El Único Éxito

Guillermo Laich
20/10/2013 19:04

En realidad, y en semejanza a algunos destacados pintores impresionistas, como Claude Monet (1840-1926) o Vincent Van Gogh (1853-1890), entre otros, cada uno de nosotros es un artista que crea el retrato de su vida con una paleta, unas pinturas, y unas pinceladas que decide día a día. Si ese retrato representa la inequívoca imagen de una persona autentica, realizada, y feliz, sin duda alguna representara nuestro mayor y único éxito en la vida. El resto, sea lo que sea, sera secundario.

 

Ahora bien, y seamos totalmente honestos con nosotros mismos: ¿cómo nos sentimos ante el retrato que llevamos pintado hasta ahora?

Con respecto a nuestra felicidad: ¿Nos sentimos bien o mal, felices o infelices? ¿Hemos logrado definirnos a nosotros mismos como las personas que siempre hemos deseado ser, o somos todavía un trabajo incompleto? ¿Gozamos de todo nuestro potencial para ejercer nuestra felicidad? ¿O nos sentimos frustrados, incompletos, insatisfechos, infelices, y desconcertados en cuanto al sentido de lo que más deseamos en la vida?

Y con respecto al sentido de nuestras vidas: ¿Conocemos cual es el propósito de nuestra vida?, esa misión tan especial que tan solo nosotros podemos definir y llevar al cabo. ¿O nos sentimos desarraigados e inseguros en cuanto a la dirección que se supone debería imponernos la vida?

Y finalmente con respecto a nuestra filosofía: ¿Hemos construido un sistema integrado de existencia aplicable a nuestras vidas? En otras palabras, ¿tenemos una filosofía que nos sirva de faro, brújula, y guía, iluminando nuestra existencia con claridad y por completo, e indicándonos el camino de la felicidad, la autorrealización, y la satisfacción personal? ¿O nos encontramos solos, fracasados, infelices, y perdidos en la oscuridad?

Todas estas preguntas debemos responderlas con el mayor juicio, introspección, intelección, y honestidad.

La mayoría de nosotros jamás nos detenemos a plantearnos semejantes preguntas; y, cuando lo hacemos, las respuestas que buscamos y encontramos suelen resultar insatisfactorias, y a veces incluso profundamente alarmantes y amenazantes.

En relación a lo anterior, Fiodor Mijailovich Dostoyevski (1821-1881), dijo que, "el hombre no puede vivir en un vacío existencial sin una solida y satisfactoria idea de si mismo y del sentido de su vida, y antes se destruirá a sí mismo que permanecer vivo, por abundante que le sea el alimento o las condiciones con las que se rodee." Por lo general, esa sensación de insondable vacío existencial es el factor crítico que destruye, desde dentro, al preso en su celda.

Todos tenemos preguntas, todos buscamos respuestas, todos deseamos ser personas completas, y todos deseamos ser felices. Pero la felicidad no es una meta si no el punto final de un largo proceso de formación y transformación personal. A veces precisamos vivir una serie de desestabilizantes crisis personales para que nuestras mentes y corazones se predispongan a aceptar un nuevo entendimiento o una nueva perspectiva que permita definir en qué consiste nuestra verdadera felicidad.

Agnes Gonxha Bajaxhiu, también conocida como la Madre Teresa de Calcuta (1910-1997), Premio Nobel de la Paz en el año 1979, dijo que, "no se puede ser feliz hasta que dejemos ir nuestros fracasos pasados y los dolores del corazón, y lograr que nuestro corazón pueda latir tranquilo y en paz." Mahatma Gandhi (1869-1948), consideraba que la felicidad se alcanzaba cuando, "lo que uno piensa, lo que uno dice, y lo que uno hace, están en armonía." Pero yo añadiría, "también lo que uno siente."

La felicidad es consecuencia de ser totalmente honestos con nosotros mismos, de ser auténticos, de hacer lo que nos gusta, de ser nuestra propia persona, de tomar nuestras propias decisiones, y de hacer lo que queremos, simplemente porque deseamos hacerlo. Ser feliz significa vivir nuestras propias vidas para satisfacernos a nosotros mismos, sin por eso caer en el egoísmo, o el desprecio y maltrato de la persona ajena. La persona feliz es una persona en paz, libre, e independiente. Su actitud de felicidad permite que los demás también lo sean, que vivan sus vidas como les plazca, y para el bien de todos. La persona feliz simplemente vive su vida, y deja vivir a los demás.

No obstante, es muy fácil hacer todo lo contrario, o sea no vivir la propia vida y no permitir que los demás vivan la suya. Las personas infelices intentan hacer infelices a los demás. Tales personas se aferran al prójimo como un niño inmaduro, indefenso, dependiente, sin recursos, y esperando ser protegido, cuidado, y atendido, a la vez que intentan ejercer un sofocante control a base de desprecios y culpas sobre los demás cuando las cosas no van como desean. Precisamente en todo esto consiste la tactica y la estrategia de la persona inmadura e irresponsable para sobrevivir y moverse por la vida.

Todo lo anterior es característico de las personas falsas y totalmente carentes de autenticidad. Personas que no se toman en serio a sí mismas ni a los demás, que continuamente juegan juegos infantiles en sus relaciones interpersonales, que se ríen y se burlan de los otros, y que carecen de un serio compromiso con sus propias vidas. Todas estas personas, justamente por carecer de una vida propia, viven intentando emborronar el lienzo de los demás, en vez de dedicarse a pintar el suyo propio. Por definición, son personas infelices y retorcidas.

En resumidas cuentas, debemos procurar ser felices en nuestras vidas, en vez de intentar ser felices con nuestras vidas.

Existe una enorme diferencia entre las dos anteriores matizaciones. En la primera, la persona es independiente y confía en sí misma, pinta su propio cuadro, asume la responsabilidad y el control, se sitúa plenamente en el eje central de la obra artística de su propia vida, y deja vivir a los demás. En la segunda, la persona es dependiente no confía en sí misma y pretende que los demás pinten su lienzo, no asume la responsabilidad ni el control, se sitúa en el exterior de su vida, y no deja vivir a los demás.

Estas últimas personas, en función de su inmadurez, irresponsabilidad, vacío existencial, y dependencia para con los demás, cuando su frágil estabilidad emocional se siente ofendida, se convierten en los más formidables y encarnizados enemigos. Como podrán apreciar, la diferencia entre ambas vertientes es abismal.

Cuando no vivimos en el eje central de nuestra propia vida, la única alternativa disponible es vivir una vida infeliz. En tal caso tenemos la sensación de que la vida carece de sentido, que vamos a la deriva, y que no nos dirigimos a ningún sitio en concreto. Además, sentimos que nuestras vidas poseen escasos y cuestionables significados, y que a su vez, esos significados pierden en coherencia y consistencia cuando los examinamos de cerca y detenidamente. Algunos incluso ni piensan, ni examinan, ni sienten, ni se dan cuenta de todo esto. Lo único que les interesa es sobrevivir a costa de quien sea o lo que sea ... y para eso, todo vale. 

Según Viktor Frankel (1905-1997), la vida nos es dada para que nosotros le otorguemos su significado, su sentido, y su dirección y no lo opuesto. O sea, que la pregunta sobre la dirección y el sentido de la vida no nos la debemos plantear como: ¿qué dirección y sentido tiene mi vida?, si no qué es la vida misma quien nos debe plantear: ¿qué dirección y sentido le quiere dar usted a su vida? Nuevamente existe una gran diferencia entre estas dos alternativas.

En caso de no ser nosotros mismos quienes de forma independiente demos dirección y sentido a nuestras vidas, estaremos abocados a vivir en un continuo estado de infelicidad. En tal caso, solo estaremos en condiciones de culparnos a nosotros mismos por nuestra infelicidad, y a nadie más. Nuestras vidas son nuestras para vivirlas y disfrutarlas, y nadie nos debe absolutamente nada. Con respecto a lo anterior, Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), opinaba qué, "cada persona, si lo desea, puede ser el arquitecto de su propia mente. Yo adicionaria, "y de su vida."

Una pequeña ayuda por parte de los demás posee muy poco valor y significado a menos que hayamos establecido un serio compromiso con el sentido que queremos dar a nuestra vida. Venga de quien venga, ninguna promesa posee el suficiente poder para marcar una diferencia significativa y duradera en nuestras vidas. Ningún abandono, ninguna mentira, y ninguna traición, deben poseer la suficiente influencia como para limitar nuestro crecimiento personal, desviarnos de nuestros objetivos, o perjudicar nuestra calidad de vida.

De acuerdo a las teorías psicoanalíticas de Sigmund Freud (1856-1939) sobre los estados neuróticos, todo lo anterior es aplicable siempre y cuando no estemos desesperadamente necesitados de encontrar excusa tras excusa para poder continuar sufriendo y siendo infelices. Por definición, el tan ansioso, limitado y defendido personaje neurótico - con sus preocupaciones, obsesiones, vulnerabilidades, y compulsiones - disfruta y goza profundamente de su propio estado de infelicidad. Todos ellos son personas mal adaptadas y con un patrón de pensamiento alterado, y que si bien tienden a manifestar comportamientos típicamente contraproducentes, no adquieren proporciones autodestructivas. El neurótico no busca la felicidad, si no la infelicidad de el mismo y de los demás. Eso es lo que paradójicamente, lo colma de goce y lo hace feliz.

Todos poseemos la suficiente capacidad para superar la gran mayoría de los contratiempos que nos presenta la vida. Si pretendemos ser felices debemos estar dispuestos a enfrentarnos y a superar una gran cantidad de negatividad y adversidad en nuestras vidas. Pero sin por eso, perder nuestra felicidad. Nuestra felicidad depende, más que todo, de la opinión que tengamos de nosotros mismos.

Lo primero que tenemos que superar es la idea de que alguien va a aparecer en nuestra vida para salvarnos, marcar una diferencia, o conducirnos al éxito. Eso, siento decirles, jamás va a suceder. Estamos equivocados si pensamos que alguien salido de la nada nos va a rescatar, o nos va a defender de nuestros enemigos, o pagar nuestras deudas, o reconocer nuestros logros y valores, o acomodarnos y enchufarnos en algún puesto profesional de relevancia. Todo lo tendremos que ganar nosotros mismos con el sudor de nuestra frente.

Recuerde, nadie va a venir para ayudarle, absolutamente nadie. Todos somos los salvadores, los creadores, o los destructores de nuestras propias vidas. Si es qué logramos destruirla, nada ni nadie nos podrá redimir.

Si somos infelices debemos enfrentarnos a las causas de nuestra infelicidad de la manera más directa y honesta posible. Debemos investigar qué fue lo que nos ha conducido hacia tal grado de malestar. Debemos establecer un registro tipo causa y efecto con la finalidad de averiguar el por qué de tales resultados. Recordemos que nuestra infelicidad no es más que un memorándum sobre el trabajo que hemos realizado, así como el que aún queda por hacer para lograr la felicidad.

Ser felices significa que nos gustamos a nosotros mismos, que nos gusta la forma en que pensamos, que nos gusta la forma en que sentimos nuestras emociones, y la forma en que nos comportamos con los demás. Si por alguna razón no estamos contentos será porque no nos gusta la persona en que nos hemos convertido. Solo nosotros mismos somos capaces y poseemos el poder para tomar las riendas, asumir la responsabilidad, e incidir sobre todos estos factores... y nadie más.

Por otro lado, ser personas felices requiere asumir una serie de riesgos de manera continua. Debemos hacernos valer y ser asertivos ante nosotros mismos y los demás. Debemos poseer auto respeto y autoestima para poder tratar con la realidad consensual de una manera directa y sin temores. Debemos evitar la manipulación inmadura, los argumentos sin sentido, y los enfrentamientos insulsos que no conducen a nada.

También debemos ser auténticos y decir siempre la verdad, apartar y aparcar nuestras múltiples defensas, así como eliminar las mentiras que contamos a los demás, y especialmente a nosotros mismos. Finalmente, es necesario que dejemos de representar el neurótico y patético papel de una quejosa víctima infeliz, para así poder disfrutar sanamente de nuestros éxitos sin sentirnos culpables. 

Nuevamente, e insisto, para encontrar la felicidad tenemos que ser nosotros mismos, no unos distorsionados fraudes o falsificaciones de nuestra singular autenticidad. Tenemos que aprender a dejar de lado todas las falsas expectativas sobre lo que la vida debería ser y abstenernos de juzgarnos a nosotros mismos, y a los demás, de una manera parcial, prejuiciosa, e incorrecta.

Para lograr la felicidad también es necesario que dejemos de vivir en nuestro pasado. Tenemos que aprender a perdonar a los demás y a nosotros mismos, y simplemente a dejar que las cosas ocurran, pasen, y continúen su camino. Solo así desaparecerá el tan temido fantasma del recuerdo doloroso e infeliz. Tenemos que aprender a escuchar a los demás y a nosotros mismos para sacar lo mejor de ambas vertientes. Debemos aprender a tomarnos en serio a nosotros mismos, pero no tanto como para pretender ser perfectos e incapaces de admitir nuestros propios errores, prejuicios, y debilidades.

Tenemos que entender que todos estamos viviendo un constante proceso de maduración y crecimiento personal. Por ello debemos ser conscientes de aquellos compromisos que limitan nuestro crecimiento y las relaciones personales en las cuales sentimos que hemos dado y/o cedido en exceso, y quizá demasiado deprisa. En tal caso nos sentiremos despreciados y que nuestra intimidad ha sido invadida por los demás.

Tarda mucho tiempo, cuesta mucho trabajo, y es muy difícil llegar a ser una persona sencilla y feliz. Desde luego, la felicidad no es un regalo que nos hacen nuestros padres al nacer. Y ya que vamos a vivir nuestra propia vida, sin injerencia externa que la adultere, lo mejor es que la vivamos y disfrutemos al máximo. Nuestras vidas son para vivirlas plenamente, no para lamentarnos, o para sufrir en el recuerdo, o para discutir obsesivamente de manera interminable.

Según Sócrates (470-399 a.C), la vida no analizada no es digna de ser vivida, pero recíprocamente, la vida no vivida o mal vivida tampoco merece ser analizada. Ser feliz en la vida significa poseer una completa comprensión y aceptación de nosotros mismos, tal cual hemos sido y somos en el aquí y ahora. Esa es la única, exclusiva, y verdadera sensación de libertad que conduce a la paz interior y a la felicidad. Este es el único momento para lograrlo, y nosotros somos los únicos capaces de conseguirlo.

Esa serena felicidad interior, de la cual tan intensa y extensamente he hablado en este articulo, representa el único y verdadero éxito en nuestra vida. Ese éxito consiste en vivir nuestra vida como nosotros deseamos vivirla, ni más ni menos, todo el resto es secundario. Eso es lo único que nos hace sentir bien con nosotros mismos, lo que hace que nuestro corazón cante y baile de alegría y felicidad, y a la vez esté tranquilo y en paz. Eso es lo que determina el punto de partida para iniciar una vida más plena y dichosa.

¿Cuál es la dirección y el sentido de nuestra vida? La dirección y el sentido de nuestra vida es la verdad que descubriremos usted y yo al luchar y decidir todos los días a favor de nuestro ser individual y autentico, comprometidos con hacer mejor las vidas de los demás, en plena realización de nuestro potencial único y original, y en la conexión que establezcamos con nuestra espiritualidad y naturaleza más pura e intima. Es la realidad con la cual nos encontraremos cuando decidamos responder a las adversidades y a las buenaventuras de nuestras respectivas vidas con honestidad, autenticidad, dignidad, integridad, y valor.

Felicidad e infelicidad, alegría y dolor, bien y mal, plenitud y vacío, risa y llanto, éxito y fracaso, ilusión y desilusión, nacimiento y defunción; tales son las materias primas que la vida nos proporciona para que diseñemos y construyamos nuestra propia felicidad. Nuestra responsabilidad, y también nuestro reto, consisten en conformar esas experiencias e integrarlas en un todo significativo, con la guía de una filosofía de vida elaborada de acuerdo con nuestra capacidad para pensar críticamente, emocionarnos ingenuamente, vivir creativamente, y decidir libremente. Esa es la forma de vida que conduce a la felicidad.

Volviendo a la metáfora del artista con el cual comenzamos este artículo, solo queda sugerirles que seleccionen el tema que pintarán en el lienzo muy cuidadosamente, y sobre todo, que sea de su propia creación, gusto, y pasión. Así que cojan su paleta de madera y preparen los brillantes colores, elijan los pinceles más idóneos, y continuen con su obra de arte cargando cada pincelada con toda la alegría y felicidad posible. El contenido del lienzo tiene que proceder de su mente, corazón, y experiencia, exclusivamente .... y de ningún otro sitio.

Es muy probable que a lo largo de este interesante y apasionante proceso de carácter auto creativo, otros pintores de perfil malintencionado y envidioso, se nos acerquen con la intención de aplicar sus pinceles a nuestro lienzo con el fin trazar alguna que otra pincelada negativa e inapropiada. O simplemente para emborronar o cruzar el lienzo con una gruesa y negra equis de esquina a esquina para desacreditar o arruinar el contenido.

Lo irónico de tan lastimoso y reprochable procedimiento es que en muchas ocasiones esos intrusos, paradojicamente proceden de nuestras propias familias, o de nuestras amistades más íntimas, de nuestros ex alumnos y colaboradores a quienes hemos educado y formado, o de cualquier otra persona a quien le hemos hecho algun favor importante. Todo esto no deja de representar un comportamiento muy curioso dentro de la naturaleza del ser humano. De hecho, me da toda la impresion de que Dios a veces bromea.

Mediante un proceso disociaciativo de corte inmaduro, envidioso, y fuertemente egoista, nosotros, los pintores de nuestras propias vidas, sencillamente hemos sido eliminados de las vidas de algunas de las personas antes mencionadas. En terminos vulgares podriamos decir qué, hemos sido limpiados o eliminados de sus listas de  intereses y conveniencias. Pero reciprocamente, y como sucede en la tipica tragedia griega, toda emocion tiene su cara opuesta. Asi como nosotros no formamos parte de sus vidas e intereses, ellos tampoco deberían formar parte de las nuestras. 

Así qué continuad pintando, creando, y mejorando vuestras únicas e inigualables obras de arte. Confiad plenamente en vosotros mismos, y en vuestras facultades y criterios. Pintad muy bien, y poned toda vuestra alma y vida en cada pincelada, por más insignificante o sutíl que esta aparente ser. La imagen, que con el paso de la vida surgirá sobre el lienzo, será la de vosotros mismos, a medida que defináis, persigáis, y alcancéis la felicidad. Ese será vuestro único éxito.

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