Los Ultimos Samurais

Guillermo Laich y Jose Baeza
23/08/2017 11:12

 

 

"Solo existe una unica y brevisima oportunidad para destruir al oponente" - Hidetaka Nishiyama (1928 - 2008).

"En el deporte existe el tiempo, en las artes marciales solo existe el instante" - Taisen Deshimaru (1914 - 1982) 

"El deporte competitivo es para unos años, el arte es para toda la vida" - Taiji Kase (1929 - 2004).

 

 

 

En el año 2003 se estrenó una excelente película basada en los eventos de la Rebelión Satsuma, titulada “El Ultimo Samurai,” dirigida por Edward Swick, y producida por la Warner Brothers. Sus principales protagonistas eran Tom Cruise (Capitán Nathan Algren) y Ken Watanabe (Daimyo Katsumoto).

En el film, el capitán Nathan Algren es un hombre atormentado moral y espiritualmente por los recuerdos y remordimientos de las batallas liberadas contra los indígenas norteamericanos. En un momento determinado de su vida acepta la oferta de marchar a Japón para entrenar a un inexperto ejército de reclutas y campesinos para luchar contra los samuráis. En esos momentos Japón era un país en plena restauración y liderado por el joven emperador Meiji, quien desea que su país acabe con la cultura tradicional que lo caracterizaba y se modernice al estilo occidental.

Ante tales hechos, el samurai Katsumoto Moritsugu, decide levantarse en armas contra esta revolución cultural, a la que considera demasiado radical y denigrante para la larga y honorable historia de su país. Los venerados samuráis, que dedicaron sus vidas a servir al emperador, se convirtieron así en un grupo de rebeldes contra los que el ejército adiestrado por Algren debe enfrentarse. Durante el primer combate entre ambos bandos, el regimiento comandado por Algren se ve desbordado por una carga de caballería de los samurai. Al final Algren es rodeado por un grupo de samuráis y llevado detenido a una aldea típicamente tradicional ubicada en las montañas donde convive con su gente. La intención de Katsumoto no es otra que mantenerlo en la aldea para observarlo y aprender de quien se había convertido en su nuevo enemigo. 

La Rebelión de Satsuma fue una revuelta de ex samuráis de la provincia de Satsuma en Japón liderada por Saigo Takamori en contra del gobierno Meiji. La rebelión se extendió del 29 de enero al 24 de septiembre de 1877, o sea ocho meses. Este hecho significó la desaparición de los samuráis en el Japón, un país que, debido a los rápidos cambios culturales y políticos que sufría, consideraba que ya no tenía cabida para la filosofía tradicional Budo en su nueva y más accidentalizada sociedad.

Como enemigo y al principio, Algren sufre un marcado rechazo por parte de los aldeanos. No obstante y poco a poco, logra comprender la esencia de esa gente, así como su tradicional filosofía de vida basada en el Budo. Con el tiempo descubre que esa forma de vida, basada en profundas raíces tradicionales, le permite superar las horribles memorias de su atormentado pasado y sustituirlas por una profunda sensación de paz interior. Además, descubre que Katsumoto, lejos de ser un líder inmaduro de guerreros salvajes, es una persona sumamente culta, con altísima sensibilidad, abierto de mente y espíritu, permeable a nuevas amistades y sumamente íntegro. Con el paso del tiempo sus sinceras y profundas conversaciones con Katsumoto pasan de ser un diálogo entre captor y prisionero, a otra entre cercanos y fieles amigos.

A pesar de que el bando de los samuráis prepara cuidadosamente su estrategia carente de armas de fuego, la superioridad numérica, y el mayor alcance de las armas de fuego occidentales hace gran mella en sus filas. Todos son abatidos o gravemente heridos. En señal de respeto y admiración, todo el Ejército Imperial se inclina ante el cadáver de Katsumoto, el último samurai.
 
Algren sobrevive y hace entrega de la katana de Katsumoto al joven emperador y le habla de los motivos que le llevaron a luchar como un samurai hasta el final. Comprendiendo las intenciones del veterano samurai Katsumoto, el emperador entiende que si bien no puede cerrarse el paso al progreso occidental, tampoco se puede renegar de las profundas raíces tradicionales de la filosofía Budo que han caracterizado su país durante siglos. 
 
El Karate Tradicional está basado en la misma filosofía tradicional Budo expresada en el conocido Código Bushido. Tal código expresa la noble y honorable esencia de los pensamientos, los sentimientos y las conductas de los samurai. Su finalidad consiste en intentar perfeccionar el carácter de los samuráis así como enseñar habilidades para controlar su alto poderío destructivo y convertirlo en constructivo. Por todo ello, el Karate Tradicional nace de una naturaleza eminentemente clásica. Pero, ¿exactamente a qué nos estamos refiriendo cuando empleamos el término “naturaleza clásica?”
 
Pues bien, tocar con maestría una guitarra clásica es un proceso de aprendizaje mucho más prolongado y complejo que aprender a tocar una guitarra popular. La guitarra clásica o guitarra española, es un instrumento musical de cuerda pulsada, compuesto de una caja de madera, un mástil sobre el que va adosado el diapasón o trastero - generalmente con un agujero acústico en el centro de la tapa (boca) -, y seis cuerdas. Sobre el diapasón van incrustados los trastes, que permiten las diferentes notas. Su dominio entraña largos años de practica y aprendizaje.
 
Si bien el aprendizaje es largo y arduo, el enfoque musical clásico de la guitarra española otorga al artista una comprensión infinitamente más completa de su instrumento, así como de su amplio y profundo espectro expresivo. A modo de analogía, en la enseñanza y práctica del Karate Tradicional, el instrumento que estamos intentando dominar no es otro que nosotros mismos – nuestros propios cuerpos y mentes. Siendo así, ¿por qué no recorrer ese camino de aprendizaje y maestría de una manera profunda y completa, a pesar de requerir más tiempo y esfuerzo? La clave es saber que uno no debe correr, sino mas bien ir despacio, ya que a donde uno tiene que ir es hacia uno mismo. 
 
Si bien el Karate Tradicional se adapta a los intereses y habilidades tanto de personas jóvenes como de mediana edad y mayores, sus intereses ahondan en la formación del carácter más que en las habilidades físicas o competitivas. Por otro lado, el Karate Deportivo es eminentemente competitivo y por lo tanto exquisitamente adaptado a los intereses y habilidades de practicantes mas jóvenes. De esta manera podemos establecer dos estilos básicos de Karate: 1.- el Karate Tradicional;  y 2.- el Karate Deportivo.  
 
Ambas vertientes poseen un importante y elevado valor intrínseco, pero a la vez sus respectivas naturalezas se distancian mucho entre sí. El Karate Tradicional es un arte y, a semejanza de los samuráis de Katsumoto, basa su funcionalidad en la filosofía marcial del Budo, donde el cuerpo es considerado a modo como un arma letal y donde un solo golpe separa la vida de la muerte. Este tipo de Karate requiere una seria y prolongada dedicación al entrenamiento, así como a la constante búsqueda de la perfección técnica y espiritual. Una búsqueda que, incluso, puede durar toda una vida. Su finalidad no es otra que lograr un nivel de conciencia e introspección que permita al practicante una victoria o maestría personal sobre su propio enemigo interno. 
 
Hoy en día, el Budo del cual hablamos, no se corresponde con el que existía en los tiempos de Katsumoto en términos de considerar la vida como un encuentro con el otro y donde ambos se juegan la vida. Recordemos que originalmente, el Budo fue concebido y desarrollado durante los tiempos de guerra, donde fue utilizado por los distintos bandos enfrentados para lograr sobrevivir en el combate y en la guerra. El Budo moderno, del aquí y ahora, tiene poco que ver con el combate y la guerra y muchísimo que ver con el combate o conflicto personal interno. De ahí que el término Budo en realidad signifique: “detener el conflicto.” Este Budo moderno está enfocado más hacia el perfeccionamiento del propio carácter y el cumplimiento de los cinco enunciados del Dojo Kun que cualquier otra cosa. 
 
El Budo constituye un tema complejo y profundo, cuyo eje central gira en torno al desarrollo de una excelente persona y cuya finalidad es lograr vivir, sobrevivir y hacer honorable el viaje personal a lo largo de toda una vida. Hoy, mas que nunca, se necesita una filosofía de vida semejante que permita a nuestra juventud aprender y lograr aquellos valores relacionados con la excelencia humana que emanan desde una sólida base interior hacia el mundo circundante.   
 
En esencia el Budo concierne la comprensión de tres áreas fundamentales: 1.- la religión; 2.- la filosofía; y 3.- las creencias. Entrenando en Karate Tradicional el alumno aprende sobre religión, desarrolla su capacidad para dudar de la realidad y filosofar y adquiere las creencias que considera convenientes.
 
Por todo ello, el Karate Tradicional no sólo es un sistema de combate o un arte de lucha, sino también una filosofía de vida, que en su momento el maestro Gichin Funakoshi basó en el respeto y otros principios que tuvieron como origen la estricta filosofía del Confucionismo y el Budismo Zen. Todo ello hace alusión al camino del guerrero japonés medieval o samurai como en los tiempos de Katsumoto. Los cinco principios o enunciados básicos del Dojo Kun – que en sí constituyen una sólida filosofía de vida - son los siguientes: 1.- intentar perfeccionar el carácter; 2. ser correcto, leal y puntual; 3.- tratar de superarse; 4.- respetar a los demás; y 5.- abstenerse de procederes violentos.
 
Cuando hablamos de la perfección del carácter nos estamos refiriendo al desarrollo de características tales como: 1.- alegría; 2.- felicidad; 3.- coraje; 4.- disciplina; 5.- honestidad; 6.- integridad; 7.- buenos modales; 8.- respeto; 9.- tolerancia; 10 simpatía; 11.- justicia, y 12.- maestría sobre los propios pensamientos, emociones y comportamientos. Por ejemplo, un jugador de fútbol (deporte) mejora su estado físico para mejorar la calidad de su juego con el fin de ganar y amasar más dinero y prestigio; por otro lado, un karateca tradicional (arte) mejora su Karate con el fin de superarse a sí mismo y mejorar su calidad de vida interior. 
 
El Budo inherente al arte marcial tradicional implica una profunda introspección y estudio personal, así como una auto-competición de por vida para intentar perfeccionar el propio carácter. Una competición física, mental y emocional en profundidad y con uno mismo – incrementando así las posibilidades de evolucionar como una persona de bien. Tales personas son intelectual y emocionalmente independientes y no necesitan competir y ganar para sentirse valoradas.
 
El Karate Deportivo, por otro lado, es más un deporte que un arte y concierne la posibilidad de ganar o perder en una competición y una serie de jueces y espectadores. Los practicantes, en la mayoría de los casos, son evaluados por los demás en vez de por ellos mismos. De hecho los entrenamientos son a diario y muy duros con la finalidad vencer y derrotar un adversario de carácter externo. Este es, aparentemente, la única y específica finalidad del Karate Deportivo y por ese motivo recientemente ha sido aceptada a modo de una disciplina olímpica – no así el Karate Tradicional - donde la grandeza es interna. Las razones por estos hechos son obvias. 
 
Intentar comparar uno y otro tipo de Karate es como intentar comparar manzanas y peras – no es posible – y además no hace justicia a ninguno de ellos. Ambas formas son igualmente válidas según los intereses y valores de los practicantes, donde todos ellos persiguen sus propios caminos y objetivos. El tiempo de vida que cada uno de nosotros posee es individual e intransferible, pudiendo dedicar ese tiempo a realizar la o las actividades filosóficas y/o deportivas que mejor se adapten a nuestro preferido estilo de vida.
 
En estrecha semejanza al daimyo Katsumoto liderando la Rebelión Satsuma del año 1887, los últimos samuráis somos ese pequeño pero importante grupo de karatekas tradicionales y miembros de la actual Asociación Española de Karate Amateur (AEKA) que libremente hemos elegido intentar dominar las complejas cuerdas y acordes de la guitarra clásica más que los más simples componentes análogos que se presentan en la guitarra popular.
 
Somos aquellos que prefieren enfrentarse a ese formidable enemigo interior que todos poseemos con el fin de lograr una progresiva perfección de nuestro carácter. Los que desean conservar las raíces y los nobles valores tradicionales pensando, sintiendo y comportándonos como pioneros en un mundo moderno. Los que se aplauden y valoran a sí mismos en silencio y soledad por intentar ser cada día más humildes y mejores personas. Los que prefieren el continuo aprendizaje y la libre expresión artística y filosófica a las puntuaciones o amonestaciones otorgados en un combate basado en puntos. Los que apasionadamente y de forma incesante se interesan por aprender y enseñar los aspectos técnicos, académicos, filosóficos y culturales del Karate Tradicional en toda su profundidad y extensión. 
 
Algunos de nosotros también somos aquellos que en su momento hemos competido al máximo nivel durante largos años – ganando o perdiendo – y tratando a esos dos grandes impostores con la escasa importancia que se merecen. Combatientes feroces como los que más, todos nosotros, pero que no obstante y al final del camino, hemos decidido decantarnos por la filosofía Budo del Karate Tradicional como nuestra esencial forma de vida.
 
Y lo hacemos porque somos plenamente conscientes de que en la vida se liberan dos batallas fundamentales y simultaneas: la primera consiste en enfrentarnos al oponente externo que tenemos delante; y la segunda en enfrentarnos al oponente interno que todos llevamos dentro. Sabiendo controlar y dominar al oponente interno, el externo inmediatamente carece de peligro e importancia. Tanto es asi que en el Karate Tradicional, la figura del Sensei o Maestro, queda representada por aquel que ha logrado un altisimo grado de maestria sobre su propia persona - o sea, sobre su mente, sus emociones, y sus conductas - y por lo tanto esta plenamente facultado para enseñar a sus alumnos a enfrentarse y controlar al mas formidable y peligroso de todos los oponentes que la vida les pueda presentar, el propio enemigo interno.
 
 
Los Autores:
 
Guillermo Laich es 7º Dan por la Federación de Karate de la Comunidad Valenciana (FKCV) y la Real Federación Española de Karate (RFEK); Director Medico-Científico de la Asociación Española de Karate Amateur (AEKA); y Doctor en Medicina y Profesor de Patologia Medica y Patologia Quirurgica en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Alfonso X El Sabio (UAX-Madrid).
 
José Baeza es 8º Dan por la Federación de Karate de la Comunidad Valenciana (FKCV) y la Real Federación Española de Karate (RFEK); Fundador y Presidente de la Asociación Española de Karate Amateur (AEKA); Presidente del Tribunal de Grados de la Federación de Karate de la Comunidad Valenciana (FKCV), y Recuperador Funcional en la Ciudad de Alicante via M.A. Sambucy (Paris, Francia).
 

 

 

 

 

 
 
 

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