El Arte de Esculpir el Tiempo

Guillermo Laich
22/04/2013 04:39

Más y más, deberíamos esculpir y pulirnos a nosotros mismos, y de esta manera aprovechar como un espejo suspendido en el tiempo aquellos corazones que más brillan. 

El término "esculpir" hace referencia a la realización de una obra de escultura, también se refiere al acto de grabar, en hueco o en relieve, sobre una superficie de piedra, metal, o madera. Un "escultor" es aquel que es capaz de expresarse artísticamente mediante el acto de esculpir.

Por otro lado, el concepto de "tiempo" es algo mas difícil de definir ya que es un constructo creado para explicar y comprender los cambios y las permanencias en nuestras vidas. Corresponde a una magnitud física con la que medimos la duración o separación de acontecimientos y nos permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un "pasado," un "futuro," y un "presente." 

El término "pasado" se refiere al conjunto de sucesos ocurridos en un periodo anterior a un punto temporal determinado, que se ubica en una posición anterior al presente. El termino "futuro" corresponde a aquella porción de la línea temporal que todavía no ha sucedido, y que esta ubicada en una posición posterior al presente. Por futuro entendemos una conjetura que bien puede ser anticipada, imaginada, predicha, especulada, postulada, teorizada, o calculada a partir de datos en un instante de tiempo concreto. Finalmente, el "presente" hace referencia a un suceso que no pertenece ni al pasado ni al futuro, y que se ubica en una posición posterior al pasado y anterior al futuro.

En los párrafos anteriores, el tiempo ha sido prudente y arbitrariamente dividido en tres momentos distintos y bien diferenciados entre si: pasado, presente, y futuro. Pero, y aplicando mayor grado de precisión, en realidad, esto no es exactamente así. Un mayor escrutinio nos pone en evidencia que solo existen dos momentos posibles y esencialmente distintos: 1.- el de la existencia real efectiva; y 2.- el de la existencia posible. Esto es así porque el momento de la existencia real efectiva, correspondiente al pasado o al presente, esta terminado y ya no se le puede tocar; mientras que el momento de la existencia posible, correspondiente al futuro, aun esta plenamente abierto de par en par. Todo es posible en el futuro, esencialmente porque no sabemos a ciencia cierta, cómo es o cómo puede ser.

Ahora bien, en este momento usted está viviendo en el ahora, no en el antes, o en el después, o en el más allá. Usted se encuentra en el aquí y ahora, pudiendo ser feliz, infeliz, abandonado, aburrido, apasionado, ansioso, deprimido, solo, acompañado, dolido, jocoso, lloroso, fumado, borracho, colocado, heredando millones, perdiéndolo todo, a punto de morirse, o lo que sea. Este día, esta hora, este minuto, este segundo. Ahora mismo. No mañana ni el día después. Ahora. No ayer. Tampoco hace solo unas cuantas horas, unos pocos minutos, o unos escasos segundos. Ahora. Si, ahora es donde está todo, donde está usted, donde estoy yo, y donde está todo el mundo en este mismo momento. Piénselo detenidamente y se dará cuenta que es verdad. El ahora es la unidad funcional de la vida.

En realidad, el ayer y el mañana no existen como espacios reales en los cuales podemos vivir, esencialmente porque somos incapaces de acceder a ellos. Ambos espacios nos mantienen eternamente apartados de sus respectivos tiempos. Solo permanecen los recuerdos, las imaginaciones, y las ilusiones. 

El ahora corresponde a un momento muy iluso y misterioso del tiempo, pero si lo sabemos buscar e identificar, lo podemos encontrar. De hecho el ahora está justo delante de nosotros en la gente, en los eventos, y en la vida. Pero intentemos encontrar, desplazarnos, y situarnos en el ayer o en el mañana. Ambos se nos escurrirán como si intentáramos tomar sopa con un tenedor. No los podremos encontrar jamás, simplemente porque no se encuentran en ningún sitio asequible.

Es precisamente ahí, en el aquí y ahora, donde en semejanza a un hábil escultor esculpiendo una estatua de piedra con su pesado martillo y afilado cincel, donde tenemos el poder de hacer lo mismo en nuestro tiempo presente. Obras de arte únicas e inimitables, que sí están bien hechas, pueden comprarse con las estatuas de Miguel Ángel Buonarroti o los violines de Daniel Stradivari.

Los antiguos monjes taoístas solían pensar que en estado de meditación el propio ser era "un trozo de tiempo sin esculpir." El mismo significado que tiene la piedra para el escultor, lo tiene el tiempo para el monje. A semejanza del monje, un buen músico también es capaz de esculpir el tiempo. Y lo hace cuando crea y expresa el contenido artístico de su música. En ese momento es el único creador de una obra artística sonora compuesta por una serie de notas muy bien seleccionadas que solo existen en el tiempo.

De esta manera, y cada vez que nos deleita con su instrumento, el músico se enfrenta de manera directa a un trozo de tiempo virgen, prístino, y sin esculpir, en el cual intentara expresar toda su técnica y creatividad - todo ello al estilo de Miles Davis, Ray Charles, o Carlos Santana, entre otros. Para establecer un paralelismo, yo también necesito esculpir el tiempo ? mi tiempo - cuando presento una conferencia, dicto un curso, entreno en el gimnasio, salgo a correr por el parque, realizo una kata, o cuando escribo un artículo como este.

La materia prima sobre la cual esculpimos es una especie de flujo extraño, indefinido, y constante. Algunos físicos de renombre han llegado a la conclusión de qué ese tiempo o materia simplemente "es" y corresponde al río del tiempo que fluye hacia un destino desconocido. Un río profundo, imposible de detener ni de recomenzar. En su misterioso origen no aparece ni desaparece, su flujo no aumenta ni disminuye, y siempre se presenta ante nosotros con un carácter totalmente neutro.

Podemos elegir beber o no beber de este río. Podemos encontrarnos expuestos a él, o experimentar como se cierra sobre nosotros, pero siempre sin ninguna posibilidad de que nuestra voluntad influya sobre su flujo. Hagamos lo que hagamos, siempre está ahí, y en realidad, se asemeja a una estrecha rampa mecánica que se mueve en el plano horizontal, como las que hay en los aeropuertos para transportar a los pasajeros de un lado al otro, pero con nada, literalmente nada, a cada lado. 

El mañana es interesante, y nos hace mucha ilusión, pero solo desde la perspectiva del momento actual. El mañana no nos importaría sí con el tiempo no tuviese la posibilidad de convertirse en un ahora. Ese acto de conversión retrograda del futuro, y su inexorable llegada al ahora, es lo que vuelve loco al prisionero en su celda cuando espera el momento de su ejecucion. Mirándolo desde esta perspectiva, el futuro consiste en una proyección retrograda del ahora hacia atrás en el tiempo, y poco más.

Lo mismo sucede con el ayer. Como la mayoría de nosotros tenemos la esperanza de ser visitados por nuestras memorias, deseamos ser lo más feliz posible recordándolas y transportándolas hacia el ahora. Pero recordemos que solo somos capaces de estar contentos y felices en el ahora, no en el ayer.

A pesar de la inmutabilidad y omnipresencia del tiempo físico, el tiempo emocional se nos puede perder. Esto se debe a que el individuo que padece un trastorno depresivo no solo pierde la ilusión de un futuro, sino también el deseo de vivir en el presente. Incluso, y en determinadas ocasiones, también es posible que se pierda el pasado.

Busquemos donde busquemos, el trozo de tiempo que tenemos disponible para ser esculpido solo se encuentra en el ahora. Es por eso que preferimos, sufrir, llorar, pagar, y morir en el pasado, en el mañana, o cuando sea - pero definitivamente no en el ahora. Algunos consideran que sí pueden desplazar los eventos desagradables y/o dolorosos fuera de los confines del ahora, estos no tendrán ningún poder sobre ellos.

El hecho de intentar desplazar tales eventos fuera del ahora es consecuencia de una inmadurez personal, así como de una utilidad limitada. En ausencia del olvido total, el lavado de cerebro, o de una sobre saturación sensorial de estímulos y distracciones, todos los eventos desagradables desplazados en el tiempo siempre tienden a convergir para convertirse en un ahora, y tarde o temprano se nos presentarán con toda su furia.

El proceso de "extrapolación" se refiere a una especie de telescopio temporal que nos permite viajar mentalmente en el tiempo hacia el pasado o bien hacia el futuro, pero siempre partiendo del ahora. Esta capacidad para procesar memorias, imaginaciones, e ilusiones, y desplazarlas y recambiarlas en el tiempo, nos permite una infinita creatividad, así como también una habilidad única para inferir y determinar lo que va a suceder en el futuro partiendo del presente. Nuestra capacidad para simbolizar, imaginar, y anticiparnos al futuro es sin duda el don humano por excelencia. Este poder es lo que nos convierte en el cerebro del planeta y también en el arma más compleja, creativa, poderosa, depredadora, y destructiva que jamás se haya diseñado.

Con respecto al pasado, nos es correcto expresar que todas las cosas que son en el ahora han tenido algún pasado. Una persona de cincuenta años de edad posee un pasado de cincuenta años en el tiempo. Pero para tener tal pasado debe de estar vivo ahora, ya que el hecho de haber tenido algo en algún momento anterior es una acción del presente. Por lo tanto, el pasado es una realidad en el presente de aquel sujeto que mide la cantidad de sucesiones o secuencias del ahora, que el mismo ha experimentado en los últimos cincuenta años. Esas secuencias están en la memoria.

Un antiguo chiste soviético nos dice que, "el futuro es cierto y predecible, mientras que el pasado es incierto e impredecible." En múltiples ocasiones, el tiempo pasado ha representado ser un terreno altamente disputado. Para el historiador lo impredecible del pasado constituye algo muy serio, ya que en la actualidad existen grandes desacuerdos, con sus respectivas distorsiones e invenciones, respecto al significado de los eventos que han sucedido en tiempos anteriores. En algunas ocasiones, incluso la mismísima verdad se inventa.

De generación en generación, y a medida que el presente avanza hacia el futuro, el tiempo pasado es visto a través de un curioso prisma rotativo de carácter dinámico. De esta manera, y en función de un prisma en constante estado de cambio ubicado en el presente, el pasado también es sometido al cambio. 

No obstante, este proceso paradójico, en vez de distorsionar totalmente nuestra visión del pasado, nos proporciona una extensísima serie de nuevos puntos de vista, así como distintas perspectivas de intelección desde donde poder observar todo lo que ha sucedido, y sucede, en el pasado, presente, y futuro.

El término portugués "saudade"  esta íntimamente relacionado con los términos "nostalgia y morriña," y poseén un profundo y complejo significado. El término hace referencia a la tristeza nostálgica que nos producen los recuerdos felices del pasado. El termino hace referencia, incluso, a un estado de ánimo semejante a la tristeza de tipo depresiva.

El núcleo de este proceso radica en la estimulación creada por la sensación de distancia temporal o espacial, real o imaginada, de algo amado, que implica el deseo de intentar acortar esa distancia. El proceso corresponde al conocimiento reprimido de saber que, aquello que tanto se hecha de menos o extraña en el pasado, quizá jamás vuelva a hacer su presencia en el ahora.

Es muy probable que gran parte del sentimiento de nostalgia dependa de esa misma sensación de frustración, así como de la incapacidad para recuperar los sentimientos felices vividos en el pasado. Es precisamente esa singular naturaleza del "ya pasó," de un feliz pasado que no volverá al presente, lo que le otorga su enorme poder emocional.

Según las palabras de Sigmund Freud, "el pasado no es como lo vivimos, sino como lo recordamos después de una represión selectiva." Ahora bien, si esto es verdad, ¿como podemos tener la plena seguridad que las cosas sucedieron exactamente como pensamos que lo hicieron? Esta visto que con el paso del tiempo nuestras memorias tienden a envejecer, difuminarse, y modificarse radicalmente. Además, todas aquellas experiencias compartidas de manera íntima, lentamente se van convirtiendo en memorias colectivas.

En consecuencia mezclamos lo qué en realidad ha sucedido con lo qué elegimos recordar, y lo volvemos a mezclar una y otra vez con las memorias de otras personas y eventos, así cómo con todo lo aparentemente real, pero que en su gran mayoría es ilusorio - de todo lo que experimentamos en Internet, la televisión, el cine, la radio, las revistas, y los periódicos, entre otros elementos distorsionantes. Todo apunta a que, en virtud de nuestra selectiva y engañosa memoria, el pasado no es lo que fue, sino cómo nuestras mentes convenientemente han decidido recordarlo.

Ahora bien, ¿realmente qué es ese "ahora," tan elusivo y tan especial, en el cual todo debe converger y todo tiene que ocurrir? Sin duda es un trozo, o mejor aún, una muy fina y muy breve rebanada de tiempo, en comparación con el pasado o el futuro. Se parece a un fantasma, ya qué aparece y desaparece en un flash. Mi última inspiración ya está en el pasado, ya es historia.

La importancia del ahora es obvia. El ahora, formando el núcleo, y a cada lado el pasado y el futuro (a modo de un balancín), nos sitúan en una amplia experiencia vivencial, dándonos en ocasiones una sensación de ausencia de tiempo o bien de un tiempo infinito dentro del mismo tiempo. Mientras dure, esta sensación se nos presenta como una rebanada de la misma eternidad. Pero en realidad no lo es.

Si bien nuestras mentes desean, y tienen tendencia a operar en el ahora, en ocasiones son invadidas por las memorias del pasado o las imaginativas ilusiones del futuro. Es así cómo todas ellas -ubicadas en el pasado, presente, y futuro- se superponen y entremezclan creando una zona gris de difícil definición, donde no se sabe donde comienza la realidad del ahora, o el recuerdo del pasado, o la imaginación del futuro. En realidad, en mayor o menor grado, y para bien o para mal, la mayoría de nosotros vivimos envueltos en estas múltiples distorsiones.

Ya sea en el amor, en la escritura, en la música, en el lenguaje, en la meditación, en la danza, en los deportes, o en lo que sea..., y en semejanza a la precisión quirúrgica de un láser, estaremos sintonizando, actualizando, y enfocando el flujo del tiempo en ese tan especifico, breve, y disponible trozo de tiempo que es el ahora.

Si logramos hacerlo bien, en semejanza a los antiguos monjes taoístas en estado de meditación, nuestro incierto y efímero tiempo en el ahora, nos brindará la posibilidad de convertirnos en su autentico y único escultor. 

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