El Hombre Culto

Guillermo Laich
17/04/2023 22:17

 

“Aquel que sea capaz de saber cómo crearse a sí mismo, con el tiempo, se convertirá en una persona culta.”

“Solo el hombre culto es libre.”  Epicteto (55-135 d.C.), filosofo estoico griego.

 

 

Solo es culto quien es capaz de estructurar y sistematizar su propia formación, así como saber agenciarse del saber y la experiencia necesarios para poder comprenderse a sí mismo, a los demás, y a la vida. 

Este singular hecho de ninguna manera implica la presencia de una recta y rígida línea donde, a cada lado de ella, el saber se opone diametralmente a la ignorancia. En realidad, y entre ambos extremos existe una gradación característicamente progresiva que, a igual que el típico velocímetro de un automóvil, va de menos a más. 

Además, y como hemos expresado con anterioridad, tal gradación no representa en absoluto un proceso lineal. De hecho, y en un punto determinado, el proceso suele presentar una serie de desvíos y/o anomalías conflictivas que sirven para definir una zona problemática, y muy ambivalente, dentro del espectro global.  

Al llegar a esa zona conflictiva del saber humano se nos presenta una importante bifurcación relacionada con el texto y el contexto de la vida que, a modo de una crisis, exige un juicio y una determinada e ineludible decisión ante dos preguntas fundamentales:

1.- ¿hemos de adoptar un punto de vista eminentemente humanista y entendernos a nosotros mismos, a la vida, la sociedad, y a la cultura (el contexto) a partir del hombre (el texto)?; 

2.- ¿hemos de concebir la vida desde una perspectiva anti humanística, a modo de una realidad imposible de comprender, y partiendo de modelos estrictamente humanos? 

O sea, ¿estamos ante incógnitas y respuestas que responden en gran semejanza a la imposibilidad de comprender la naturaleza y el funcionamiento de la colmena (el contexto) a partir de la naturaleza y el funcionamiento de la abeja (el texto) … y viceversa? Es precisamente debido a todo esto que, a lo largo de la zona conflictiva, resulta difícil, problemático, ambivalente, y en ocasiones imposible, intentar colocar nuestro texto en su debido contexto.

Una problemática semejante siempre surge cuando intentamos concebir la esencia de la enfermedad mental: 1.- ¿lo hacemos a partir del modelo que nos proporciona el cerebro humano como una estructura biológica viviente (la forma)?; o 2.- ¿lo hacemos a partir del modelo que nos proporciona la mente como una propiedad emergente del cerebro (la función)?; o 3.- ¿lo hacemos tomando en consideración una combinación de ambas vertientes y/o polaridades? 

Personalmente considero que aún nos falta mucho tiempo, y también mucha experiencia, para lograr establecer una teoría de unificada a las incógnitas planteadas en los párrafos anteriores.

No obstante, y a pesar de las dificultades inherentes, son precisamente este tipo de incógnitas, problemas, y controversias, las que siempre permanecen asequibles al dialogo y la discusión entre los hombres cultos y de bien. Es más, son las que nos cautivan, nos motivan, y nos permiten acceder a un mayor conocimiento y saber. 

La cultura siempre se ha entendido como una forma de comprenderse a sí mismo y, uno de los requisitos imprescindibles de la cultura, implica poseer una amplia y profunda comprensión de la sociedad en que vivimos. De ahí que una persona culta debería saber perfectamente bien que la realidad personal es un constructo social que varía de acuerdo con el entorno, la procedencia, la edad, la clase social, las percepciones, las creencias, y la cultura humana en la cual se encuentra insertado cada individuo. 

Solo este tipo de certeza es capaz de permitirle entender, aceptar, y relativizar otros valores y otras formas de comprender la realidad y, darse cuenta que, visto desde una perspectiva distinta a la suya, todo aquello que el considera obvio y natural puede parecer a los demás como extraño e increíble.

Ahora bien, y forzosamente nos surgen dos preguntas adicionales: 1.- ¿de qué orden y naturaleza es el conocimiento que necesita poseer una persona que pretende ser culta?; y 2.- ¿qué distintas formas adoptan las variadas formas del saber?

El término “cultura” se define como: instrucción, ilustración, o sabiduría, resultante de haber ejercitado el hombre su entendimiento en cultivar los conocimientos humanos. La historia de la cultura es la historia de los ideales educativos y de los valores espirituales que realiza y persigue la sociedad humana en las fases de su desarrollo. 

En este sentido, el termino cultura coincide casi con lo que se conoce como educación intelectual y moral, pudiendo considerarse un hombre culto aquel que participa en la comprensión, la defensa, y la implementación de los valores humanos más puros y elevados. 

No obstante, por cultura también se entiende todo cuanto el hombre realiza para resolver los problemas creados por el ambiente en que vive, y en este sentido la cultura se halla asimismo en todas sus iniciativas prácticas.

La etimología de la palabra “cultura” nos recuerda que su idea original y primitiva aludía al trabajo para cuidar y cultivar los campos, para hacerlos fértiles, y conformes a la finalidad perseguida por el hombre. Por lo tanto, y extrapolando este mismo concepto a la cultivación del ser humano, cultura significa elaboración o transformación inteligente de una realidad natural, teniendo como fin, pulir y emancipar al hombre de la esclavitud de la naturaleza. 

De esta manera, y por analogía, el hombre culto es aquel capaz de cuidar, modificar, y transformar su existencia física, intelectual, emocional, y del comportamiento respetando y siguiendo los dictamines de sus propios valores y criterios. 

Ser un hombre culto, significa, por lo tanto, un desarrollo completo y armónico del hombre en si, su buen gusto, su sensibilidad emocional y estética, su amplitud y finura en el entender, y finalmente en la calidad de su juicio valorativo. 

Desde luego, y para lograr tal estado cultural, es necesario poseer un elevado grado o volumen de conocimiento. Pero, y con gran diferencia, lo que mejor define a la persona culta no es tanto el puro saber nocional y/o técnico, sino saberse comprender a uno mismo y a la vida en sí en su debida envergadura y profundidad y, por lo tanto, saber integrar el complejo constituido por los dotes intelectuales, emocionales, espirituales, éticos, y morales.

Dado que la formación académica y la cultura se adaptan a distintos medios y esferas sociales a través de su estilo y modo de comunicación, tener un dominio de la cultura es decisivo para poseer una determinada identidad y moverse libremente en sociedad. La persona que carece de tal formación e información indefectiblemente se sentirá como un minusválido social y tendrá vetado el acceso a determinadas zonas y esferas sociales e intelectuales que le resultaran francamente intransitables. 

En contraposición a lo anterior, aquella persona de corte maleducada y antisocial, que se burla y denigra la formación académica y cultural de quienes la poseen, automáticamente se torna culpable o sospechoso de injuriar gravemente todo aquello a lo cual, por propia ineptitud, es incapaz de acceder y/o dominar. 

La historia del arte es la historia de sus estilos, como pueden ser el románico, el gótico, o el barroco, por ejemplo. Pero a su vez, la historia de la cultura humana es en realidad la historia de las personas, sus hechos, y sus estilos en términos de sus pensamientos, sentimientos, y comportamientos, así también como en sus haceres. El estilo tiende a surgir de la contradicción entre la integridad de las obras realizadas y la autonomía de aquellas personas que las han realizado. 

Si deseamos distinguir tales hechos de otras esferas de la actividad humana necesitamos algo que, más allá de la integridad de cada obra en particular, vincule esta con las demás obras. Eso es precisamente el estilo. 

La palabra española “estilo,” se traduce al italiano como “maniera,” una palabra que también se ha utilizado para referirse a las maneras, es decir, la forma particular de conducta y comportamiento de una persona, o sea su estilo de vida. Un estilo se desarrolla a partir de ciertas variaciones: de ellas sobreviven aquellas variaciones que, por su originalidad, se adaptan mejor al medio ambiente.

Por lo tanto, la cultura que posee una determinada persona representa un estilo muy personal de ser, de saber estar, y de comunicarse con uno mismo y los demás. Por ello, y en su último análisis, la cultura ha de acreditarse como una forma de vivencia e interacción humana noble, justa, y honorable. 

El objetivo de la cultura no consiste en dificultar, eliminar, o desacreditar, sino en potenciar y enriquecer todo lo anterior. De ahí que la cultura jamás pueda ser presentada como una imposición externa, como una tarea aburrida y desagradable, como una forma pedante de competitividad con los demás, o como una manera de auto adularse a uno mismo. 

Tampoco debe manifestarse como una esfera separada e independiente de la vida, ni convertirse simplemente en un tema más a tratar. Todo ello hace que el saber, su trasmisión, y el auténtico entendimiento entre los seres humanos se convierta en un acto reiterativo de profundo placer. 

A modo de resumen final, podemos afirmar que la cultura representa la forma en que la biología humana, el intelecto, las emociones, el espíritu, el comportamiento, y la civilización en su totalidad, se entretejen e integran íntimamente para convertirse en una persona culta que, además, es constantemente reflejada en ese espejo tan especial que son los demás. 

A pesar del alto volumen de conocimiento inherente al hombre culto, el proceso auto y hetero creativo que representa es, en esencia, un prolongado camino espiritual, una aventura realizada sobre lo más profundo de su propia existencia, y sobre el libre y creativo artista y compositor que lleva dentro. 

Además, sabe perfectamente que cualquier medio cultural fracasa cuando es deficiente o carece de una sólida infraestructura que sepa incluir una constante innovación. 

El hombre culto sabe funcionar en el corto, mediano, y largo “ahora,” y por lo tanto posee la habilidad para combinar tres elementos fundamentales que garantizan su culta progresión: 1.- una constante renovación e innovación, característica de una visión enfocada a corto plazo; 2.- un constante control y sensación de estabilidad, representativos de una visión enfocada a mediano plazo; y 3.- un sólido y continuo aprendizaje que garantice la continuidad, resultado de una visión enfocada a largo plazo. 

Todo ello corresponde a un proceso que versa sobre su inimitable creatividad y originalidad, pero no en el sentido de representar algo nuevo y resplandeciente recién salido de una fábrica, si no algo que representa total y originalmente lo que el mismo es como persona, tanto en su esencia como en su estilo, o sea como un ser humano único, autentico, e inimitable. 

 

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