El silencio no es la ausencia de algo, si no la presencia de todo.  "/>

Tercer Silencio

Guillermo Laich
28/06/2014 14:23

El silencio no es la ausencia de algo, si no la presencia de todo. 

Desde el año 1986 hasta 1991, tuve el gusto de vivir en los Ángeles, en el sur de California. Recuerdo que era el mes de mayo de 1987 cuando un querido y añorado colega médico y yo decidimos visitar el gran desierto de Sonora en la comodidad de un Ford Bronco todoterreno 4 x 4. Sonora es un desierto enorme que se extiende a lo largo y lo ancho de 311.000 kilómetros cuadrados repartidos entre los estados de California y Arizona, así como por el estado mejicano de Sonora, el cual le da el nombre. Antiguamente grupos indígenas habitaban sus grandes y desoladas extensiones de arena. 

Después de un agradable viaje de varias horas llegamos al perímetro del desierto. A los pocos kilómetros nos desviamos de la carretera principal para internamos en las llanuras colmadas de cactus, rocas, y pequeños montes. Después de recorrer aproximadamente 20 kilómetros sobre la arena decidimos detener el Ford Bronco para continuar recorriendo los alrededores a pie. En algunos montes rocosos se podían apreciar hoyos, ranuras, y otras huellas que los antiguos campamentos indígenas que habitaban la zona dejaron atrás. Después de una hora de aventura, y en lo alto de uno de esos montes, mi amigo Bob me dijo, Bill, para un momento y simplemente escucha el silencio. Y de repente el silencio se hizo presente...     

Con gran diferencia lo que más me impactó en ese viaje, colmado de pura aventura y nuevas experiencias, fue la posibilidad de experimentar la más total y absoluta ausencia de sonidos, de cualquier tipo de ruido, y experimentar la presencia de un silencio total. Incluso, en un momento determinado, llegué a considerar la posibilidad de estar sordo. El silencio era absolutamente brutal, no se escuchaba nada de nada, y de hecho fue la primera vez que fui capaz de percibir la existencia del silencio en su máxima expresión. Pocos nos damos cuenta de nuestra gran dependencia al ruido.

Desde entonces tengo muy claro que el silencio no es la ausencia de algo, sino la presencia de todo, y que representa uno de los argumentos vivenciales mas difíciles de refutar. De hecho, las personas más silenciosas suelen tener las mentes más profundas y contundentes.

Durante las horas que duró el viaje de vuelta, así como en los días siguientes, mi mente no dejaba de pensar en aquel total e inadulterado silencio, y una y otra vez me preguntaba a mi mismo: ¿que sucedería si tal silencio exterior pudiese trasladarse hacia el interior de la mente humana? La respuesta a esa pregunta constituye la base conceptual de este artículo. 

Formalmente hablando, el silencio se define como una ausencia de sensaciones auditivas. En ciertas ocasiones la presencia de un silencio exterior nos ayuda en establecer pausas y pautas reflexivas que sirven para escuchar una sinfonía, presenciar una obra de teatro, u obtener mayor claridad en nuestros pensamientos, sentimientos, y actos. Pero en este artículo no me estoy refiriendo a esa definición formal y relativamente superficial del silencio, aquel que se palpa en las atmósferas de los sofisticados auditorios del Teatro Metropolitano de Nueva York, la Escala de Milán, o el Teatro Colón de Buenos Aires. No, definitivamente no. Este artículo se refiere a otro tipo de silencio, a una modalidad de silencio que supera con creces a lo contenido en su definición formal.

Me refiero a aquel silencio que se produce cuando logramos esa sensación de vacío y máxima quietud interna - tanto mental como corporal - que nos permite tomar contacto directo con la presencia de nuestra autentica realidad. Me refiero a la misma realidad que debería experimentar un lector ante el contenido de un interesante artículo de una revista. En tal caso, el silencio favorecerá la más pura lectura de su contenido, a la vez que conducirá a una mejor comprensión de la propia consciencia y estabilidad emocional. Ahora bien, ¿exactamente que es eso que produce tanto ruido y/o movimiento en el interior de la mente humana?

El ego o el yo representa esa parte muy ruidosa, narcisista, e histrionica de nosotros mismos que busca valor y respeto a partir de las opiniones y juicios de los demás. Constituye una proyección de cómo necesitamos que los demás nos vean y consideren. Por definición, nuestro ego es altamente competitivo y rechaza todo aquello que no favorezca su propio agrandamiento, imponencia, y supremacía sobre los demás. Esto sucede porque existe una relación inversa entre la proyección exterior del ego y el nivel interior de autorespeto y autoestima: cuando uno sube el otro baja, y viceversa, siendo imposible que ambos estén en niveles altos o bajos simultaneamente. Cuanto mayor sea la cantidad y calidad de nuestro silencio interior, mayor sera la tranquilidad y el sosiego de nuestro ego. Todos los métodos y sistemas meditativos y contemplativos han confirmado este hecho.

La relación es directa y sencilla: cuando estamos con baja autoestima, nuestro ego está al mando; y cuando estamos con alta autoestima, nosotros estamos al mando. Cuando la autoestima está más baja aun, el ego se hipertrofia en volumen y se deforma en contenido. Todo ello para iniciar una desesperada busqueda de respeto y reconocimiento externo.

El filósofo, sociólogo, economista, e historiador ingles David Hume (1711-1776) es una de las personalidades principales de la filosofia de la ilustración escocesa. Hume afirmó que todo conocimiento deriva, en última instancia, de la experiencia sensible, siendo ésta la única y exclusiva fuente de conocimiento, y que en su ausencia no es posible lograr conocimiento alguno.

Hume era una persona dotada de una claridad de pensamiento extraordinaria, quien en su momento señaló que al intentar penetrar directamente en lo que él denominaba, la pureza de su ego o yo mas intimo, siempre se topaba con una u otra percepcion colateral que lo desviaba en el enfoque intelectual de su objetivo, y que le impedía acceder al nivel de claridad conceptual que deseaba.

Hume nos relata que una y otra vez le resultaba imposible captarse a si mismo de manera pura y exclusiva. Le costaba llegar a su autentico ser en ausencia de aberraciones mentales, así también cómo en ausencia de cualquier otro tipo de percepcion colateral acompañante y/o intrusa. Con todo ello, Hume nos estaba diciendo que fracasaba una y otra vez porque solo lograba acceder a una percepción de si mismo muy alejada de la realidad. La estructura psicológica que se interponia entre Hume y sus deseos de conocer su autentica realidad, y que generaba las distorsiones perceptuales como si fuera una ventana sucia y empañada, era la presencia de su propio ego. 

En semejanza a lo que le sucedio a Hume, los artículos que leemos en las distintas revistas nos proveen información novedosa y/o provocan pensamientos y emociones que facilitan y promueven la introspección personal. A veces tales contenidos apartan las nubes que enturbian nuestra percepción del mundo y nos enfrentan cara a cara con nuestra realidad, cosa que no siempre es agradable ni acceptable para nuestros fanfarrones egos.

Manteniendo el concepto anterior en mente, ciertos artículos requieren más de una lectura para que nuestros egos se contraigan y/o aparten, y den lugar a comprenderlos en su máxima profundidad. En tal caso deberíamos tomarnos el trabajo y el placer - de realizar tres lecturas sucesivas: 1º.- una lectura inicial; 2º.- una lectura intermedia; y 3º.- una lectura final.

Cada una de ellas requiere un estado de silencio interno cuya presencia neutraliza la tendencia del ego a rechazar y/o distorsionar el contenido del artículo. En todo caso, no se trata de eliminar el ego por completo, sino de sosegar y apaciguarlo para que funcione a nuestro favor y a favor del artículo, en vez de en contra de ambos. Y eso es precisamente lo que suelo hacer yo cuando me siento a leer la gran cantidad publicaciones científicas que, como por arte de magia, aparecen sobre mi escritorio cada semana.

La primera lectura, o primer silencio - choca frontalmente contra el poderoso y defendido ego del lector, así como contra sus ideas preconcebidas, filtros mentales, y tendencia a despreciar y rechazar. Son raras las ocasiones en que un artículo logra atravesar los multiples filtros y mecanismos de defensa del lector - tanto conscientes como inconscientes - en una primera lectura. De forma inexorable, tal lectura se caracteriza por un azaroso fraccionamiento conceptual dónde el lector salta rapidamente de parrafo en parrafo según esté o no de acuerdo con las ideas del autor.

La segunda lectura, o segundo silencio, se debe realizar varias horas o quizá un día después de la primera. Requiere de un silencio considerablemente más amplio y profundo que el primero, y debe realizarse sin prisa y sentado en un confortable sillón. Tales condiciones neutralizan la tendencia a la defensa y el rechazo por parte del ego del lector. En esta segunda lectura el lector ya sabe de antemano lo que intenta decir el autor, y habrá pensado más detenidamente sobre el contenido.

En esta segunda lectura el lector debe ser capaz de monitorizar sus pensamientos y sentimientos para comprobar en qué cuantia intervino su ego y lo que entendio leer en la primera lectura, en realidad fue dicho, o no, por el autor. De ahí que al finalizar la segunda lectura el lector debería preguntarse si el autor dijo exactamente lo que quiso decir, o si el texto fue convenientemente distorsionado por los temores y prejuicios de su ego.

Retrocediendo un poco, cuando el lector emite su opinión, al concluir la primera lectura, esta es reflejada nuevamente hacia su persona en la segunda. Lo mismo sucederá al concluir la tercera lectura. Este interesante proceso auto-reflexivo le permitirá procesar la reacción defensiva de su ego en una segunda y tercera occasion. En tal caso, y a medida que el lector se observa a sí mismo, comenzará a clarificar y revelar sus propios pensamientos y sentimientos, respectivamente.

La tercera lectura, o tercer silencio, se debe realizar a los pocos días de la segunda. Ese lapso de tiempo permite que la mente inconsciente del lector entre progresivamente en acción y procese lo leído desde una perspectiva mas intuitiva y transracional ubicada más allá de la lógica. Ese espacio de tiempo servirá para revelar tanto la naturaleza como la cuantia de su reacción defensiva y rechazo inicial del artículo.

Si después de esta tercera y última lectura el lector permanece firmemente aferrado a su convicción inicial, en sentido positivo o negativo, es muy probable que exista una alteracion o trastorno en la sistematica y metodologia que utiliza para procesar datos, así como en su nivel de madurez y autocrítica. 

Solo después de ese último y tercer silencio el lector será capáz de decidir - de verdad - si está de acuerdo o no con el contenido del artículo. Hasta ese momento debe abstenerse de realizar cualquier tipo de valoracion o juicio prematuro.

Es evidente que los tres silencios representan una sofisticada herramienta de caracter intelectual y emocional para valorar el propio nivel de autorespeto y autoestima, el estado de salud de su ego, y el nivel de madurez y estabilidad de su comportamiento racional y emocional. La clave consiste en saber silenciar y apartar el propio ego para colocarse en el lugar del autor y buscar la verdad en todo lo que nos está contando.

El arte de crear estas tres islas de silencio y quietud en los confines de nuestro interior no es nada fácil de lograr. Son islas colmadas de una agradable paz y soledad, donde reina un profundo silencio interior que brota cuando la actividad de la mente se enlentece y calma. Ello permite una expansión progresiva de la vision interior, una ampliación de la propia identidad, y la puesta en marcha de una transcendente sensibilidad y percepción.                

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