ABC de La Relación Terapéutica en Salud Mental

Guillermo Laich
11/10/2022 14:25

Sólo cuando el profesional reconozca y acepte plenamente al paciente, éste automáticamente procederá a reconocerse y aceptarse a sí mismo. En ese preciso momento el paciente comenzara a efectuar modificaciones y cambios positivos en las carencias y fallos que alberga en su carácter. 

 

Una buena relación terapéutica en salud mental no es fácil de establecer y/o mantener. Por lo general, requiere saber implementar de una serie de factores indispensables con el fin de lograr reducir o eliminar los diversos trastornos mentales, así como la presencia de conflictos extra e intrapsíquicos del paciente. A continuación, enumeramos algunos factores que consideramos de importancia.

1.- Honestidad y Confianza 

Un profesional de salud mental, en semejanza a un buen artista, es realmente único y difícil de encontrar. El objetivo del profesional es, ante todo, comprender a fondo, y también ayudar a su paciente a comprender el texto y el contexto de lo que le está sucediendo. En tal caso, ser auténtico, decir la verdad, y fiel a uno mismo suele ser siempre la mejor política. La confianza mutua entre el profesional y su paciente es siempre una necesidad tanto psicológica como psiquiátrica para lograr un resultado satisfactorio. 

Los pacientes siempre acuden al profesional de salud mental con cierto temor en conjunción con diversos grados de desconfianza. Por lo tanto, deben intentar comprender e interiorizar profundamente la verdadera causa y significado de su consulta y tratamiento de forma pausada y gradual. Para ello, y dado que el impulso y el valor para tal solo pueden tener como origen la verdad, tanto el profesional como el paciente deben permitir que la verdad y la confianza les guíen en el camino que van a recorrer juntos.

La confianza siempre se ve facilitada por el genuino interés que demuestre el profesional en ayudar a su paciente, su capacidad para desarrollar gradualmente el cuerpo y la mente del paciente, y su habilidad para utilizar correctamente y en el buen sentido los conocimientos que ambos mutuamente obtienen a diario.

La habilidad más valiosa del profesional consiste, con mucha diferencia, en su capacidad para confiar plenamente en sí mismo y seguir los dictámenes de su propia intuición, de su instinto, y de su sentido común. En caso de no hacerlo, todo lo que realice no le servirá para nada en el proceso de recuperación de su paciente. 

A la mayoría de los pacientes les gustaría amar y ser amados, poseer autorrespeto y autoestima, sentir una sensación de valor propio, y disfrutar de un silencio y una paz interior. No obstante, la gran mayoría no poseen las herramientas psicológicas y/o espirituales para mirar profundamente hacia el interior de si mismos. Es el mismo profesional quien deben proporcionar a su paciente tales herramientas para que aprenda a explorar su propio psiquismo de una manera inteligente y prolija. 

El profesional debe intentar crear un entorno sereno, seguro, y libre. Tal entorno debe contar con un clima agradable que permita al paciente abrir su mente y su corazón al profesional. De esa forma le permitirá buscar ciertas verdades que se esconden en su interior, así como alimentar su voluntad de aprender sobre sí mismo y desarrollar un auténtico y duradero sentido de su propio bienestar y propósito en la vida.

El objetivo principal y más evidente de los criterios cognitivos y sensoriales del profesional consiste en el desarrollo y la lenta pero sostenida maduración emocional del paciente, así como su evolución como persona de bien. El profesional ve y escucha muy atentamente todo lo que ocurre entre él y su paciente durante la sesión y, en las siguientes sesiones, escucha y considera aún más de cerca los pensamientos, sentimientos y comportamientos del paciente. 

Simultáneamente, el profesional también mira profunda e introspectivamente hacia su propio interior, sintonizando con sus propios sentimientos, pensamientos, y recuerdos que van surgiendo durante y al fin de la sesión. En esos momentos el profesional debe formular la siguiente pregunta a su “antena interior:” ¿cómo me hace pensar, sentir, y reaccionar lo que expresa esta persona?

La confianza representa una creencia firme en el carácter, la fuerza, o la verdad que ostenta otra persona. También es el elemento más importante en el desarrollo de la personalidad y la filosofía de vida de un determinado paciente. La confianza puede ser un elemento difícil, dinámico, e indispensable a medida que el paciente avanza en su terapéutica. 

Finalmente, la confianza también permite al profesional mostrar que él y su espíritu están presentes en el aquí y ahora del paciente, que él o ella también es vulnerable, y que se preocupa genuinamente por él o ella. Su atenta escucha y cuidados permiten al profesional perforar o atravesar las defensas psicológicas del paciente con la esperanza de ayudarle a mejorar y convertirse en una persona más humana. Por lo contrario, la relación bilateral no será autentica ni creíble, y su valor terapéutico será mínimo o nulo.

2.- Honestidad y Respeto Mutuo

Todas las relaciones humanas sanas y maduras se basan en el respeto y la comprensión mutua. La mejoría psíquica en el ser humano casi siempre surge de su propio interior para luego trasladarse al exterior. El respeto ajeno constituye un sentimiento de profunda admiración o estima por otra persona, en función de su capacidad, cualidades, o logros. 

También nos referimos a saber ejercer el debido grado de consideración de cara a los pensamientos, los sentimientos, los deseos, los comportamientos, o los derechos de la otra persona. Por todo ello, el profesional debe mirar profunda y humanamente a su paciente, y recíprocamente el paciente también mirara al profesional. Mirarse, hablarse, y reconocerse mutuamente es un rasgo fundamental de la relación terapéutica.

Tener respeto significa que uno acepta a la otra persona por lo que es y como es, incluso cuando es diferente a nosotros o no estamos de acuerdo con su forma de entender y vivir la vida. Por lo general, el respeto y la honestidad en una relación terapéutica generan sentimientos de confianza, proximidad, seguridad, y bienestar. En ocasiones hay que tener la madures para estar de acuerdo en no estar de acuerdo.

No obstante, el respeto mutuo tarda y es difícil de lograr, y no tiene por qué surgir de forma espontánea y/o natural. En muchas ocasiones es algo que consume tiempo y eventualmente se aprende, especialmente a lo largo de una relación terapéutica entre el profesional y su paciente. 

También corresponde honrar la otra persona demostrándole dignidad, cuidado, tacto, preocupación, o consideración por sus necesidades y/o sentimientos … sean cuales sean. Recordemos que todas las realidades son parciales, y que cada persona constituye el único y exclusivo artífice responsable de su propia vida, tanto pasada como presente y futura.

3.- Intimidad y Discreción Psicológica

Él profesional debe proporcionar una intimidad psicológica honesta y respetuosa a su paciente dentro y fuera de su consulta. Debe esforzarse por eliminar todos los obstáculos irracionales que se interponen en el crecimiento y maduración personal del paciente y guardar el máximo secreto profesional al respecto. En múltiples ocasiones, la confianza del paciente se ve socavada porque el profesional no sabe respetar tal secreto que, a menudo, está relacionado con la frágil vida íntima del paciente. 

Todo lo anterior tiene mucho que ver con la falta de interés en la escucha, las constantes críticas negativas, y la falta de comprensión del contexto narrativo y vital del paciente. En tal caso, una calidad de escucha altamente desarrollada y refinada, suele ser la herramienta psicológica más básica y poderosa en el arsenal curativo del profesional. 

La escucha refinada consiste en escuchar con un “tercer oído,” basándose en el placer y el valor que otorga el profesional a la narrativa única e irreproducible del paciente. Él profesional debe esforzarse por comprender lo que su paciente dice y hace, observando la secuencia y el estilo de la narración, y tomando en seria consideración lo que el paciente no quiere decir y lo que no puede decir. El tono en la conversación lo es casi todo, y en muchas ocasiones “lo evidente miente.”

Por lo tanto, el profesional debe comprender el tono y la carga emocional de las palabras (y ocasiones lágrimas) del paciente, observando las expresiones posturales y faciales que acompañan a la narración. Debe de escuchar muy atentamente para reconocer los verdaderos significados que emite el paciente con el fin de crear un fuerte vínculo entre ambos y también para derivar significados paralelos y/o independientes de la narración del paciente. 

4.- Comprensión y Evaluación del Paciente

La comprensión total sobre los pensamientos, emociones, o eventos que han llevado a un determinado paciente a una situación psicológicamente comprometida suele ser un proceso dilatado y progresivo.  Tal proceso consta de varios pasos o etapas y no llega a completarse hasta que el profesional y su paciente se conocen bien y son capaces de desarrollar altos niveles de confianza y respeto mutuo entre los dos. 

Con el paso el tiempo, la historia o narrativa del paciente tenderá a ser cada vez más profunda, sensible, honesta, multifactorial, y multidimensional. En tal caso, tanto el profesional como el paciente deben intentar comprender tanto la individualidad como la complejidad de la situación. El profesional debe comprender la situación del paciente en términos humanos comunes y corrientes, y no en base a una jerga enrevesada y complicada.

El proceso en si no consiste en intentar hacer que el paciente se sienta alegre y/o feliz, sino en ayudarle a ser una persona auténtica y que logre asumir plena responsabilidad sobre todo lo que le suceda o no le suceda en la vida. El paciente siempre se sentirá mejor consigo mismo cuando adquiera la capacidad para vivir la vida que el mismo elije vivir. Esto es, siempre y cuando el profesional consiga adoptar una posición receptiva y reflexiva, y explicando claramente el funcionamiento básico de todo ser humano y sus imperfecciones en términos de adaptación, supervivencia, y reproducción. 

Sólo cuando el profesional reconozca y acepte plenamente al paciente, éste automáticamente procederá a reconocerse y aceptarse a sí mismo. En ese preciso momento el paciente comenzara a efectuar modificaciones y cambios positivos en las carencias y fallos que alberga su carácter. Todo ello con la finalidad de eliminar obstáculos psíquicos, mejorar como persona, tener un corazón en paz, y vivir una vida feliz.

5.- Comprensión y Evaluación del Profesional

Ante todo, el profesional debe hacer hincapié en atender y comprender al paciente en la mayor profundidad y en todas y cada una de sus vertientes. Si no logra una total comprensión debe continuar indagando hasta que lo logre. Siempre debe asumir que el paciente tendrá muchos sentimientos inestables y fluctuantes con respecto al terapeuta y también hacia sí mismo, y que, a menudo, este albergará dudas y será reticente a compartir la mayoría de ellos con el profesional. Todo ello por temor y una poderosa sensación de fragilidad existencial.

El paciente, por su parte, siempre estará evaluando el grado de maestría, así como la comprensión racional y empática del profesional en muchos aspectos y vertientes. En las sesiones preliminares iniciales, el profesional está literalmente postulándose para lograr ser aceptado como guía psicológico y espiritual del paciente. Nada le será regalado al profesional que no sea bien merecido.

Sólo si el profesional logra ser aprobado y aceptado por el paciente, la autentica alianza profesional-paciente comienza a emerger en una relación sincera, mutuamente beneficiosa, y terapéutica. A menudo, los momentos de silencio total del terapeuta se producen para facilitar al paciente la escucha de los sonidos procedentes de su propia vida interna y real.

En las siguientes sesiones, la nueva y negativa evaluación del paciente respecto al profesional, puede conducir a una brusca decadencia de la relación terapéutica. Tales casos suelen ocurrir y, de hecho, deben esperarse en toda relación terapéutica. Sin embargo, el pensamiento claro, la madurez emocional, la proximidad física y emocional, y la escucha refinada del profesional suelen lograr acabar con las diferencias y, en última instancia, conducirán a una alianza llena de confianza y respeto mutuo. 

Largos años de experiencia han demostrado que por lo general, de nadie se confía más que de aquel profesional de quien en una primera instancia se desconfió totalmente, pero que eventualmente supo ganarse la confianza del paciente. Así somos los seres humanos.

El paciente debe darse cuenta y aceptar el hecho de que el profesional está en posesión de una mente madura y clara, de alta integridad, y honorable. Una mente que ha pasado por largos años de psicoterapia obligatoria y que respetuosamente le ayudará a encontrar su propio camino y voz en la vida.

6.- Apego del Paciente Hacia el Profesional

El apego al profesional debe ser siempre percibido, reconocido, y respetado plenamente como un proceso que ocurre naturalmente. También requiere una discusión sincera y profunda, particularmente cuando se acerca una separación o se aproxima la terminación del proceso terapéutico. Esto es especialmente cierto porque los profesionales de salud mental de alta calidad son únicos y, además, no son fácilmente intercambiables. Incluso, y en muchas ocasiones, el paciente teme seriamente por el fallecimiento súbito del terapeuta y la consecuente disolución de la relación terapéutica.

Debido a su origen psicológico, a menudo y erróneamente se supone que la transferencia es inexistente en la relación profesional-paciente – pero siempre está ahí. El estímulo, la humanidad, la amabilidad, el apoyo, el autodescubrimiento, el crecimiento personal, la optimización del carácter, y la perspicacia son elementos clave que el profesional debe saber controlar y tener en cuenta en todo momento.

La transferencia suele ser una experiencia humana más que ideológica. Su origen parte de aquellos procesos inconscientes que misteriosamente vinculan al profesional con experiencias pasadas del paciente a través de sus pensamientos, sentimientos, y percepciones respecto al profesional. A veces la transferencia sale a la superficie durante una sesión determinada, pero la mayoría de sus manifestaciones más fuertes surgen en los períodos de silencio y distanciamiento que se producen entre las sesiones. 

Sin embargo, y curiosamente, las transferencias tienden a residir en la intimidad del paciente y tienden a mantenerse alejadas del conocimiento del profesional. En muchos casos, y curiosamente, el paciente se acerca al profesional para alejarse de sí mismo y también para buscarse a sí mismo.

7.- Respeto Por La Intimidad del Paciente 

El profesional debe asumir que en la narración del paciente este ha relatado todo lo que ha podido en las condiciones actuales y en un momento determinado de la relación terapéutica. No obstante, hay determinadas cosas que el paciente contará fácilmente, otras que contara con dificultad, otras que directamente no contará, otras que teme contar, y otras que lamentablemente no puede contar. 

En múltiples ocasiones el paciente teme a lo que va a decir y se lo guarda. Lo importante es que el paciente en todo momento sea totalmente honesto con el terapeuta, así como con el mismo. En caso contrario podemos afirmar que los mentirosos difícilmente se enfrentan a ellos mismos y, en consecuencia, jamás se curan.

La alianza entre el profesional y el paciente suele crecer con el paso de cada sesión. Y lo hace con las circunstancias cambiantes de la vida del paciente, así como con la evolución del grado de confianza, la mutua comprensión, las respectivas habilidades de enseñanza y aprendizaje, el conocimiento, la perspectiva utilizada, y el estilo del profesional. 

Todo ello contribuye a la calidad y la singularidad de la relación entre el profesional y el paciente en cada sesión. Si todo lo anterior es respetado y se pone en práctica, el paciente pasará de estar defendido y cerrado a estar dispuesto y abierto.

8.- Empatía Si, Simpatía No

En todo momento el profesional de salud mental debe tener claro que existen límites y limitaciones en su relación con el paciente, y que este no es un amigo íntimo ni él es amigo íntimo del paciente. No obstante, el profesional ejerce una genuina empatía por el paciente al mismo tiempo que mantiene una prudente distancia profesional donde no hay cabida para la excesiva simpatía personal. 

En otras palabras, el profesional siente las emociones que está sintiendo su paciente y comparte sus experiencias positivas y negativas, pero no permite el compadreo ni se va de copas con él o con ella.

9.- Conocimiento, Experiencia, y Liderazgo 

Todo lo anterior se refiere a la capacidad de un profesional para influir y guiar correctamente a su paciente. Lo ideal sería que el profesional sea psicológicamente competente, tenga una empatía precisa, una actitud no posesiva, y que además sea un ser humano genuino. También implica la capacidad para asumir decisiones difíciles y acertadas, la creación de una visión clara, el establecimiento de objetivos razonables y alcanzables, y la provisión a su paciente de los conocimientos y las herramientas psicológicas necesarias para lograr sus objetivos. 

El profesional debe tratar de involucrar al paciente y hacer que este se sienta aceptado y cómodo en su presencia, así como en la consulta. También debe estar dispuesto a reconocer de forma plena y honesta, así como de forma adulta y madura, la totalidad de sus desaciertos y errores.

En general, un profesional eficaz debería poseer las siguientes características personales y profesionales: 1.- confianza en sí mismo; 2.- capacidad de comunicación fuerte y clara; 3.- pensamiento creativo e innovador; 4.- perseverancia ante el fracaso; 5.- voluntad de asumir riesgos; 6.- flexibilidad y apertura ante el cambio; y 7.- sensatez y capacidad de reacción en momentos de crisis. 

Los mejores terapeutas también son capaces de tomar decisiones estratégicas y visionarias para sus pacientes, así como respetuosamente convencerles para que compartan e implementen tales decisiones a lo largo de la relación terapéutica. 

El consenso general es que los buenos profesionales tienden a crear una visión clara respecto a un determinado y alcanzable objetivo en la mente de su paciente, así como saber motivarle para que de forma segura y gradual se vaya aproximando a tal objetivo. Y lo hacen estableciendo tanto un sentido como una dirección hacia una meta, e inspirándole a tener éxito en la consecución de tal logro. 

Además, el profesional también puede lograr que él paciente se entusiasme y se motive para trabajar día a día hacia el logro de una determinada perspectiva y/o visión respecto a la persona que desea ser y el tipo de vida que desea vivir.

En tal caso las dos preguntas fundamentales a plantear al paciente son las siguientes: 1.- ¿ha logrado convertirse en la persona que siempre fue, o no?; 2.- ¿es usted en este momento la persona que desea ser, o no?; y 3.- ¿está usted viviendo la vida que desea vivir, o no? Si la respuesta a las tres preguntas es un rotundo NO, la cuarta y obligada pregunta del profesional hacia el paciente seria la siguiente: ¿podría decirme que problema u obstáculo se lo está impidiendo …?

10.- Enseñanza y Aprendizaje

La enseñanza y el aprendizaje sistemáticos se definen como aquellos comportamientos, rendimientos y/o resultados que se logran en una serie de pasos bien regimentados y pensados que conducen a la consecución de un objetivo o comportamiento específico. Un plan sistemático de instrucción se estudia y considera cuidadosamente, se basa en el aprendizaje previo paso a paso, se refiere a la construcción estratégica desde lo simple a lo intermedio y finalmente a lo complejo, y siempre está sujeto a un inteligente y bien meditado proceso de diseño preliminar previo. 

El proceso refleja una estrategia sistémica coherente para cada nivel del sistema, que comienza con las expectativas preliminares y concluye con los logros finales. Lo más importante reside en la capacidad para establecer normas y resultados de aprendizaje adecuados para él paciente. Este enfoque considera todo el programa terapéutico como un sistema de partes o secciones estrechamente interrelacionadas entre si que se encuentran en un constante y dinámico estado de acción e interacción. 

11.- Progresión No Lineal del Paciente 

El progreso del paciente casi nunca se produce de acuerdo a los dictámenes de aquello que es característicamente recto o lineal. Los pacientes eventualmente mejorarán con el paso del tiempo, pero lo hacen de acuerdo a un proceso fluctuante y ondulatorio donde se producen ocasionales altos y bajos en varios sentidos. Tales ondulaciones deben ser consideradas a modo de adaptaciones adecuadas, así como una forma de periodización ondulada a corto y largo plazo. 

La enseñanza y el aprendizaje sistemáticos por parte del profesional y el paciente respectivamente, representan un proceso intencionado, profesional, íntimo, instructivo, y eminentemente conversacional que se centra en el desarrollo personal del paciente. También se centra en el desarrollo subjetivo e interpersonal de su carácter, todo ello con la esperanza de llegar a convertirse un ser humano maduro y estable. 

Por lo general, suele haber una mejoría inicial espectacular y dramatica que resulta del nuevo apego al profesional como figura paterna, así como de la atmósfera positiva que provee el profesional y su consulta. Sin embargo, la transformación completa en una persona de alta autoestima, madura, y psicológicamente competente suele requerir una cantidad y calidad significativa de cambios internos en términos de introspección, comprensión, circunstancias sociales, percepción psicológica, autodesarrollo, y critica constructiva.

12.- Apertura y Accesibilidad del Profesional

La enseñanza y el aprendizaje sobre cómo tratar con uno mismo y la vida consiste básicamente un intercambio de información bidireccional entre uno y uno mismo y los demás humanos. Todo ello implica el buen funcionamiento del poco conocido sistema de comunicación interna que todo individuo posee. 

En esencia, estamos hablando de una forma particular de rúbrica. Por rúbrica nos referimos a una estructura tipo paraguas bajo la cual existe una amplia gama de intervenciones e intercambios mutuamente interesantes y distintos. Se trata de una guía que sirve para evaluar la calidad de la respuesta espontánea construida por el paciente. 

Podemos pensar en ella como un conjunto de criterios para evaluar y calificar objetivamente el rendimiento y/o la mejora de uno ante uno mismo, así como ante los demás. En otras palabras, consiste en un intento de comunicar al paciente las expectativas del profesional sobre la calidad del propio paciente respecto a una determinada acción o reacción, un determinado estado de ánimo, o bien una posición o disposición espiritual especial.

Las diversas formas que se pueden presentar se apoyan en el sistema de creencias del individuo, así como en la particular filosofía de vida del paciente … si es que la tiene. Ninguna marca o línea de pensamiento, sentimiento, o conducta es aplicable a todos los gustos y/o deseos humanos. 

Sin embargo, e independientemente de la estructura o el estilo, la forma de enseñanza preferida por un verdadero profesional suele generar fuerza y pasión espiritual, confianza y respeto, dedicación y disciplina, autoestima y autovaloración, educación y confianza, humildad sin servilismo, identidad y afiliación, respeto mutuo, y el desarrollo de una filosofía de vida sólida y funcional en la vida real.

13.- Distorsiones Conceptuales y su Comprensión

Los deseos conscientes y/o inconscientes del paciente en relación al profesional suelen referirse a tres grandes áreas de distorsión conceptual que deben ser comprendidas en su totalidad: 1.- el profesional debe ser "universalmente omnisciente" – o sea, conocer todas las cosas reales, posibles, imposibles, imaginables, e inimaginables; 2.- el profesional debe ser “conceptualmente infinito” con capacidad para entender todo y a todos; 3.- el profesional debe ser "infinitamente confiable" – o sea, incondicionalmente seguro, honesto, y predecible; y 4.- el profesional debe ser "existencialmente imperecedero" – o sea, perdurable, renovador, eterno, inmortal, y estar siempre disponible para lo que sea y donde sea. 

En semejanza a un profesor universitario, el profesional de salud mental es ante todo un ser humano genuino, real, y mortal, y por lo tanto no debe ni puede dar cabida a tales distorsiones conceptuales en la vida real. Sin embargo, su mente madura debe comprender y considerar tales distorsiones fantasiosas desde una perspectiva neutra y carente de juicios o prejuicios, y confiriéndoles la relativa importancia que se merecen dentro de los confines de la realidad consensual ubicada exclusivamente en el aquí y ahora.

 

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