logran atravesar el filtro y triunfar.

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