ABC del Romanticismo

Guillermo Laich
02/02/2024 19:10

 

 

 

Pensamos que siempre existe una razón tipo causa y efecto para todo lo que sucede ...

... o eso creemos ...

 

 

 

En uno de mis años universitarios de pregrado, tuve especial interés en realizar algunos cursos sobre Historia de la Civilización Occidental. Uno de ellos lo impartía un profesor de gran prestigio que, francamente hablando, me cambio la trayectoria de mi vida para el bien. vida. Era el Dr. Charles Haight de la Universidad de Stanford., Los demás profesores, bueno, no eran más que profesores corrientes que simplemente cumplían con sus obligaciones académicas … y poco más.

Para ser honesto, uno de esos profesores me agradaba como persona, pero no estaba completamente convencido ni satisfecho con la forma en que dictaba su curso. Sus conferencias no eran más que largas arengas mecánicas de hechos, fechas, y acontecimientos aparentemente improvisados, incoherentes, y/o desconectados. 

En consecuencia, mi mente eminentemente racional de aquellos tiempos, no tenía otra manera de aprender el tema que memorizar todo, palabra por palabra, y regurgitarlo intelectualmente en los exámenes parciales y finales. Considero que tal experiencia fue un reverendo desastre.

Un buen día en mes de diciembre me encontré con ese mismo profesor en la cafetería de la universidad y le pregunté si podía sentarme a tomar un café con él. Si bien elogié sinceramente sus grandes dotes de inteligencia y oratoria, también mencioné que podría haberlo hecho mejor, de hecho, mucho mejor. 

Le dije que, en mi opinión personal, él había logrado contraer una profunda deuda académica con toda la clase. Que nos debía tanto a mí, como al resto de los estudiantes, mucho más que toda la aburrida jerga intelectual que nos había repartido clase tras clase a lo largo del semestre.

También le mencione que, según mi opinión, su función y labor como profesor consistía en hacer que la historia cobrara vida, que capturase la atención de los estudiantes, que de mayor significado a los hechos organizándolos en patrones lógicos que explicaran el por qué, el cuándo, y el cómo de las cosas. 

Adicionalmente, le dije que, de alguna manera, aún tenía que encontrar razones sólidas y creíbles para muchos asuntos de relevancia histórica que el mismo había mencionado en clase. Razones que hicieran que los acontecimientos históricos fueran importantes y significativos para mentes jóvenes y entusiastas como la mía. Finalmente llegué a la conclusión, y se lo dije en la cara, que en esta tarea concreta había el, como profesor universitario, había fracasado. 

El profesor permaneció en silencio y me miro detenidamente durante más de medio minuto. No obstante, su respuesta no se hizo esperar y fue muy precisa y al grano: “Bill, sólo tienes 20 años y yo 65 y, por alguna razón que desconozco, aun vives de manera estricta en lo que se conoce como la Era de la Razón, mientras que yo vivo en la Era del Romanticismo. ¿Sabes de lo que hablo y lo que estoy tratando de decirte? Mi respuesta fue un “NO” afirmativo pero ignorante, y le prometí que intentaría entender lo que intentaba expresar. 

Pues bien, me tardo muchos años de estudio, vivencias de todo tipo, y mucha maduración personal para comprender plenamente la amplitud y profundidad de sus inteligentes palabras. No obstante, finalmente lo logre. Este humilde artículo es fiel representación de tal enseñanza y comprensión ocurrida en el norte de California, EE.UU. en la segunda mitad de los años 1960.

Ante todo, y conviene decirlo ahora alto y fuerte, la verdad del asunto es que nosotros, los humanos, no somos para nada criaturas muy razonables que digamos, de hecho, pensamos a menudo y muy erróneamente que siempre existe una clara razón o motivo secuencial tipo causa y efecto para todo lo que nos sucede. 

O eso creemos ...

Hace aproximadamente trescientos cincuenta años, la civilización occidental surgió durante lo que hoy se conoce como la Era de la Razón. Sin embargo, y hasta donde llegan mis humildes conocimientos, todavía estamos en esa tan precisa Edad de la Razón. Tal hecho significa es que las personas educadas que configuran nuestra civilización y época actuales han llegado a creer que existe, si se profundiza lo suficiente, una explicación racional para todo lo que nos sucede.

Sin embargo, y retrocediendo unos años más en el tiempo, la humanidad occidental emergió de la antigua Era de la Fe y entró en la Era de la Razón. Sí, en efecto, estamos hablando de una era denominada “Era de la Fe,” pero ¿fe en que y como exactamente …? La respuesta es la fe en quizás muchas cosas que antes y en la actualidad no estaban probadas, y quizás nunca lleguen a comprobarse, algunas quizás más esenciales que otras. No obstante, la fe central consistió en la fe depositada en la existencia de un ser único y supremo.

La Era Medieval, a menudo denominada la Edad Media, comenzó alrededor del 476 d.C. tras una gran pérdida de poder en toda Europa por parte del emperador romano. La Edad Media abarca aproximadamente 1000 años y termina entre los años 1400 y 1450. Sucede que a menudo se hace referencia a la Edad Media como la Edad de la Fe y es correcto hacerlo, ya que durante este período la religión dominó todos los aspectos de la vida como la literatura, la arquitectura, el arte, y la música. La religión dominante durante este período fue el cristianismo.

La Era de la Ilustración, a menudo llamada la Era de la Razón, comenzó alrededor de año 1685 y continuó hasta el año 1815. Ese período de 130 años también se le conoce como el “largo siglo XVIII,” en el que la política, la filosofía, la ciencia, y las comunicaciones europeas se reorientaron radicalmente desde la fe y la diversidad, hacia una forma de pensar más racional basada en la evidencia objetiva.

La Era de la Razón, fue un movimiento intelectual y filosófico con influencias y efectos globales, caracterizado especialmente por un enfoque crítico de los asuntos religiosos, sociales, y filosóficos. En esencia, esta Era repudiaba toda creencia o sistema no basado o justificable por la razón.

La Era del Romanticismo, también conocida como movimiento romántico o Era Romántica, se desarrolló posterior a la Era de la Razón. Fue un movimiento artístico e intelectual con origen en Europa a finales del siglo XVIII. Para ser exactos, y en su totalidad, la Era Romántica duró unos 60 años desde el año 1790 hasta el año 1850 y, para la mayor parte del mundo occidental, logro su apogeo entre los años 1800 y 1850.

Diametralmente opuesta a la fría lógica y racionalidad de la Era de la Razón, la Era del Romanticismo se caracterizó por la celebración directa y espontánea de la naturaleza y del hombre común, por un nítido enfoque sobre la experiencia humana individual, por una idealización de la mujer, y por una aceptación del aislamiento y la melancolía.

No hace falta mencionar que el contexto político y económico de la época influyó significativamente a lo largo de este período. De hecho, muchos escritores se inspiraron en la los eventos de la Revolución Francesa que duró de 1789 a 1799. Tal Revolución represento un período de cambio político y social en Francia que comenzó con los Estados Generales de 1789 y terminó con el golpe del 18 de Brumario en noviembre de 1799 y la formación del Consulado Francés.

Sin embargo, hay que tener históricamente en cuenta que una Era no se transforma y/o convierte en otra Era de la noche a la mañana. Entre la Era de la Fe y la Era de la Razón transcurrieron unos trescientos años caracterizados por la más absoluta confusión y caos. Además, una Era antigua no pasa y se desvanece con facilidad, ya que ciertos vestigios de la Era de la Fe aún persisten hasta bien entrado el siglo XXI, incluido el concepto mismo del siglo XXI.

En el aquí y ahora de nuestra actual Era de la Razón, así lo considero yo, habitualmente dirigimos muchas preguntas a la historia con la finalidad de obtener respuestas validas. Pero cualquiera que sea el caso o bien la cuestión, gran parte de la supuesta racionalidad inherente la humanidad continúa siendo falsa. Y lo sigue siendo porque los humanos somos animales emocionales que en ocasiones piensan con racionalidad; no necesariamente animales racionales que a veces sienten emociones.

William Blake (1757-1827), en su famoso cuadro del británico Sir Isaac Newton (1795), representa al gran científico sentado en posición de perfil clásico y sosteniendo un compás con el que midió el mundo. El sentimiento que yace detrás de la imagen retratada es eminentemente ambivalente, pero para Blake, que era un poeta romántico y artista visionario, Newton era esencialmente un enemigo frontal. 

Y lo era porque Newton representaba al científico racionalista, digital, y lineal supremo. Un individuo que, con la inteligencia fría y racional de su mente, había logrado reducir el misterioso funcionamiento del mundo a una mínima expresión mecanicista. No obstante, lo que ignoraba Blake era que toda actividad cientifica, sea la que sea, requiere una enorme cuantia de intuicion irracional - tanto amplia como profunda - para poner en marcha el proceso creativo basado, esencialmente, en saber formular las debidas preguntas para lograr cuestionar a la misma naturaleza..

Por lo tanto, la actitud de Blake ante Newton resume uno de los aspectos más importantes de la Era Romántica: un movimiento caracterizado por muchas facetas e impulsos altamente irracionales y contradictorios. La reacción irracional, misteriosa, y espontánea del movimiento romántico, en contraposición a los fundamentos racionales de la Era de la Razón, iba directamente en contra de la creencia de que todas las cosas eventualmente serían conocidas y comprendidas, siempre y cuando estas fueran sometidas a la luz fría y objetiva de la razón.

Para el romántico, tal creencia racionalista era de naturaleza reduccionista y degradante, principalmente porque rechazaba la idea de lo infinito, lo espiritual, y lo trascendental y, por implicación adicional, también rechazaba cualquier cosa que se encuentre más allá de lo material y lo empírico. 

En contra a todo esto, los románticos argumentaron que el hombre no era simplemente una pieza o bien una simple rueda o engranaje dentro de una enorme máquina que respondia a leyes fisicas, sino un ser capaz de poseer una subjetividad emocional y espiritual más allá de lo eminentemente ultraestructurado y mecánicista. En las propias y memorables palabras de Blake, este adelanto la posibilidad de: “de ver el mundo en un grano de arena y el cielo en una flor silvestre.”

En otras palabras, se trataba de ser capaz de aplicar una visión pura y directa respecto a la naturaleza a través de la facultad de la sensibilidad y la imaginación, y de ver la siempre presente realidad espiritual intangible más allá de la apariencia concreta y física de las cosas. 

Maximilien Françoise Marie Isidore de Robespierre (1758-1794), en el apogeo de la Revolución Francesa (1789-1799), logro abolir la religión tradicional y, a continuación, la reemplazo y sustituyo por un sólido culto a la Razón.

Sin embargo, y una vez finalizada la experiencia revolucionaria francesa en el año 1799, el romanticismo comenzó a reinstaurar la dimensión espiritual e intangible de las cosas, asi como la misma vida de diversas maneras: 1.- la escritora, política, diplomática e historiadora francesa Françoise René Chateaubriand (1768-1848) intentó revitalizar la tradición cristiana en una época en la que un gran número de intelectuales se volvían contra la Iglesia; 2.- William Longfellow (1770-1850), entre otros, practicaba una forma de culto panteísta hacia la naturaleza; y 3.- William Blake siguió su propia visión de la vida, tanto personal como mística. 

En esencia, el romanticismo enfatizó el valor místico de la individualidad y la espiritualidad del hombre más allá de toda inducción o deducción racional. Lo que tenían en común todas las manifestaciones del romanticismo era precisamente en colocar un énfasis sobre la individualidad humana. Esto fue así porque se destacó la validez de la subjetividad, la espontaneidad, y la emoción. El arte, en todas sus formas y estilos, se convirtió, por primera vez, en una forma de autoexpresión, una expresión de visiones individuales sobre la vida.

El artista romántico, incluso cuando se negaba frontalmente a reconocer el término, se vio a sí mismo como una forma de ser superior, poseedor de una visión exclusiva y única, limitado sólo y exclusivamente por los límites y las limitaciones de su propia imaginación y espiritualidad.

De ahí la tendencia a que los temas artísticos de esta Era provengan con frecuencia del mundo de lo extraño, lo fantástico, lo abstruso, o lo exótico. El pintor español Francisco Goya (1746-1828) inscribió la lámina 43 de su serie de grabados: “Los Caprichos” en el año 1799 con las palabras: “el sueño de la razón produce monstruos,” y una y otra vez el Romanticismo nos presenta imágenes de pesadillas sobre lo imprevisible, lo incierto, lo incontrolable, y lo extremo.

Podemos ver este concepto partiendo de la brutalidad clara pero opulenta de las obras de Eugene Delacroix (1798-1863) hasta los horrores sobrenaturales implícitos en la novela gótica. La narrativa gótica es un género literario originado en Inglaterra a finales del siglo XVIII, relacionado con el género de terror. Representa un género o modo de literatura y cine que combina la ficción y el horror, la muerte y, en ocasiones, el romance. 

Fue precisamente esta búsqueda incesante de lo mórbido, incoherente e irracional, específicamente en los extraños y extravagantes cuentos de Hoffman, que llevó a Johan Wolfgang von Goethe (1749-1832) a describir el Romanticismo como: “enfermedad y Clasicismo de la salud”.

Sin embargo, no todos los artistas románticos dieron rienda suelta a los abismos más oscuros de su imaginación. Con frecuencia, la naturaleza se representaba como un ideal de pureza y serenidad, o como un lugar de salvajismo colmado de poderes elementales y básicos. Estar en contacto íntimo con la naturaleza misma era lograr ser más de uno mismo, una mejor edición de uno mismo, por así decirlo. Es más, los pintores de paisajes estudiaban cada vez más sus temas directamente y partiendo de la misma naturaleza.

El pintor inglés John Constable (1776-1837) intentó, y en muchas ocasiones consiguió, sintetizar en su obra una aproximación objetiva a los fenómenos naturales con un sentido personal y poético. Que la ciencia no mecanicista puede ser reconciliable con el mundo de la imaginación se puede ver no sólo en la obra de Constable, sino también en las obras de Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), Novalis (1772-1801), y Víctor Hugo (1802-1885). En todas ellas se considera que la ciencia abre una puerta o bien un portal hacia el infinito. En esencia, y debido a ello, el romanticismo enfatizó una forma inherente de conservadurismo personal.

De hecho, y con el paso del tiempo, muchos historiadores culturales han enfatizado la naturaleza conservadora del romanticismo, todo ello a pesar de la gran diversidad de opiniones políticas específicas que albergaba en su interior. La Revolución Francesa, bienvenida por muchos, incluido Wordsworth, acabó siendo considerada como una pesadilla de racionalidad que no tenía en cuenta el sufrimiento, los sentimientos, y la naturaleza humana individual.

El propio emperador Napoleón (1769-1821) fue inicialmente admirado como un hombre que rescataría los autenticos objetivos de la Revolución Francesa y acabaría con los mezquinos déspotas de Europa. Napoleón fue un emperador y comandante militar francés que saltó a la fama durante la Revolución Francesa, y dirigió campañas exitosas durante las Guerras Revolucionarias. Fue el líder de la República Francesa como Primer Cónsul entre los años 1799 y 1804, luego del Imperio Francés como Emperador de los franceses de 1804 a 1814, y brevemente nuevamente en 1815.

Sin embargo, la desilusión llegó cuando se declaró Emperador en el año 1804, lo que provocó que Ludwig van Beethoven (1770-1827) borrara su dedicatoria a Napoleón de la Sinfonía Heroica. A pesar de todo, continuó manteniendo su control sobre la imaginación romántica como un hombre de voluntad, impulso, y visión sobrehumanos. Un hombre que se había atrevido a mucho pero que también fracasó en gran escala provocando más de 3 millones de muertes a lo largo de sus campañas militares.

Este culto a los héroes virtualmente sobrehumanos también se puede encontrar en el culto a Lord Byron (1788-1824). Byron fue un héroe romántico melancólico por excelencia, como lo fueron los escritos biográficos e históricos de Thomas Carlyle (1795-1881). Carlyle también compartió con muchos escritores la nostalgia por la Edad Media, como una época más simple y auténtica, y cuyo espíritu sobrevivió y pudo reproducirse en la arquitectura gótica.

Esta búsqueda continua de una mayor naturalidad y autenticidad claramente representa el legado de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778). También se puede ver en la creciente admiración de la época por las tradiciones y el folclore nacionales, por ejemplo, los cuentos recopilados por los hermanos Grimm (Jakob Ludwig Karl, 1785-1863 y Wilhelm 1786-1859).

Podemos concluir afirmando que el romanticismo en la literatura, la música, y las artes visuales representa un estilo que enfatiza la imaginación, las emociones, la espontaneidad, y la creatividad ilimitada del artista individual. También se refiere a la cultura europea de finales del siglo XVIII y principios del XIX, en contraste con el clasicismo del siglo XVIII. 

Por definición, el Clasicismo sigue los principios y estilos griegos o romanos antiguos en el arte y la literatura. Generalmente se asocia con la armonía, la moderación, y el cumplimiento de reconocidos estándares de forma y artesanía, especialmente desde el Renacimiento hasta el siglo XVIII.

Los principales temas del arte y la literatura románticos incluyen el amor por los paisajes atmosféricos y naturales al aire libre, la nostalgia por la historia y el pasado, el amor por lo rudimentario y primitivo, el culto a la figura del héroe, la pasión impulsiva e irracional por el amor romántico, el interés por el misticismo y lo desconocido, así como una fascinación por la muerte.

Pero las divisiones, las clasificaciones, y las compartimentalizaciones de los multiples derroteros del pensamiento humano solo son comprensivles cuando intentamos integrarlos en vez de separarlos. En mi caso en particular, siento una sensacion de profundo orgullo por haber logrado integrar las tres Eras anteriormente mencionadas en un uno, unico, e indivisible. Pero para eso hay que tener unas enormes ganas de leer y aprender, y poca gente lee hoy en dia.

Tanto a Era de la Fe (476 d.C.), como la Era de la Razon (1685-1815), y finalmente la Era del Romanticismo (1790-1850) forman parte integral del la inteligencia, el pensamiento, las emociones, los comportamientos, y el simple vivir dia a dia de los seres humanos. Separarar tales eras y sus contenidos historicos y filosoficos, por la razon o la fuerza, no solo representa un insulto a la evolucion humana como ser inteligente que es, sino que tambien se aproxima eligrosamente a la frontera que lo separa de la inmoralidad.

 

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