Luciano Minguzzi (1911-2004) fue un famoso escultor y grabador de origen italiano. Entre los creadores artísticos que más influyeron en el estilo de Minguzzi aparecen escultores florentinos y boloñeses del inicio del Renacimiento, así como los más modernos Arturo Martini, Marino Marini, Giacomo Manzù, Alberto Giacometti, y Pablo Picasso.

Con el paso del tiempo, Minguzzi se consolidó y destaco como un artista con gran capacidad de creatividad y expresión mediante figuras de acróbatas, contorsionistas, y aves. No obstante, alcanzo su mayor de fama con su obra, realizada en el año 1965, de la quinta puerta del “Duomo” de Milán y, entre 1970 y 1977, de la Puerta del Bien y del Mal en la basílica de San Pedro en Roma, comisionada y consagrada por el papa Paolo VI.

En un determinado momento de su vida, Minguzzi fue cuestionado respecto a su gran capacidad creativa, así como lo que sentía al ver finalizada una escultura importante. Su acertada y contundente respuesta fue la siguiente:

“Antes que nada, siento como si me quitaran un gran peso de encima. Luego, me alejo intelectualmente y me despego emocionalmente para siempre de mi creación. Lo hago porque espero que mi obra, en base a su valor expresivo intrínseco, será plenamente capaz de afrontar por si sola la gente que la contempla, y de esta forma lograr expresar claramente lo que yo mismo en su momento concebí.” 

“Si no es exactamente así, significa que tanto yo como mi obra hemos fracasado. Es más, cuando alguien me pregunta sobre la auténtica esencia artística que intentan expresar algunas de mis obras, me siento vacío y completamente desalentado. Tales sentimientos son fieles indicios de que la escultura o esculturas en cuestión no han sabido cumplir su propósito artístico, que no han sabido expresa ninguna esencia artística de peso, y que no dicen nada de nada ...”