Imaginemos una simple barra de hierro de 10 kg semejante a la que aparece en la imagen que encabeza este artículo. A ojo de buen cubero, o sea utilizando una medida estimativa, el valor actual de tal barra es de aproximadamente 85 euros. 

Si decidimos utilizar dicha barra para construir herraduras para caballos, su valor aumentaría hasta llegar aproximadamente a los a 200 euros. Si, en cambio, decidimos darle un destino distinto a la barra de hierro y nos dedicamos a fabricar agujas de coser, su valor aumentaría hasta llegar a unos 60,000 euros, aproximadamente. Finalmente, si decidimos fabricar delicados muelles para relojes, su valor aumentaría hasta aproximarse a los 5 millones de euros.

En toda esta secuencia resulta lógico apreciar que el valor original de la barra incrementa exponencialmente a medida que se logra sacar un mayor y mejor provecho a su producto final. En consecuencia y, aplicado al valor intrínseco de las personas, nuestra valía como personas no necesariamente se corresponde exclusivamente con aquello de lo que estamos hechos. 

Sobre todo, se corresponde con el tiempo, el amor, y la pasion que dediquemos a formarnos y forjarnos como personas sólidas, integras, y de bien. Si sabemos hacerlo y, en semejanza a la transformación sufrida por la original barra de hierro, lograremos sacar lo mejor de nosotros mismos.

Muy sencillo, ¿verdad?