El Enfoque Mental que Hace Funcionar las Dietas

Guillermo Laich
27/07/2012 13:14

"Adelgazar no es bajar de peso."

"Corresponde a la orientación de las velas, determinar el rumbo de un barco en el mar, no a la marea o al viento; corresponde a la orientación del alma humana, determinar el rumbo de una persona en la vida, no al conflicto o la calma.”

Ella Wheeler Wilcox (1850-1919)

 

En esencia, todas las dietas funcionan y no funcionan. Por lo general funcionan a corto plazo y fracasan a largo plazo. Es sumamente difícil lograr que una dieta determinada persista y se mantenga como tal en el tiempo. Además, todas ellas generan preguntas cómo: “¿cuánto tiempo podré continuar con esta dieta?” y “¿de que dependerá que logre convertirla en una forma de vida?”

Si bien toda dieta requiere un esfuerzo físico y psíquico sostenido, se nos hace necesario comprender y aplicar el significado de la palabra “persistencia,” que a su vez depende de dos palabras que le sirven de base estructural y funcional: “promesa” y “compromiso.” Como veremos, el éxito de realizar una dieta no consiste tanto en la selección de los alimentos y el cumplimiento de la actividad física complementaria, sino en saber formular, aceptar, y cumplir una promesa realizada a uno mismo.

Se mire por donde se mire, en la vida siempre existe un compromiso. De hecho todo lo que realizamos en nuestras vidas tiende a comenzar y a terminar en algún tipo u otro de compromiso. Un compromiso implica contraer una obligación con alguien o con uno mismo. Sin compromiso tal obligación no existe. La promesa de realizar una dieta - y mantenerla en el tiempo - es un compromiso a largo plazo contraído con uno mismo.

Este punto o concepto es de suma importancia y por lo tanto requiere una explicación mucho mas extensa y profunda.

Comencemos por decir que una promesa es algo muy serio. La formulación y el cumplimiento de una promesa se asemeja a las sabias palabras de la poetisa americana Ellen Wheeler Wilcox cuando nos dice que la orientación de las velas de un barco determina su rumbo en el mar. De la misma manera una promesa hecha de verdad, con total convicción, y con "alma y vida," determinara el rumbo para realizar algo especifico para llegar a un objetivo determinado. Cuándo esa promesa a uno mismo no se cumple cometemos un grave acto de deshonestidad también contra nosotros mismos.

En toda promesa debemos ser capaces de poder decir: “prometo realizar esto y aquello ...,” y cumplirlo al pie de la letra. Al incumplir, nos habremos engañado, y consecuentemente perderemos credibilidad, autorespeto, y autoestima, ante nosotros mismos. Además, hacerlo de forma reiterada es una mala inversión, ya que crea una profunda sensación de frustración y culpa, que a su vez crea rabia e ira. De hecho, la mentira, la culpa, y la ira siempre exigen una disculpa a posteriori.

Una promesa está preliminarmente programada para el éxito. Eso es, siempre y cuando su núcleo funcional sea honesto, autentico, y realizable dentro de la realidad. La mentira, convenientemente colocada en el centro de una promesa, no tiene donde ir ni hacia donde escapar, y de hecho no va a ningún lado. La finalidad de la mentira es proveer una comodidad transitoria para el mentiroso. En tales casos la mentira es capaz de escindir y crear vacíos falsos en el tejido de la realidad.

Una mentira corresponde a una conveniente invención cuya naturaleza es ajena a la realidad, y que en esencia representa un vacío que carece de referencia, fundamento y sustancia, y por lo tanto no se sostiene ante la evidencia o la argumentación lógica. Al no sostenerse sobre su frágil base, se tambalea. Rápidamente se pone en marcha un cuestionable proceso de explicación aparentemente coherente y cargado de razones pseudo racionales que llene este vacío: “He mentido porque ...”

Pero no vale la pena ni intentarlo. No existen razones, conceptos, ni disculpas que valgan para justificar una mentira. El vacío creado por la mentira reaparecerá una y otra vez en la mente del mentiroso, a modo de un fantasma de las emociones y el intelecto, para torturar su conciencia.

Una promesa representa una posición privilegiada desde donde operar con honor y honestidad. Constituye un punto de referencia intimo y personal desde el cual es posible decir que “no” a lo que antes se decía que “si,” o viceversa.

Todo se basa en la lealtad y la fidelidad. Las dos leyes fundamentales que determinan el grado de lealtad humana son sencillas: primero, no se pierde la lealtad hasta que se es infiel a uno mismo; y segundo, no se logra la lealtad hasta que se es fiel a uno mismo. Ser leal implica cumplir las leyes de la fidelidad.

Fidelidad significa total conformidad con la verdad. Implica constancia en los afectos, en el cumplimiento de las obligaciones, y no defraudar la confianza depositada en uno mismo. La fidelidad es la vía mediante la cual se establece una intima y profunda relación con uno mismo. Si fallamos en nuestra lealtad y/o fidelidad estaremos ante un serio problema. Por ejemplo, un reloj que de repente deja de funcionar, jamás volverá a contar con nuestra confianza, eso es, a menos que la causa sea descubierta, asimilada, y corregida.

Supongamos que un día decide comenzar una dieta con actividad física moderada. Su porcentaje de grasa es del 35% y le sobran 16 kilos. Se ve, lo ven, y se siente mal. Como seres humanos que somos, tendemos a reaccionar de una manera muy típica ante este tipo de situación ya que "cuándo no estamos todo lo bien que deseamos nos ponemos todo lo mal que podemos." Así somos ... y así es la naturaleza humana.
Las leyes bioquímicas básicas que rigen el metabolismo intermedio humano nos indican que la "cantidad optima” de grasa corporal que debemos catabolizar o quemar, sin catabolizar o perder masa muscular magra, es de aproximadamente unos 500 gramos por semana, o sea unos cómodos 2 kg al mes. En casos especiales este ritmo de catabolismo graso puede ser incrementado hasta llegar a los 700 o 900 gramos por semana, o sea unos 2.8 a 3.6 kg al mes, como suelen hacer los fisioculturistas de élite en su fase de definición. No obstante, este último procedimiento acelerado requiere una constante y estricta supervisión medica especializada para no perder la tan difícilmente lograda masa muscular magra en el proceso.

Perdiendo 500 gramos de grasa por semana, sobrando 16 kg, y a un ritmo de 2 kg al mes, se tardarían aproximadamente 8 meses en lograr el peso y la relación “masa grasa / masa muscular magra” deseada. Por otro lado, a un ritmo superior correspondiente a 2.8 - 3.6 kg al mes se tardaría entre 4.5 y 5 meses en perder la misma cantidad de grasa. Ahora bien, muchos preguntaran: "¿por que no se puede ir mas de prisa?" y "¿que me lo impide?"

En mi práctica medica con atletas de élite y gente no deportista ya he prescrito y controlado mas de 25.000 dietas, y para todas ellas la respuesta ha sido sencilla y directa. Ir más de prisa, perdiendo 5-6 kg al mes, sería equivalente a realizar una especie de "suicidio metabólico" ya que a medida que se pierde grasa también se pierde masa muscular magra y por lo tanto cada vez se engorda más. Paradójicamente, y en poco tiempo, acabará con 16 kg de menos pero con un mayor porcentaje de grasa corporal. O sea que acabará como una persona flaca, malnutrida, y si ... gorda!

Esto es debido a que para el metabolismo del músculo esquelético, cuándo se realiza un estricto régimen hipocalorico complementado con ejercicios físicos diarios, no existe otra fuente de autoalimentación más deseable y apetitosa que el propio músculo. De ésta manera se produce un proceso de autofagia o miolisis donde el músculo preferencialmente pasa a catabolizarse o bien a "canibalizarse" a si mismo más que la grasa corporal. Por lo tanto, y con gran diferencia, se procede a perder cuantitativamente más masa muscular que grasa. En consecuencia se engorda. Es en este punto donde fracasan la mayoría de las dietas.

Esto es precisamente lo que quiero transmitir a todos esos atletas y no atletas con los cuales trabajo cuando les digo que si continúan realizando dietas drásticas y rápidas: "se van a comer o canibalizar su propia masa muscular."

Para comprender esto, y metaforicamente hablando, si se nos estropea la calefacción de nuestra casa en una fría noche de invierno, quemaremos los muebles de la habitación para intentar conservar el calor y no morirnos de frio. Esto es exactamente lo que sucede con el músculo estriado cuando el régimen dietético es demasiado severo, demasiado estricto, demasiado apresurado, y demasiado hipocalorico. Cuanto mas severa sea la dieta, se consumirá proporcionalmente más masa muscular que grasa.

Como podrán apreciar, "adelgazar no es bajar de peso," si no reducir la masa grasa a la vez que se conserva y se aumenta la masa muscular magra. Es esta última relación la que importa, no el peso corporal total, ya que este último incluso puede aumentar a medida que se adelgaza. De hecho, no existe mayor mentiroso que la bascula ya que no indica con precisión lo que se ha perdido o ganado. Mi recomendación es que tiren la báscula a la basura.

Se despierta entusiasmado. Hoy, esta misma mañana, comienza la dieta. Asi lo ha determinado y así se lo ha prometido. Esta vez no fallará. Su mente aún está semi-inconsciente y adormilada, y rápidamente engulle un desayuno de galletitas con mantequilla, tostadas con mermelada, y un café bien cargado de azúcar. Por el momento se siente satisfecho, y gracias a la cafeína y la glucosa su mente enciende las turbinas y remonta vuelo como un caza supersónico Grumman Tomcat F-14. Wow!

Debido a la ingesta de alimentos con alto indice glucemico (rápida entrada de glucosa en sangre), su páncreas se ve obligado a liberar grandes cantidades de insulina. En consecuencia, y a las pocas horas, comienza a sentir hambre y debilidad, pero se mentaliza y aguanta estoicamente. De repente sus compañeros de trabajo le comentan que le ven algo gordo y pasado de peso – cosa que le molesta enormemente – e inmediatamente se acuerda de su dieta y de su promesa. Inmediatamente decide hacer algo al respecto, pero ya son las 15:00, la oportunidad ha pasado, y el día esta prácticamente perdido. Llega a su casa y sale a andar o a trotar por el parque unos 20 minutos pero con debilidad, cansancio, y una total falta de motivación.

Ahora el Tomcat F-14 que despego por la mañana se ha transformado en el frágil biplano que los hermanos Wright utilizaron para realizar el primer vuelo.

Se va a la cama con una profunda sensación de frustración, rabia, e ira.“Hoy no funcionó, pero mañana va en serio,” se promete nuevamente! Ahora bien, debiera preguntarse a si mismo: "¿como pienso cumplir una nueva promesa si acabo de incumplir la previa esta misma mañana?" Acaba de destruir totalmente la base sobre la cual descansa su lealtad y credibilidad personal. Se ha mentido a si mismo y se encuentra en el aire, sin estructura, y sin autoridad sobre su persona. No ha sabido colocar su texto de lealtad en el contexto de sus necesidades, y por lo tanto su núcleo existencial de credibilidad personal se ha desintegrado. Siente una profunda vergüenza y también culpa. Sencillamente no ha asumido una plena responsabilidad por sus actos, y en esencia se ha comportado de una manera impulsiva, inmadura, e infantil. Su sistema no funciona.

Pero supongamos que al día siguiente se levanta de la cama e incumple nuevamente. ¿Que pasara el tercer día ... y el siguiente? La respuesta es sencilla: su frustración, rabia, ansiedad, y vergüenza ante si mismo irán en aumento de manera exponencial. En consecuencia comenzará a convertir sus alimentos en una especie de droga ineficaz y temporalmente tranquilizante, y seguirá comiendo y aumentando de peso y de masa grasa.

Con el tiempo y al no ver ninguna solución, es muy posible que se desespere y se deprima. El cortisol que se libera por las glándulas suprarrenales a lo largo del trastorno depresivo le proveerá con todos los ingredientes metabólicos para que usted pueda engordar y retener líquidos aun más y más rápido.
Ahora bien, ¿Qué tipo de promesa lograría el resultado deseado? ¿Una promesa ordinaria o una extraordinaria? ¿Una promesa firme y solemne? ¿Una promesa especia? ¿Una promesa de corazón? ¿Una promesa jurada? Y si a pesar de todas esas promesas Vd. sigue incumpliendo, ¿en que situación se encontraría? La respuesta es simple: se sentirá un mentiroso y un fracasado.

“Fracasado” – esta es sin duda una de las palabras más negativas, destructivas, y tristes de nuestro idioma. De hecho implica un severo acto de acusación o denuncia personal de auto condena. Tener que decirse a uno mismo “He fracasado,” es quizá la auto acusación mas cruel que existe. Las famosas palabras que la suelen preceder “... pero lo intenté ...” no sirven, y solo aportan una mínima y fraudulenta consolación. ¿Y si incluso el intento nunca existió?

La verdad de todo esto, es que no existe absolutamente nada que alivie la sensación de fracaso e infelicidad que se siente. Pero, y analizando bien, el concepto de “fracaso” o "fracasado" es eminentemente subjetivo en su naturaleza, y significa muy poco en términos absolutos. Los humanos erróneamente consideran que fracasan solo y puntualmente si se empeñan en lograr algo que no consiguen, pero no por eso son personas fracasadas. Los dos términos no implican lo mismo. Si bien, la persona que promete comenzar su dieta y no lo hace, se sentirá un fracaso. En tales casos lo mejor hubiese sido no formular la promesa hacia uno mismo desde el principio.

Pero surge un dilema respecto a nuestra forma de proceder: ¿Prometer y comprometernos; o no prometer y no comprometernos? Sabiendo que una promesa implica la posibilidad de incumplirla, hay que asumir los riesgos y aceptar las consecuencias inherentes. El riesgo de un posible fracaso debe ser asumido en su totalidad. Pero una persona no puede permanecer pasiva, inerte, o abúlica. Debe tomar la decisión de moverse y actuar.

No obstante, aquel que haya fracasado por incumplir sus promesas siempre tendrá otra oportunidad. Esa oportunidad se la otorga el tiempo en ese instante o momento conocido como el “aquí y ahora”. De hecho “ahora es siempre todavía.” El “aquí y ahora” nos da la oportunidad de comenzar de nuevo a pesar de lo que haya sucedido en el pasado. Es en el “aquí y ahora” donde existe la posibilidad de cambiar de actitud para formular y cumplir una nueva promesa, no en el recuerdo del pasado ni en la ilusion del futuro.

La nueva promesa, anclada, mantenida, y sostenida firmemente en el “aquí y ahora” hasta su total cumplimiento, es la vía más rápida y segura hacia una renovada lealtad, fidelidad, autoestima, autorespeto, y credibilidad en uno mismo. Colocando la verdad en el núcleo de nuestra persona y realidad habremos aprendido a valorarnos y a respetarnos en la cuantía que nos merecemos. En esencia, habremos aprendido a colocar nuestro texto en su correspondiente contexto, y nuestra dieta - o cualquier cosa que nos propongamos - funcionará. 

Comentarios:

31/12/2012 10:23 | Nombre:
es la verdad de las verdades la gente espera milagros y no controla su ansiedad como siempre Guillermo tu explicacion es la correcta espro que la gente la entienda

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