La Danza del Vacio

Guillermo Laich
02/10/2017 20:26

En las civilizaciones antiguas, cuyos testimonios existen aun vivientes en Oriente, las artes marciales tradicionales conducen a una “vía” o “camino” que permite al hombre, al precio de una dedicación y aprendizaje largo y difícil, profundizar en su experiencia de la realidad y de el mismo. Poco a poco el aprendiz descubre las leyes sutiles que rigen la trama de la vida, y aprende que la calidad de sus obras depende del grado de dominio o maestría de si mismo, de lo que es como “Ser.” En consecuencia, su trabajo exterior es el soporte – o reflejo - de su profunda metamorfosis interior.

La palabra “tradición” proviene del sustantivo latín “traditio,” y éste a su vez del verbo “tradere,” que significa “entregar” o “transmitir.” El significado de la palabra “tradición” engloba el concepto de aquello que es transmitido de persona a persona o de generación en generación. Tradición es cada una de aquellas pautas de convivencia que una determinada cultura​ considera dignas de constituirse como parte integral de sus usos y costumbres. 

La tradición suele versar genéricamente sobre el conocimiento y también sobre principios o fundamentos socioculturales selectos, que por considerarlos especialmente valiosos o acertados, se pretende que continúen y se extiendan. Así, unas generaciones los transmitirán a las siguientes a fin de que se conserven, se consoliden, y se adecuen a nuevas circunstancias. 

La visión conservadora de la tradición ve en ella algo que preservar de manera fiel y acrítica. Desde una perspectiva abierta al cambio se aprecia, por el contrario, que la vitalidad de una tradición depende de su capacidad para renovarse, pudiendo modificar su forma para adaptarse a nuevas circunstancias, sin perder por ello su sentido. La tradición es para las artes marciales lo que el habito es para un individuo: impide el perpetuo recomenzar, fija y mejora lo adquirido, asegura el terreno consolidado, es resistente y  flexible a la vez, y ofrece un sólido punto de apoyo al impulso que lleva hacia una evolución positiva.

Japón es un país en el cual todo lo referente a lo tradicional ocupa una posición central a su antigua cultura. Por ejemplo, existe el “sho do” o vía de la caligrafía, el “cha do” o vía de la ceremonia del té, y finalmente el “ka do” o vía del arreglo floral, de hecho existe una vía para cada arte antiguo. Pero también existe una herencia milenaria conocida como el “bu do” o la vía del combate. Esta ultima es el sendero abrupto que serpentea en el corazón de las artes marciales tradicionales, y muy especialmente en el corazón del karate tradicional.  

Las verdaderas artes marciales no pueden ser confundidas con los simples deportes de combate. Es sabido que un signo, un símbolo expresa a menudo mucho mas que un largo discurso. Los ideogramas para designar el concepto de budo de las artes marciales son los mismos en China y en el Japón. Únicamente difieren en su pronunciación. No obstante, “arte marcial” o arte de combate” es una traducción que no hace justicia el espíritu del ideograma original que se descompone en dos caracteres: 1.- detener; y 2.- la lanza.

Comprendido originalmente como “el arte de detener la lanza,” el arte marcial adquiere así su identidad y significado esencial. Mas aun si se comprende que esta formula puede integrarse a la vez como el “arte de detener la lanza del adversario” y el “arte de detener la lanza propia.” Es decir, el gran arte de la paz exterior y la armonía interior. 

Rápidamente, y a través del budo del karate tradicional, se descubre que el adversario mas escurridizo y peligroso hay que buscarlo dentro de uno mismo. De este modo surge la luz y florece una profunda introspección y sabiduría que hace que los distintos movimientos, las técnicas, y los elementos mas sutiles e insignificantes se muevan, según su base en el Zen, como en una danza del vacío.  

El Zen es una forma de ver dentro de nuestra propia y mas intima naturaleza. Trata cuestiones existenciales, o sea comprender el propio ser y su consciencia, desde un punto de vista directo no racional. En esencia, significa caminar sencilla y austeramente hacia delante en la vida con una mente abierta sin cuestionar nada. La sencillez del Zen es tan sencilla que ni sabe que es sencilla, no enseña absolutamente nada, no ve un objeto absoluto … es un absoluto ver.  

Hace solo algunas décadas, Gichin Funakoshi, el fundador del karate tradicional shotokan, expresaba lo siguiente: “lo que habéis aprendido escuchando las palabras y leyendo los escritos de otros, lo olvidareis rápidamente; lo que habéis hecho y aprendido con la totalidad de vuestra mente y cuerpo, lo recordareis durante toda vuestra vida.”

Por misteriosos y contundentes que puedan parecer, los conceptos de personas como Funakoshi, Nakayama, Nishiyama, Kase, Okazaki, Enoeda, Shirai, Tanaka, Ueki, Itaya, entre otros, todos ellos nos han dejado un significante legado de conocimientos y testimonios de una profundidad y sencillez desarmante. Uno de ellos hace referencia a que el único y verdadero blanco hacia el cual el karateca debe apuntar con su espíritu, energía, y técnica … no es otro que es su propio corazón.  

La palabra japonesa “kokoro” significa corazón y espíritu, pero también significa “Ser.” En semejanza al corazón anatómico enraizado en el eje del cuerpo, “kokoro” representa ese punto del ser humano que hace palpitar su Ser mas autentico y profundo bajo la capa de las apariencias. 

El Ser, en el marco del budismo y otras filosofías orientales, representa aquello que contiene todo lo animado e inanimado.​ Según estas filosofías, el Ser se manifiesta en el aquí y ahora, en el tiempo presente, y por ello si se quiere comprobar su existencia se tiene que experimentar directamente – no en el pasado o el futuro.​ Para algunos y, través de la historia, el Ser ha sido un concepto engañoso y misterioso, mientras que para otros ha sido relativamente fácil suponer su existencia gracias a la meditación Zen. Según el Zen: “para controlar el futuro hay que controlar el pasado; y para controlar el pasado hay que ubicarse y controlar el presente.”

La humanidad siempre se ha preguntado en que tiempo se experimenta el Ser en términos de si solo se manifiesta en el presente o en todo tiempo pasado y futuro? Si es así, en que parte o locus de ese tiempo suceden nuestras experiencias? Existen infinitas posibilidades del futuro desprendiéndose del presente? Puede influir el Ser en el presente para multiplicar las posibilidades? Puede existir algo – lo que sea - fuera del ahora? Por que el pasado del propio Ser es mas incierto que su futuro? Puede existir el Ser fuera del tiempo?

Los grandes maestros entienden de Zen y, en semejanza a los expertos guías de alta montaña, nos han indicado “el camino,” o sea el sentido, la dirección, y las progresivas etapas que hay que recorrer para lograr apuntar al propio corazón con nuestro Ki con la mayor honestidad y precisión posible. Algunos de ellos nos han aclarado conceptos fundamentales sobre el Ki que, en su dimensión mas sencilla, significa energía. Quizás el concepto mas importante de todos, consiste en la no dispersión del Ki.  

Si el Ki es dirigido hacia los movimientos de ataque del adversario, tanto la mente como el espíritu acaban capturados y atrapados por tales movimientos. Si es dirigido hacia los movimientos de defensa, sucederá lo mismo pero intercalándose ideas de defensa. En ambas situaciones  - ataque y defensa - el Ki será capturado y tomado prisionero en función de las acciones del adversario. De esta manera el Ki se dispersa y se torna inerte, y queda a la merced del adversario.  

Los grandes maestros siempre han dicho que para liberar nuestro Ki debemos permitir que este invada, de manera libre y homogénea, la totalidad de nuestro cuerpo y mente. Que lo dejemos atravesar y permear la totalidad de nuestro Ser. En tales circunstancias no existirá ninguna perdida de tiempo y/o energía en caso de tener que utilizar las distintas técnicas en movimientos de ataque y defensa rápidos y complejos. Es así como las lentas y meditadas reacciones se convierten en rápidos y espontáneas acciones reflejas. Tales respuestas, adaptadas a las circunstancias del combate, serán instantáneas, inmediatas, e instintivas. Si la fluidez intrínseca del Ki permanece intacta, de tal forma que permanezca totalmente libre de elucubraciones mentales y reacciones emocionales, actuara allí donde sea necesario, con rapidez, decisión, y sin dudar. 

El termino japonés “munen” o “muso” significa “no mente,” y “no ego,” y hace referencia simultanea al grado de ausencia de ego y de la fluidez del Ki. Cabe aclarar que “no ego” también significa “no yo” – o bien ausencia del yo. Su tradición milenaria compara este estado a la claridad de la luna que, si bien es única, se refleja por todas partes donde hay agua de forma instantánea, simultanea, homogénea, y sin discriminación alguna. Este concepto también hace referencia al estado del Ki ya que, según el grado de “munen” del karateca, su Ki se moverá a lo largo de un amplio espectro que discurre desde la mayor rigidez hacia la mayor fluidez, con múltiples estadios intermedios intercalados. 

De la misma manera que los grandes maestros nos han hablado de la fluidez inherente al “munen,” también nos han transmitido que el cuerpo humano se asemeja a la tierra ya que también posee ríos subterráneos. Si tales ríos no son obstruidos o desviados, la circulación y difusión del Ki se produce de una manera homogénea y natural. 

La vía o el camino de las artes marciales tiene como base funcional la idea de que todo trabajo con el cuerpo es al mismo tiempo una meditación del cuerpo. El cuerpo puede servir de receptáculo a un Ki que obra en su interior y realiza una maravillosa alquimia integrando dos elementos aparentemente contrapuestos: la experiencia y la inocencia. Si el karateca es capaz de armonizar el pequeño universo que representa su cuerpo y mente, estará en armonía consigo mismo y con todo lo que le rodea; también estará en contacto puro y directo con todo simultáneamente, sin mas.  

La vía de las artes marciales que estamos definiendo consiste en lograr que el propio corazón también sea el corazón de la vida y el cosmos en su totalidad, lo cual significa estar unido y unificado en un uno, único, e indiviso al eje existencial central de todo lo que nos rodea. El arte de apuntar al propio corazón consiste en armonizar todo lo anterior consigo mismo con el fin de conectarse con la fuente mas primitiva y original del Ki.  

Se cuenta que los grandes maestros han hecho estallar la pantalla asfixiante del ego (yo) para dejar que el libre aliento de la vida atraviese su Ser. Curiosamente, la magia del karate tradicional opera a través de estos conceptos. Colaborando incondicionalmente con lo inevitable, domina así el arte sin artificios. 

Dice un proverbio oriental: cuando un maestro pasa caminando, los perros no ladran. En paz, absolutamente reconciliado consigo mismo y con la totalidad de la vida, recibe y absorbe al otro en su propio corazón sin pasar juicio moral alguno. Un individuo poseedor de una vida mental, emocional, y espiritual totalmente armonizada, como la que estamos describiendo, es muy contagiosa y tiende a armonizar todo aquello con lo cual toma contacto. La persona que practica el arte de apuntar con el Ki a su propio corazón reintegra su verdadero lugar ante si y ante la vida, logrando tender un puente de amor, felicidad, unión, y comprensión entre su Ser y el ajeno.  

La vida de las artes marciales, tal y como ha sido enseñada por los grandes maestros representa uno de los hilos de Ariadna que nos permite revelar el desafío. Todos ellos, añaden, que la ultima realidad no puede ser comunicada ni por palabras, ni por símbolos, ni por conceptos. En semejanza a un guía de alta montaña experimentado, un gran maestro puede aconsejar, alentar, y orientar, pero la esencia del concepto no puede ser transmitido de una persona a otra … este debe ser conquistado de forma personal. Nos están diciendo que aquello que tiene precio se compra, y aquello que tiene valor se conquista …. de manera directa y personal.

La humanidad esta sembrada de seres cuya calidad interior es un campo de fuerza determinante para el bienestar y la continuidad de la vida. Estos seres, centros de profunda experiencia y sabiduría, están ahí para crear a su alrededor influencias benéficas propicias para mantener y transmitir tanto el significado como los valores de la tradición. A estos seres los llamamos maestros. De ellos depende que surge la luz y florezca una profunda introspección y sabiduría que hará que nuestros movimientos, técnicas, y demás elementos sutiles e insignificantes se muevan como en la danza del vacío …

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