Parálisis por Análisis

Guillermo Laich
26/07/2012 09:58

"Muchas veces en la vida, menos es más ........."
 

Para que aparezca nuestro arte, nosotros debemos desaparecer. Este hecho en realidad, suele ser una experiencia muy común. Por lo general, cuando hacemos algo que amamos, no existe nada más. En ese mismo momento, no nos importa quien o quienes nos esten mirando. No existe evaluador ni evaluado, nuestra conciencia crítica, ha desaparecido por completo. Sólo existe el puro sentimiento de estar en contacto con todo lo que nos rodea simultaneamente, sin más.

Cuando desaparecemos dentro de lo que estamos haciendo, de esa manera, todo a nuestro alrededor se convierte en algo creativo, nuevo, e intacto. Nosotros y el entorno nos unimos íntimamente y nos llenamos de energía. Nuestra atención e intención se fusionan en un punto único e indivisible, y se convierten en una unidad inseparable. En ese momento florece lo mejor de nosotros.

Pero existe una cara opuesta a este singular y tan especial estado de ánimo. Una cara característicamente oscura y negativa en la cual la creatividad es cohibida y prácticamente anulada por la presencia de un espectro imponente y omnipresente que lo juzga todo. Ese espectro reside dentro de nosotros mismos y busca la perfección. Analiza todo hasta el último detalle y nos impide realizar cualquier cosa que no sea perfecta. Es ahí, cuando los procesos creativos se enlentecen y a veces incluso se detienen. En ese momento tenemos la sensación de estar totalmente frenados y atascados, y sufrimos los efectos de la cara opuesta de la libre creatividad.

Podemos considerar a la persona creativa como si contuviera en sí, o actuara, como dos personajes internos: una encantadora musa (motivadora, libre, emocional, y creadora) y un duro y frío editor (censor, limitado, analítico, y paralizante). La musa propone y el editor dispone. El editor critica, moldea, y organiza la materia prima que ha creado el libre y desinhibido juego de la musa.


Pero si por algún motivo el editor va por delante y analiza críticamente a la musa en vez de ir por detrás, él mismo, censura y edita a la musa totalmente fuera del contexto creativo. El triste resultado consiste en una parálisis creativa conocida con el nombre de "parálisis por análisis."

El editor, a modo de un espectro inhibidor, se instala en la vida de la persona como una fuerza invisible, critica, y persecutoria. En esencia constituye un serio obstáculo en el camino creativo. De esta manera, el trabajo es juzgado antes de ser realizado, o incluso antes de que exista algo para juzgar. En consecuencia se produce un bloqueo, o más bien una especie de inhibición, que anteriormente hemos definido como “parálisis por análisis.” Es por esto que los dos socios internos de nuestra mente humana, musa y editor, siempre deben estar en perfecta simbiosis, sincronía, y unión como dos bailarines de ballet clásico que se conocen bien.

La forma más fácil de hacer arte, o cualquier cosa autentica bien hecha, consiste en dejar de lado las posibilidades de éxito y fracaso, y seguir adelante libre de temores e inhibiciones según los múltiples deseos de expresión artística de nuestra musa interior. El temor está profundamente relacionado con el miedo a la estupidez, que en si se compone de dos partes: miedo a parecer tonto (perdida de la reputación), y miedo a ser realmente un tonto (miedo al mal concepto de uno mismo). De esta manera nos encontramos ante el fantasma inhibitorio del perfeccionismo y su fea hermana gemela, la postergación.


El concepto de postergación posee algunas esquinas oscuras de carácter obsesivo ya que también se conoce con el nombre de procrastinacion. La procrastinacion es una palabra que da cuenta de ese fenómeno tan característico que es la postergación de algo por hacer, el dejar para mañana o para el día siguiente lo que se puede hacer hoy. Es decir, que el fin queda temporal o permanentemente diferido, dejándolo para mas adelante mediante el empleo de todo tipo de excusas y explicaciones.


Pues bien, ¿cual es la lógica detrás de esa tendencia a la procrastinacion o al postergamiento? La procrastinacion se da preferentemente en las personas obsesivas y se relaciona directamente con la cuestión de la duda. Toda duda consiste en intentar evitar una toma de decisión por miedo a no acertar o por temor a no alcanzar la perfeccion. En consecuencia la persona no puede superar la duda, se inhibe y paraliza, y sencillamente no actúa. A este tipo de personas se les conoce como "maquinas vivientes." Parálisis por análisis nuevamente.

La tendencia al perfeccionismo nos paraliza tal vez más eficazmente que cualquier otro bloqueo. Nos enfrenta cara a cara con el editor, o espectro que nos juzga. Cómo representa un ideal inalcanzable, es imposible que nos pongamos a su altura, y nos hundimos en el fangoso pantano de la postergación o procrastinacion.


El miedo a la estupidez y el miedo a cometer errores abrevan en ese sentimiento muy primario que todos aprendimos de niños: la vergüenza. La excesiva conciencia de fracaso, la búsqueda de la mas impecable perfección, o el análisis detallado y excesivo de cualquier situación detiene a la musa creadora en seco y va a parar a una silla de ruedas con un ataque agudo de parálisis por análisis.

El talentoso poeta y artista británico William Blake (1757-1827), le dio el nombre de “Urizen” a ese tan temido y omnipresente espectro-juez-editor que todo lo juzga y critica. Urizen representa “nuestra razón.” La principal arma (y quizá la única) de Urizen es el miedo, así como la duda y la inhibición que provoca. Ese temor es alimentado internamente e impuesto por una parte de nosotros mismos a otra que también nos pertenece. Es así como podemos pasarnos toda nuestras vidas culpando a otros por las frustraciones y bloqueos de nuestra vida creativa cuando en realidad el bloqueo procede de Urizen, o sea de nuestra propia conciencia obsesiva y perfeccionista.

En el año 1996 tuve el gusto de trabajar como medico de Diego Maradona en España durante un prolongado periodo de tiempo. Como futbolista Diego es un hombre que escucha y sabe dar rienda suelta a la creatividad de su musa interior sin interferencia alguna de su editor. De hecho parecía como si tal editor no existiese. Fue por eso que dediqué muchas horas a observar de cerca todo lo que hacía y como lo hacía.


Un día, entrenando juntos, me di cuenta que Diego jamás editaba a priori sus acciones o reacciones. Siempre estaba jugando con un balón, disfrutando, riendo, y haciendo malabarismos de compleja coordinación motora que solo él, era capaz de realizar. Sus actos psicomotores eran rápidos, precisos, fluidos, y exactos. Cada uno de sus movimientos, por más neurológicamente complejos que fuesen, paradójicamente se caracterizaban por una gran sencillez y simplicidad. Daba la impresión de que cada uno de sus movimientos solo podían realizarse como los realizaba él, y de ninguna otra manera.

Mientras lanzaba el balón de un lado al otro, hablaba con una o dos personas, me hablaba a mí, de repente sonreía a dos personas más, miraba a su alrededor, y además comentaba en voz alta sobre lo que estaba haciendo. Podría haber elegido una cantidad infinita de acciones para cada movimiento, pero siempre escogía la más idónea. Evidentemente su sistema nervioso estaba preparado para tratar con niveles de complejidad muy superiores al que estaba realizando. Iba sobrado - muy sobrado - y sentía lo que hacia mas que pensarlo. Ademas, daba la impresión de poder ver un segundo o mas por delante del tiempo real. Su mente y sistema nervioso se movía mas en tiempos ilógicos que en tiempos lógicos y/o cronológicos.

También me di cuenta de que sus movimientos se realizaban virtualmente en ausencia de un control consciente. Tomaba decisiones respecto a la posición espacial de su cuerpo, el suelo, y el balón en un instante. Cómo un piloto automático, en ningún momento daba la impresión de estar pensando conscientemente o editando sus movimientos y acciones. Todo fluía.


Decidía rápidamente acerca de una cantidad ingente de posibilidades fisiológicas, biomecánicas, y psicológicas simultáneas, pero no parecía estar pensando en los medios a través de los cuales se ejecutaban sus decisiones y acciones. De hecho, era capaz de elegir su respuesta con la mínima actividad consciente para luego, ejecutarla inconscientemente. Simplemente acertaba en elegir el movimiento más idóneo para cada momento y situación a una velocidad superior.


Su cerebro parecía enviar órdenes a otras partes del sistema nervioso, los cuales producían de manera inconsciente patrones específicos de las respuestas neuromusculares que llevaban a cabo esas órdenes. Seguramente la naturalidad y el automatismo de sus acciones estaban muy lejos de las respuestas lentas y trabajosas que caracterizaban a sus primeros días de contacto con el balón.


De hecho, y vía un largo y metódico proceso de aprendizaje psicomotor, la experiencia había logrado integrarse en sus movimientos, y el control había pasado de ser una modalidad de esfuerzo consciente, a una que no lo era. Además, era evidente que había logrado colocar en su sitio, o bien hacer desaparecer por completo, a su espectro crítico-editor. Estaba totalmente libre del temor al fracaso o lograr la perfección, y por lo tanto no sufría parálisis por análisis. Desapareciendo su conciencia analítica-critica su parálisis no aparecía y todo lo que hacía parecía poesía en movimiento.

De repente una alegre voz me despertó del estado de contemplación en el cual me hallaba: “¡mira como se hace, Bill!” me dijo, “¡mira qué fácil es!” Respondí “si, fácil para ti, pero no para los demás. Eres un verdadero genio motor.” Hasta el día de hoy no sé si comprendió bien lo que le estaba diciendo, pero eso no importa. El era ese genio y punto. Para el, menos premeditación y análisis se traducían en una mayor libertad y creatividad, y sencillamente no existían mas complicaciones ni estorbos en su interior. Su extraordinario historial futbolístico da fe de lo que estoy diciendo.

Comparando su privilegiado sistema nervioso a una empresa, las órdenes principales las generaba en la corteza de asociación de su sistema nervioso central, que corresponde a la oficina del presidente (nivel ejecutivo mas alto). Tales órdenes especificaban metas generales, más que planes puntuales y concretos de actuación. Esas órdenes llegaban al sistema nervioso periférico y a los músculos esqueléticos o empleados (nivel laboral dependiente más bajo) donde se ejecutaban, creando así los movimientos.


Toda esta compleja estructuración neural nos esta indicando que ni su corteza cerebral ni el presidente de una empresa, respectivamente, suelen ocuparse de los detalles respecto a lo que hay que hacer. Tanto la ejecución como los detalles finales siempre quedan a cargo de los niveles más bajos y más primitivos del sistema nervioso y también de una empresa. Esta analogía metafórica es lo suficientemente exacta como para comprender el proceso en cuestión.


La principal ventaja de esta organización es que los niveles superiores de la jerarquía neutral quedan más desinhibidos y libres, lo que les permite especificar tareas más complejas y de mayor calidad. De esta manera, cuanto más compleja es la tarea a realizar, más libre de duda, análisis, critica, y de Urizen deben de estar los centros superiores. Cuando la corteza cerebral o el presidente intentan hacerlo absolutamente todo, con la máxima perfección, y sin relegar a sus colaboradores —simplemente no pueden — y terminan fracasando.


La eliminación de las posibilidades de critica, inhibición, y fracaso, así como la potenciación de las posibilidades de la desinhibición, creatividad, y éxito de este sistema tan complejo y delicado, es una de las áreas funcionales centrales de la actual psiquiatría deportiva.

Al preguntarle a Diego como lo hacía, su respuesta era siempre la misma: “me sale de forma natural, no pienso, si lo analizo me sale mal o no me sale”. Considero que la esencia de su extraordinaria habilidad se encontraba justamente ahí. En colocar su musa libre y creativa muy por delante de su analítico editor.

Dieciséis años después, sigo dando gracias a las enseñanzas teóricas y prácticas de Diego Maradona, y también sigo pensando que esa era la clave de su inigualable arte y ciencia futbolística. Una genética privilegiada, una dedicación apasionada, y un proceso de aprendizaje único, entre billones de seres humanos.


Una confluencia y alquimia única de múltiples factores psíquicos, neurales, musculares, y mecánicos, donde los límites entre la formación, la información, y las ordenes conscientes e inconscientes, se solapaban, superponían, y fundían, para ser expresadas en forma de pura creatividad y totalmente libres de análisis ... y por lo tanto también libres de parálisis. 

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