El Concepto de Exhormésis

Guillermo Laich
20/09/2015 13:25

¿Les suena de algo un tal Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim? Ese rimbombante nombre es el de un médico, alquimista, y astrólogo que nació en Einsiedeln, Suiza hace más o menos quinientos años, y conocido como Paracelso (1493-1541). Antes de los 16 años había cambiado su nombre a Paracelso, el cual significa "más grande que Celsus," refiriéndose a Aulus Cornelius Celsus (25 a.C. - 50 d.C.), un enciclopedista romano, y tal vez médico, del cual se han obtenido algunos conocimientos de medicina y cirugía.

Paracelso fue conocido porque se creía que había logrado la transmutación del plomo en oro mediante procedimientos alquimistas y por haberle dado al zinc su nombre. Se trata de una de las figuras más inteligentes, interesantes, y contradictorias de la historia de la medicina. Paracelso también es conocido como el padre de la medicina moderna y de la química, al establecer lo básico de lo que hoy consideramos lógico en la medicina.

Paracelso logro estructurar una frase que expresa un concepto de gran valor y transcendencia: Todo es veneno, nada está libre de ser veneno; pero que sea o no sea dañino depende de la dosis. Estaba en lo cierto.

Quizá estén más familiarizados con la expresión del filósofo, poeta, músico, y filólologo Alemán Friedrich Wilhelm Nietsche (1844-1900): De la escuela de la guerra de la vida; lo que no me mata, me hace más fuerte. Estas palabras, a través de múltiples ediciones se redujeron a: Lo que no te mata, te hace mas fuerte. También estaba en lo cierto, pero en menor grado que Paracelso.

Un veneno es cualquier sustancia química dañina, ya sea sólida, líquida o gaseosa, que puede producir una enfermedad, lesión, o que altera las funciones de un ser vivo, incluso pudiendo provocar la muerte a dosis bajas. Según la observación de Paracelso, todas las sustancias son tóxicas a dosis altas, como el agua, el oxígeno, las vitaminas, e incluso los alimentos, y la radiación solar. La diferencia entre un veneno y un fármaco, estriba en la dosis administrada o acumulada en el cuerpo, pero generalmente un veneno es mortal a una determinada dosis sin cumplir función terapéutica alguna.

Por ejemplo, la intoxicación por oxígeno o hiperoxia sobreviene cuando el contenido de oxígeno del aire respirado supera 1,7 atmósferas. Tambien la intoxicación acuosa o hiponatremia es potencialmente mortal y representa el síndrome clínico que se produce cuando existe un exceso de agua en el cuerpo. Se produce cuando se consume más agua de la que se puede eliminar. El organismo humano tolera aproximadamente hasta 7.5 litros de agua al dia, si se superan esos valores se produce una excesiva dilución del sodio en sangre (hiponatremia) y se interrumpe la produccion hipofisaria de la hormona antidiuretica o ADH. Cuando los niveles de sodio llegan a ser inferiores a 100 milimoles por litro se producen edemas cerebrales irreversibles, comas (estados graves de perdida de consciencia), o incluso la muerte por un exceso de presión del tejido cerebral sobre el bulbo raquideo, ya qué el cerebro y sus anexos son los más afectados. 

Sabemos que las vacunas que nos protegen de ciertas enfermedades, están compuestas por virus patógenos atenuados, y que los antibióticos utilizan gérmenes para combatir a otros gérmenes. Por lo tanto se nos presentan dos vertientes funcionales donde, lo que generalmente se considera venenoso o toxico, puede, que a cierta dosis carezca de efectos nocivos, e incluso adquiera efectos beneficiosos.

Este concepto, se denomina hormésis, y corresponde a una ley fundamental de la biología. Es un fenómeno de estimulo-respuesta caracterizado por una inhibición a dosis altas y una estimulación a dosis bajas. La hormésis tiene, pues, a bajas dosis el efecto contrario al que tiene en dosis más elevadas. La prescripción del ejercicio físico responde a este concepto.

Todo ejercicio físico tiene como objetivo producir alteraciones en la homeostasis, el medio interno estable del organismo. Tales alteraciones se conocen con el nombre de alostásis, y su función es intentar mantener la estabilidad de la homeostasis mediante una inestabilidad alostática. La homeostasis concierne una serie de procesos bioquímicos y fisiológicos críticos para la vida que permiten muy poca variación, como son la temperatura, glucemia, fluidos, electrolitos, presión osmótica, presión parcial de oxigeno, y pH. Solo comprendiendo los procesos de homeostasis y alostásis es posible entender la hormésis.

En consecuencia, el cuerpo intenta adaptarse a las demandas de un ejercicio físico mediante una serie de contramedidas que intentan neutralizar las alteraciones producidas. Tal proceso se conoce como supercompensación o lo que suelo denominar como exhormésis – o sea: ejercicio (exercise) + hormésis. No obstante, siempre se pensó que el ejercicio físico es una actividad positiva y beneficiosa para el organismo de tal manera que si poco es bueno, más debe ser mejor. También se pensó que la ausencia de ejercicio físico causa que el organismo permanezca igual o empeore. Ambos conceptos esta equivocados.

Esta forma de pensamiento lineal es rígido y equivoco, y lo es porque aplica la lógica de una manera secuencial, paso a paso, en una sola dirección, y de manera progresiva. Asume que el proceso de entrenamiento físico es siempre lineal y benigno y que a mayor carga se producen mayores y mejores efectos. Lamentablemente, este pensamiento convierte el entrenamiento en un poderoso veneno para el propio organismo, conduce al sobreentrenamiento, a lesiones del aparato músculo-esquelético, y a una disminución del rendimiento. No obstante, considero que este tema requiere una discusión algo más detallada.

Sabemos que en muy raras ocasiones la naturaleza, y muy especialmente la biología, se manifiestan mediante líneas rectas o sistemas lineales, y de hecho, se considera que las líneas rectas corresponden a un componente antinatural. Si vemos una línea recta, inmediatamente pensamos que tiene un origen artificial. Pero no existe una entidad denominada naturaleza que tenga una clara aversión hacia cierto tipo de líneas o hacia los sistemas lineales. Las líneas rectas sí existen en la naturaleza, pero solo aparecen esporádicamente y a pequeña escala.

Es posible que la naturaleza muerta acepte con mucha mayor facilidad las líneas rectas que los seres vivos. Sí bien podemos observar todo tipo de curvas en la naturaleza y muy ocasionalmente, rectas, estas ultimas son menos frecuentes, pero nada impide que aparezcan. En todo lo que se refiere a la exhormésis, tales rectas no suelen existir.

Una inteligente y correcta dosificación del entrenamiento físico requiere una total comprensión del concepto de exhormésis a lo largo de estas líneas de pensamiento. El propio entrenamiento es un estrés o tóxico que, en exceso y a largo plazo, induce cambios potencialmente patológicos. Cambios que son neutralizados y supercompensados mediante periodos de inactividad y/o recuperación activa. De esa manera no solo se sobrevive al estrés inducido, si no que también se logra una adaptación y supercompensación que, con el tiempo, conducen a un mejor estado de salud y rendimiento.

Está claro que el ejercicio es una forma de estrés fisiológico y lo único que lo diferencia del típico estrés psicológico es qué en la planificación de los entrenamientos uno es capaz de controlar la dosis, el tiempo de exposición, y el momento de exposición. En una clase de fitness, por ejemplo, uno se puede detener y descansar cuando se encuentra agotado. Pero si nos persigue un tigre o un violento asaltante, por mas cansados que estemos, parar y dejar de correr no es una alternativa viable para nuestra supervivencia. Además, el autentico estrés psicológico es de origen incierto y suele irrumpir en nuestras vidas de forma inesperada, mientras que el estrés fisiológico del entrenamiento físico suele ser programado, anticipado, y predecible. Ello permite que uno esté en condiciones de hacerle frente cuando se presenta.

El éxito fisiológico intrínseco al concepto de exhormésis consiste en emplear buen juicio a la hora de planificar entrenamientos físicos, ser consciente de los peligros asociados a los excesos de carga, así como los demasiado breves y/o inexistentes periodos de descanso y recuperación. Este proceso, si bien a primera vista tiene toda la apariencia de ser fácil de aprender e implementar, se torna sumamente difícil cuando se pasa a la acción.

Por lo tanto el modelo óptimo que permite implementar el proceso de exhormésis con éxito una y otra vez debe responder a un pensamiento flexible, curvo, discontinuo, y sistémico; y no a un pensamiento inflexible, lineal, continuo, y reduccionista. Por lo general, los estímulos lineales suelen ser demasiado intensos (calidad) y prolongados (cantidad), con déficits en los periodos de recuperación, y con tendencia a producir lesiones y/o adaptaciones metabólicas y tisulares negativas. Por otro lado, los estímulos discontinuos, propios del principio de exhormésis, suelen ser óptimos en intensidad, tiempo, y recuperación, y por lo tanto producen adaptaciones positivas.

En vista de todo lo anterior podemos afirmar lo siguiente: 1.- que la hormésis fisiológica se encuentra íntimamente relacionada con los mecanismos de adaptación celular; 2.- que los estímulos horméticos dependerán de su naturaleza, intensidad, y duración para producir efectos beneficiosos o detrimentales: y 3.- que la hormésis y la adaptación celular dependen de múltiples acciones e interacciones así como de complejos factores interdependientes que pueden ser intrínsecos o extrínsecos al organismo.

Todos nosotros, inevitablemente y sin darnos cuenta, inicialmente nos involucramos en situaciones tipo causa y efecto. En la medicina, por ejemplo, resulta imposible determinar un tratamiento sin comprender la patógena y la etiología de una determinada enfermedad – y el concepto de causalidad suele ser lo primero en aparecer.

Ante una enfermedad determinada la mayoría de los pacientes se preguntan: ¿por que?; o peor aun: ¿por que a mi? A pesar de plantearse estas preguntas, es muy probable que ya hayan determinado su propia teoría sobre la causalidad (relación entre causa y efecto) de los hechos. Muy a menudo esto ocurre mediante un simple proceso de secuenciación temporal a modo de: post hoc ergo propter hoc, expresión latina que significa:  después de esto, por lo tanto, a consecuencia de esto. A veces simplemente se reduce a post hoc.  

Post hoc es también denominado correlación coincidente o causalidad falsa. Es un tipo de falacia que afirma o asume que si un acontecimiento sucede después de otro, el segundo es consecuencia del primero. Este es un error particularmente tentador, porque la secuencia temporal es algo integral a la causalidad. Si bien es verdad que una causa se produce antes de un efecto, la falacia viene de llegar a una conclusión en base al orden de los acontecimientos, lo cual no es un indicador fiable. Es decir, no siempre es verdad que el primer acontecimiento produjo el segundo acontecimiento de forma lineal, especialmente porque a menudo también existen adicionales variables que no responden a la lógica de un proceso lineal.

Con frecuencia este tipo de asociación lineal lleva a falsas conclusiones en base a falsas inferencias. No obstante, resulta irresistible asociar dos eventos que ocurren conjuntamente, uno detrás del otro, a veces tales asociaciones son correctas, pero en muchas otras ocasiones resultan ser falsas. De ahí la necesidad de poseer el debido andamiaje intelectual que permita discernir tales elementos con claridad, cosa que tarda muchos años y requiere la presencia de un buen mentor.

En tales casos, saber distinguir claramente entre lo que es una correlación (correspondencia o relación recíproca entre dos o más acciones o fenómenos) y lo que es una causa (cosa a la que se debe que ocurra otra cosa determinada) depende de la calidad de la evidencia y la fuerza de la asociación. Tales componentes siempre deben ser diferenciados, juzgados, y considerados en toda la extensión del concepto de exhormésis. Todo ello con el fin de determinar la efectividad, la dirección, y el sentido de las adaptaciones deseadas. Por lo contrario el rendimiento del deportista o equipo en cuestión no llegará al nivel deseado.

Este artículo esta destinado a aquellas personas que de verdad deseen aprender a pensar el proceso de exhormésis. O sea, a considerar el proceso en su debida profundidad a lo largo de un espectro determinado por: 1.- elección de la dosificación; 2.- estimulación; 3.- reacción; 4.- adaptación; 5.- supercompensación; y 6.- competición.

La base conceptual de este proceso descansa sobre la capacidad para implementar un proceso de discernimiento entre lo contingente (lo que ocurre por azar o por suerte) y lo esencial (lo que es importante, necesario, y que no se puede prescindir de ello), y permitir que los detalles (la parte, hecho, o circunstancia que contribuye a formar o completar una cosa pero que no es indispensable en ella) sean los que acaben por inclinar la balanza hacia un lado o el otro. El proceso se asemeja mucho a la responsable y difícil labor de un juez a la hora de determinar la inocencia o la culpabilidad. Es precisamente en este delicado y complejo malabarismo de cambio e intercambio de conceptos donde también funcionan los deportistas y entrenadores de élite.

El término contingencia proviene del latín contingens que significa suceder por azar o por suerte. Se refiere a qué un hecho puede suceder o no suceder, es decir, que no es ni necesario ni imposible, pero que se opone a necesario. Estamos hablando de la presencia de circunstancias accidentales y variables, o sea del modo de ser de lo que no es necesario ni imposible, sino que puede ser o no ser el caso.

La relación entre necesidad, posibilidad, y contingencia a veces puede prestarse a cierta confusión. Todo lo que es contingente es posible, pero no todo lo que es posible es contingente, pues aquello que es necesario también es posible, pero no es contingente. Por otra parte, no todo lo que no es necesario es contingente, pues lo que es imposible no es ni necesario ni contingente.

El concepto de exhormésis significa utilizar la mínima cantidad de estímulo, discernir bien entre lo contingente y lo esencial, prestar especial atención a los detalles, y utilizar un enfoque eminentemente sistémico (no lineal) para que se produzcan las adaptaciones fisiológicas deseadas.

Tal cual afirmó Paracelso hace aproximadamente 500 años, hoy en día es posible sintetizar el núcleo de la exhormésis en un concepto que llevo utilizando desde hace más de cuatro décadas: entrenar (estimular) solo lo necesario (para lograr la adaptación y el rendimiento deseado), no todo lo posible (aniquilación). O sea: 1.- nula o insuficiente estimulación, NO; 2.- optima estimulación (exhormésis), SI; 3.- excesiva estimulación (aniquilación), NO; y 4.- optima recuperación y supercompensación (adaptación), SI.

Este, en resumidas cuentas, viene a ser el concepto de exhormésis más claro y conciso que puedo expresar. Múltiples campeones y plusmarquistas mundiales, con quienes lo he aplicado a lo largo de los últimos cuarenta años, lo avalan.

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